Hermosilla y Sandoval, José deLlerena, Badajoz, 1715 - Leganés, 1776


Nació en Llerena (Badajoz) el 12 de mayo de 1715 y murió en Leganés (Madrid) el 21 de junio de 1776. En su ciudad natal estudió Gramática, pero pronto se marchó a Sevilla para cursar Filosofía y Teología en su Universidad. Después de morir sus padres que le habían inclinado a la carrera eclesiástica y su interés por las matemáticas se trasladó a Madrid para ingresar en el Real Cuerpo de Ingenieros. Durante esta época estudió y diseñó la arquitectura militar, pero viendo que la arquitectura civil le gustaba más se dedicó a ella junto con Sachetti obteniendo una plaza de delineador en las obras del Palacio Nuevo.

El 2 de mayo de 1747 le fue concedida una pensión en Roma, plaza que había quedado vacante por dejación de Diego de Villanueva. Respecto a la no incorporación de Villanueva como pensionado en el extranjero al tener que permanecer en Madrid con «protestas desagradables a S.M.» Bernardo Liviño señaló el 3 de mayo de 1747 que la plaza vacante por «desercion, ó dexacion voluntaria de Dn Diego de Villanueva» podía ser ocupada por un considerable número de alumnos, siéndolo finalmente por Hermosilla. No obstante, en vista de que estaba casado y con hijos el Rey acordó que le fuese otorgado el sueldo que gozaba como delineador del Palacio por término de 3 meses a contar desde el 2 de mayo de 1747 y que fuera instruido para que supiera lo que debía hacer en Roma.

Desde la ciudad italiana remitió varios planos para que la Academia viera sus adelantamientos en el arte de la arquitectura: el 22 de marzo de 1748 envió los del «Atry interioris Capitoly Romani facies justa Clementis XI Pont. M», que respondían a dos Fachadas del Capitolio Romano (A-1698 y A-1699), tres de Una Catedral (del A- 4420 al A-4422) y otros dos de la Iglesia del Noviciado de Padres Jesuitas de Roma, mientras que en 1750 mandó los dibujos de una arquitectura civil y otra militar. Además, durante su estancia en el extranjero ideó y midió una gran colección de fragmentos de la Antigüedad y por encargo de José Carvajal un Curso de Arquitectura con un tratado de Geometría y de Máquinas que servían en la construcción, por el que recibiría muchas alabanzas por parte de los matemáticos José Rogelio Boscovic, Francisco Jacquier, el arquitecto del Papa Fernando Fuga y el entonces obispo de Segorbe Fray Alonso Cano. Asimismo, hizo una nueva traducción de Vitruvio en castellano, con notas y disertaciones de varios lugares difíciles que tristemente no llegó a publicarse.

Desde diciembre de 1752 hasta el 28 de octubre de1756 sirvió en la plaza de director de Arquitectura en la Academia de San Fernando, habiendo ocupado en 1754 la plaza de tesorero, pero en 1756 renunció a los cargos anteriores al ser nombrado por S.M. ingeniero de sus Ejércitos, nombramiento por el que la corporación le concedió el grado de académico de honor y de mérito el 28 de octubre de 1756.

En este mismo año comenzó y dirigió las obras del nuevo hospital de San Carlos en el mismo lugar ocupado anteriormente por el fundado en tiempos de Felipe II en la Carrera de San Gerónimo junto al convento de Capuchinos del Prado, trasladado en 1603 en el extremo sur de la calle de Atocha, hoy Museo de Arte Reina Sofía. Intervino en la obra desde los cimientos hasta el primer piso, ya que Francisco Sabatini acabó por formar los planos del proyecto definitivo modificando la planta de la antigua obra y la redacción de las condiciones facultativas del hospital el 2 de julio de 1769.

Cumpliendo la orden del 11 de septiembre de 1758, el 14 del mismo mes dio su  opinión acerca de los estudios que eran necesarios para formar a un buen arquitecto. Entre ellos destacaba las materias de Dibujo, Geometría teórica y práctica, Estática, Hidrometría, Maquinaria, Perspectiva, Trigonometría, Secciones cónicas y la Montea, pero no sólo su teoría sino también su práctica. Señalaba igualmente la importancia del estudio de Vitruvio, ya que proponía todo lo que podía llamarse cánon y regla segura de esta materia, además del estudio de sus comentaristas, singularmente Daniel Barbaro, Guillermo Philandro, León Baptista Alberti y Charles Perrault, tantas veces traducido al italiano pero no en español.

A su parecer,  los alumnos debían estudiar también otros autores como Serlio, Paladio, Scamozi, Vigñola, Juan de Arfe, Fray Lorenzo de San Nicolás y el obispo Caramuel, como autores franceses y otros extranjeros. No creía suficiente el estudio de las estampas existentes en multitud de libros, aunque las obras que en ellas eran recogidas debían ser reconocidas, ya que este ejercicio por sí solo no producía el efecto necesario. Para ello, era imprescindible observar, medir y diseñar los edificios insignes, anotar su situación, descifrar su construcción, la simetría, el gusto y sus adornos, la comodidad de su distribución respecto de su destino, la calidad de sus materiales y el modo de emplearlos. Del mismo modo, era imprescindible la asistencia a obras de consideración como puentes, puertos, fortificaciones, diques, canales, caminos, calzadas, conducciones de agua y la formación de jardines porque todas estas enseñanzas perfeccionaban los conocimientos de los alumnos.

Respecto a las pensiones en Roma, creía que los alumnos que tuviesen la instrucción mencionada no les era necesario ni conveniente su marcha a Roma, dado que en Madrid o en Barcelona podrían estudiar una instrucción más práctica de los tratados de matemáticas y la de otros autores. Esta opinión venía corroborada por la experiencia que había percibido en Roma ante la inexistencia de un estudio público de arquitectura en la Ciudad Eterna y la existencia de cátedras de matemáticas puramente teóricas. Por el contrario, en la Academia Militar de Barcelona se enseñaba teoría y práctica de todas las matemáticas, el levantamiento de planos e innumerables operaciones sobre el terreno. Indicaba que en la Maestranza de Artillería se podía ver el uso de múltiples máquinas tractorias, suspensorías y de otras especies, demostrando que el estudio de los arquitectos era más fructuoso en Barcelona que en la capital italiana. Por todo lo expuesto, era más partidario de que los alumnos viajasen durante dos años por El Escorial, los palacios y otras partes de España, luego otros dos años por  Francia, Holanda y Londres, para pasar otros dos en Roma e Italia¸ incluso añadiendo dos o tres más en caso de que fuera preciso. Y en cuanto a que la Academia certificara los adelantamientos de los discípulos pensionados, se haría necesaria la remisión de diseños y memorias al final de cada año con  todo lo que hubiesen observado los becarios en cada uno de los países visitados.

Como la Academia había decidido en 1764 que el académico de mérito por la Pintura Diego Sánchez Sarabia pasase a Granada para delinear las plantas, los cortes y los alzados de las obras árabes allí levantadas, además de las del palacio greco-romano de Carlos V, el mismo instituto propuso al Rey el 17 de septiembre de 1766 que Hermosilla junto con los alumnos Juan de Villanueva y Pedro Arnal pasasen igualmente a Granada y Córdoba para estudiar los monumentos más destacados de ambas ciudades. A esta fecha responden los dibujos de las Antigüedades Árabes de España que conserva la Academia (del MA / 466 al MA /469; del MA /474 al MA /477; del MA /515 al MA/518; MA/524; del MA/526 al MA/535; MA/539 y del MA/542 al MA/544).

Su nombre volvió a reseñarse en la junta académica del 12 de febrero de 1769, momento en que Ventura Rodríguez y Miguel Fernández presentaron por orden de la Academia, el plan de obras de la nueva iglesia de San Francisco El Grande de Madrid, así como el dictamen que en su vista previa habían formado acerca de su construcción. En estos momentos el académico Francisco Sabattini presentó también los planos, la elevación y un papel con el estado de la obra y los defectos que había encontrado en la dirección y construcción ejecutada por fray Francisco Cabezas.

Respecto a la construcción de este templo, el 28 de abril de 1761 Ventura Rodríguez había comunicado al Reverendísimo Padre Guardíán de San Francisco su más profunda alegría al saber que había sido elegido para idear la nueva iglesia que necesitaba su convento. Pronto se puso a levantar el plano del terreno y ejecutar sobre el mismo los diseños de una iglesia proporcionada a la comunidad religiosa y la disposición de las calles que debían servir a su uso. Diseñó la fachada frente a la Carrera de San Francisco y cortó algunas habitaciones del convento para dar la debida extensión al nuevo templo.

El 13 de septiembre de ese mismo año de 1761 José de Hermosilla comunicó el haber examinado la planta de la nueva iglesia  ejecutada por el religioso fray Francisco Cabezas, de cuyo examen indicó que la iglesia «es un circulo mui capaz, y bien dispuesto; comprende en su periferia (ademas de la Capilla maior, y Portico) otras seis capillas de proporcionada magnitud, dispuestas entre si con diferente Yconografia y conservando su ingreso uniforme a lo principal de la Yglesia./ La Capilla maior es mui hermosa, y despejada; comunicase con oportunidad a la sacristia, y otros parages, quedando con una extension mas que suficiente para la colocacion del altar, y demas usos de su titulo./ El Portico ó Atrio sobre que se situa el coro: ademas de su magnificencia es de mui buena diosposicion; comunicandose con el combrento ê Yglesia sin embarazo. [...] La elevacion de la Yglesia es de dos ordenes de Architectura mui bien colocados: en el primero se contiene vajo su Architectura las seis capillas laterales, y ademas un espacio competente para teivunas con que quedan decorados los espacios de los Machones: sobre su cornisa (sirviendo de Ymposta) nace el arco de la Capilla maor, y el del coro de igual magnificencia, y simetria./ El Segundo orden que con su Pedestal carga sobre el primero, abrazando los dos arcos referidos, forma el tholo para sostener la cupula en que se remata el edificio./Estos dos ordenes de Architectura son el corintio, y el compuesto [...]./ El Coro (que como ya he dicho) esta sobre el Atrio, ademas de su  extension, tiene la excelencia de no deformar la Yglesia, como sucede en todas las que tienen coro alto [...]./ La elevacion exterior es de tres Cuerpos ó ordenes de Architectura; Dorico, Jonico, y Corintio. [...] / En quanto a su fortificacion, aunque se me ofrecio el reparo (y lo propuse al autor) de que la Boveda o cupola con que cubria la Yglesia empezaba a disminuir con delicadeza y terminaba con la misma; me satisfizo modestisimamente con algunas razones que me hicieron fuerza/ La primera, Que no le ponia linterna o cupulino, auqnue parecia en la Planta su demarcacion, en cuio caso no teniendo este peso que sufria, no era tan precisa la crasicie de la cupola como le daria si hubiese de llevarles./ La segunda, Que no siendo la mencionada cupola semiesferica, y si aguda (como se ve en el Perfil) podia mui bien mantenerse con menos grueso./ La tercera, que dandole una competente elevacion a los estribos, Vgª hasta el primer tercio, y disminuiendolos insensiblemente vajo el cubierto ô emplomado, quedaria aun con demasiada fortaleza./ La quarta, que atendiendo a la estructura, y enlace de todo el edificio, comparando los vanos y mazizos respective, y formando un calculo de su proporcion y empuje, resultaria lo vastante y aun algo mas para su subsistencia, mucho mejor construiendolo con buen material, como es de creer; no siendo regularmente el mas o menos grueso de los muros, lo que sostiene el empuje de las vobedas sino la buena construccion y los buenos materiales, y de esto la experiencia es el mejor testigo […]». Ante esta exposición, Hermosilla era de la opinión que el proyecto del religioso era bueno en todo, aunque no habían terminado aún los perfiles y la elevación; que el religioso era un buen geómetra, arquitecto teórico y práctico e instruido con mucho fundamento en la buena construcción por lo que era capaz de desempeñar la dirección de esta obra y de otra cualquiera de mayores fábricas. El Archivo de la Academia conserva el informe y un dibujo realizados por Hermosilla sobre esta iglesia bajo la signatura 2-32-3.

Por el contrario, el 16 de septiembre de 1761, Diego de Villanueva  creía que dicho religioso se encontraba más instruido en la práctica que en las reglas y preceptos de la arquitectura, opinión que basaba en la falta de grueso de la media naranja que había encontrado en los borradores presentados; que tampoco podía formarse un juicio exacto del proyecto con el  plan de tierra y algunos otros borradores de diferentes alzados que habían sido ejecutados al no estar lo suficientemente claros, de ahí que creyese necesario la remisión de un proyecto totalmente concluido.

José de Castañeda expuso también su opinión sobre la suficiencia de este religioso y la solidez de las obras del templo el 17 de septiembre. Por un lado, no dudaba de su profesionalidad por cuanto tenía noticias de que había trabajado con satisfacción en otras muchas obras fuera de Madrid y, por tanto, podía desempeñar satisfactoriamente la ejecución de esta nueva iglesia, pero respecto al segundo punto encontraba bastante robustez y solidez en algunas partes como debilidad en las que sufrían el mayor empuje. En este mismo día Ventura Rodríguez contestó a estos mismos puntos  diciendo que no podía informar en pro o en contra del religiosos porque no conocía obras de su mano y respecto a la solidez de la iglesia « [...] no se da en muchas partes toda la fortificacion que se necesita, por que los pilares, y paredes de las dos Capillas de los lados de la mayor, que dan á los pasos que salen de ella señalados en la planta num. 5, no tienen el cuerpo que necesitan para resistir el empuje de los arcos de las ornacinas, y el peso que encima ha de cargar, faltando por consiguiente el fundamento necesario a dar los gruesos proporcionados a la elevacion del pie derecho, ó cuerpo de luces de las mismas Capillas [...]. Las paredes del pie derecho, o cuerpo de luces de las seis capillas de los lados del Templo no tienen suficiente grueso, como se vè por los cortes, ó perfiles de lineas simples a lapiz que se me han manifestado, donde solo hái la duodecima parte del vano, ó diametro de las cupulas que han de substentar, debiendo al menos tener la decima parte, como advierte Carlos Fontana en la Descripcion del Templo Vaticano libro 5. Cap. 24. [...]  dar los gruesos correspondientes ès la parte mas principal para la firmeza de qualquier edificio, no basta esta sola, por que es menester igual atencion a la calidad de los materiales [...], advirtiendo unicamente, que por ser la obra proyectada un Templo circular de 120 pies de diametro, su vano, y 205 de altura, con los agregados de capillas, de diferentes formas, y coro, cuvierto de una Boveda de 80 pies de diametro, pide el todo de ella, que en su construccion no se omita dilixencia alguna para su seguridad [...]».

El 18 de septiembre Francisco Sabatini comunicó que había realizado el examen de los diseños en el propio convento junto con Hermosilla, que al igual que este Ingeniero de los Ejércitos creía necesario dar algo más de grueso a las paredes sin variar la idea principal y que el religioso era más que suficiente como capaz para poner en práctica su diseño. Asimismo, Christian Rieger aprobaba el proyecto, aunque no entraba en el particular examen de las paredes por no estar instruido en las calidades de los materiales de Madrid y sus cercanías.

La Junta Particular celebrada el 19 de septiembre de 1761 fue convocada para estudiar los dictámenes de los directores de arquitectura, Rodríguez, Villanueva y Castañeda, así como los de los académicos de honor José de Hermosilla y Francisco Sabatini o el de Christian Rieger, de cuyos dictámenes resultó que el religioso Cabezas era hábil para hacer la obra, pero con la prevención de que aumentase su fortificación.

Ante todos estos informes, la Academia vio con atención y reconoció las ideas de Antonio Plo y Cristóbal Álvarez de Sorribás para concluir el templo. Se leyeron de nuevo los papeles del religioso Francisco Fraile, así como todos los antecedentes de este asunto y los dictámenes elaborados por José de Hermosilla, Francisco Sabatini, Pedro de Silva, Pedro Martín Cermeño, Ventura Rodríguez y Miguel Fernández, todos ellos individuos con voto en la Arquitectura. La resolución fue expresada a Fraile en los siguientes términos: «[...] en la Junta ordinaria del 12 del corriente vio la Academia el plan para esta nueva Iglesia rubricado del Secretario de Ayuntamiento de esta villa, una fachada del mismo templo, estos dos papeles concluidos, y dos perfiles en lineas de lapiz, todos quatro firmados de Fr. Fran.co Caveras, los quales remitio V.R. a mis manos en 22 de Noviembre del año proximo, se vieron tambien el plan y alzados de la obra executada por aquel Religioso, hechos de orden de la Academia por el Director de Arquitectura Dn. Diego Villanueba. y otro plan que del mismo edificio, y con la propia orden hicieron el Director D. Ventura Rodriguez, Maestro maior de Madrid, y el Teniente Director Dn. Miguel Fernandez, con los informes y dados por escrito por todos tres, del estado actual y del metodo con que está construida la Obra; vieronse igualmente los dos proyectos, que para concluirla ha dispuesto Dn. Antonio Plo; y otro que para el mismo fin ha trabajado Cristoval Alvarez Sorrivas... Tuvieronse presentes los dictamenes, que antes de empezarse la obra, dieron de Orden de la Academia, los Sres. Academicos de honor D. Joseph de hermosilla, D. Franco. Savattini, Pe. Cristiano Rieger, los Directores Dn. Ventura Rodriguez, D. Diego Villanueva, y el Teniente director Dn. Joseph de Castañeda con la aprobacion, que en virtud de ellos a ruego de O.R dió la Academia a la Otra, y al Religioso; con la prevencion de que aumentase fortificacion en aquellas partes, en que algunos vocales la echeron de menos, y le tenian advertido los sres. Hermosilla, y Savattini de que pase aviso a U.R. en 20 de Septiembre de 1761».

El 5 de noviembre de 1768, fueron remitidos a la Academia 2 planos, 2 perfiles y 2 alzados de Antonio Plo en los que demostraba los métodos que podían escogerse para continuar la iglesia de San Francisco, aparte de los ejecutados por Cristóbal Álvarez de Sorribas conducentes a reducir la altura del templo. Plo comunicó que, en atención a la falta de caudales y dado que en adelante sería preciso levantar una parte del convento donde la comunidad estuviera segura, era necesario rebajar la altura de la iglesia todo lo posible tal y como lo había expresado en las plantas y que tanto los religiosos como los bienhechores deseaban que la fábrica se concluyese según su parecer, sin embargo, la corporación académica acordó el 12 de febrero de 1769 que atendiendo al bien de la comunidad «[...] Fr. Franco. Cavezas en la direccion de esta obra, no solo no se arreglo como debia á la planta que en Septiembre de 1761 le aprobo la Academia, dando los gruesos, y fortificacion, que se le previno, sino que al contrario consta que la vario, y alteró á su capricho, muy substancialemente, quitando mucha parte de la solidez que representaba la misma planta, y dejando los muros esteriores tan debiles, que estan ia rotos, y abiertos, aun sin haber recivido pesos ni empujes. Que ademas de este enorme perjuicio, y daño, que reside en el corazon de la otra, tiene el de la mala construccion pr. haver usado el ieso, donde no debia emplearse y por el mal metodo con que estan fabricados los machones. Por todo lo cual la Academia reprueba todo lo que esta edificado, asi por haverse alterado, y variado lo que aprobó, como por no haverse observado las reglas de la buena construccion:... Que reprueba enteramente las dos ideas de D. Antonio Plo, y la de Cristoval Alvarez de Sorribas [...], y por el arreglado, y util empleo de las limosnas, con que contribuyen para ella los bienechores, se detengan, y conserven en su archivo los quatro papeles firmados por Fr. Franco. Caveras; los planos, y alzados hechos por los Directores [...].».

Cumpliendo con lo que le había mandado la Academia a finales de 1768, Diego de Villanueva reconoció y midió la obra que se estaba construyendo bajo la dirección de Francisco Cabezas y que continuaría  bajo la de Antonio Pló, de cuyo reconocimiento ejecutó un plan y los perfiles demostrativos observando que los cimientos eran sólidos y hechos de buena mampostería en todas sus partes; las bóvedas con la misma mampostería y buen trabazón; los basamentos firmes hechos de mampostería pisada, siendo revestidos sus frentes de ladrillo en forma de dientes; los arcos exteriores de las capillas con los que formaban los interiores y las pechinas para formar los anillos se hallaban construidos con yeso y ladrillo, mismo material con el que estaban ejecutadas algunas bóvedas detrás de los pilares del medio de la iglesia.

Los mismos pasos fueron dados por Francisco Sabatini, que tras la Junta General celebrada por la corporación el 23 de diciembre en la que se le había encomendado un dictamen acerca de la marcha de las obras, indicó en febrero de 1769 que previo reconocimiento de la obra había observado algunas quiebras en diversas partes, lo que le había inducido a hacer unas calas para examinar los cimientos encontrando que algunos macizos cargaban sobre vano y por consiguiente sobre falso suelo. Esto parecía haberse originado por haber cambiado Fray Francisco Cabezas el pensamiento después de tener hecha la fábrica a la altura de las bóvedas, ya que había hecho un nuevo replanteo de la iglesia; también a los materiales y al mecanismo de la construcción adoptado, pues los materiales se habían empleado sin ningún rigor de uniformidad y sin una misma regla o método debido a que en una parte se había empleado la cal y en la otra el yeso; que los machones estaban levantados de mampostería y con parte de guijo, teniendo una camisa exterior de ladrillo fino de medio pie de grueso, fábrica a su entender no muy segura si se quería cargar peso en ella. Por otro lado, se centró en el poco gusto de la arquitectura de la obra, por lo que en su opinión fray Francisco Cabezas no había seguido en todo la planta presentada y aprobada por la Academia, ni las prevenciones y advertencias que los profesores le habían indicado.

A continuación, Ventura Rodríguez reconoció la fábrica de la iglesia llegando a las mismas conclusiones que el profesor anterior, lo mismo que los señores a los que la Academia había solicitado sus dictámenes sobre la obra en la Junta Particular del 12 de febrero de 1769. Aparte de los profesores señalados, cabría mencionar también a José Feliz Palacios, Diego José de Ochoa, Fray Felipe de Yebes y Fray Francisco Javier Gutiérrez, quienes midieron en común y en particular los pilares más estrechos que formaban el recinto de la iglesia, presentando el plano con sus medidas el 5 de abril.

El 16 de abril de 1769, la Academia celebró su junta en la casa del marqués de Sarriá, reunión a la que asistieron también Ventura Rodríguez y Diego de Villanueva para tratar las disputas de ambos arquitectos sobre la firmeza del nuevo templo. Más tarde se solicitó permiso para que los arquitectos del Reino de Aragón, Julián Yarza y Pedro de Ceballos, pudieran reconocer toda la obra, la cual reconocieron y vieron sólida, firme y constante sin los defectos que algunos arquitectos habían señalado. Pero en agosto de 1769 Villanueva y Juan Tami presentaron a la Academia sus respectivos proyectos para el templo, que serían reconocidos por Hermosilla, Rodríguez, Sabatini, Fernández y Lorenzana. Una vez reconocidos, Ventura Rodríguez no estuvo de acuerdo con las ideas de Villanueva porque el arquitecto no ponía remedio a la solidez del edificio, aunque el proyecto no dejaba de tener su mérito. Sabatini reprobó enteramente la propuesta de Tami, siendo más partidario del proyecto presentado por Villanueva, siempre que el profesor diese fortificación a las partes necesitadas, mientras que la opinión de Miguel Fernández era la misma que la de Sabatini.

La Academia recibió a finales de 1824 seis planos de Ventura Rodríguez en plantas, fachadas y secciones del convento e iglesia de San Francisco El Grande, cuyos marcos de cristal fueron costeados por dos de sus discípulos, los directores Juan Antonio Cuervo y Julián de Barcenilla. A su vez, la corporación compró en 2003 a través del Legado Guitarte dos planos de esta iglesia de mano del mismo arquitecto (A- 6238 y A- 6239) junto con otros estudios y diseños de varias decoraciones para puertas, un salón y su techumbre (A- 6240 (a) y A-6240 (b)).

Dejando aparte la obra anterior y volviendo a retomar la actividad profesional de Hermosilla en la década de los años setenta del siglo XVIII, optó en 1769 al concurso para la construcción de la Puerta de Alcalá, participando también en el mismo certamen Ventura Rodríguez y Sabatini. La construcción de esta entrada a Madrid se remontaba a la llegada a la ciudad de Carlos IIII en 1759, cuando procedente de Nápoles entró en la capital a través de la antigua Puerta de Alcalá y en su afán por modernizar la urbe, embellecerla y elevarla a la categoría de otras capitales europeas realizó una serie de reformas y derribos entre los que incluyó dicho acceso, ya que le había disgustado su aspecto cuando había entrado por ella años antes.

Los tres opositores al concurso eran profesionales de gran prestigio que incluso pertenecían a la misma corporación académica y habían trabajado o intervenido en las mismas obras. De los proyectos presentados para la ocasión, el de Hermosilla no ha llegado hasta nuestros días, pero sabemos que no solo planteaba una nueva idea de puerta de ciudad sino preveía su unión con el paseo del Prado y la Fuente de Cibeles.

Por el contrario, los cinco dibujos que Ventura Rodríguez presentó para la ocasión se conservan en el Museo de Historia y representan cinco versiones diferentes en plantas y alzados, con la representación de la cerca que cerraba la ciudad. Exceptuando la 3ª idea que difiere de las demás, el resto son variaciones de un arco de triunfo con tres vanos conformados por arcos de medio punto y columnas sobre pedestales de orden dórico o toscano, un ático muy desarrollado para incluir la inscripción del rey, dos huecos adintelados en los extremos de menor importancia y una decoración muy reducida comparándola con la ornamentación churrigueresca del periodo anterior.

El tercer proyecto era el que más difería de los cinco porque el cuerpo principal y los laterales mantenían la misma altura: el principal poseía tres arcos almohadillados con decoraciones en la clave apoyados en columnas adosadas al muro, al tiempo que otras cuatro sobre pedestales sustentaban un entablamento con arquitrabe liso y un friso con triglifos y metopas, siendo rematado por un ático de gran altura coronado por el escudo real y la inscripción «Carolo III Regnante». A ambos lados volvía a diseñar dos vanos adintelados en cuyos extremos sobresalían dos pilastras sobre pedestales de orden dórico e introducía como en el resto de los proyectos escaleras helicoidales. Rodríguez concibió la puerta como un elemento de entrada único sin integrarlo con el resto de las construcciones, cuando en el urbanismo de Carlos III la idea del gran paseo se concebía articulando todos los puntos que componían su trazado general, hecho por el que la puerta no podía comprenderse aisladamente sino como enlace con las obras de los Prados.

En el caso de Sabatini, elaboró diversas versiones para la Puerta de Alcalá, siendo aprobado el definitivo por el rey el 18 de mayo de 1769. Los Tres proyectos para la Puerta de Alcalá (Madrid), responden a la planta y el alzado de la primera alternativa (A- 6291); la planta y el alzado de la segunda alternativa (A- 6292) y al proyecto definitivo (A- 6293). Todos ellos fueron adquiridos por la Academia a cargo de la herencia Guitarte en 2006 y se conservan el Museo de la institución dentro del Gabinete de Dibujos (Sección de Arquitectura).

Las obras de la puerta transcurrieron entre 1769 y 1778. Se ideó en sillería de piedra berroqueña con cinco vanos, tres de medio punto con claves decoradas a través de mascarones con cabeza de león en el lado interior y sátiros en el lado exterior, mientras que los dos vanos a regla quedaron decorados con tarjetones conteniendo relieves representando cornucopias cruzadas y guirnaldas en el lado exterior. 

El cuerpo central sobresale en altura respecto a los laterales y se remata con un cuerpo ático en cuya lápida se lee «Rege Carolo III. Anno MDCCLXXVIII» y un frontón. Posee dos columnas y seis pilastras adosadas de granito de Segovia que junto con otras dos pilastras a cada lado suman un total de diez. Tanto unas como otras arrancan sobre plintos o pedestales y cuentan con capiteles jónicos modelados de los del Capitolio en Roma.  Las esculturas que decoran el monumento (angelotes, escudos, leones, cornetas, etcétera) se realizaron en piedra caliza de Colmenar por Francisco Gutiérrez y Roberto Michel.

Durante sus largos años de existencia la Puerta de Alcalá ha sufrido diversas transformaciones urbanísticas en su entorno debido al ensanche de la ciudad y la prolongación de la calle Alcalá que la han dejado inmersa dentro de la ciudad. Asimismo, gracias a las juntas académicas conocemos la existencia de dos proyectos de alineación efectuados en 1866 por Severiano Sainz de la Lastra y Simeón Ávalos en los terrenos ocupados por el Pósito de Madrid remitidos a informe de la corporación el 6 de septiembre de ese año. De los dos, el segundo presentaba la calle aprobada por R.O que partiendo del paseo de Recoletos contiguo a la pared de cerramiento del palacio del marqués de Salamanca desembocaba en la plaza de la Puerta de Alcalá. El conjunto quedaba dividido en cuatro manzanas, cada una subdividida en nueve solares, cuya disposición ofrecía mayor ventilación, luces y líneas de fachada.

Hoy día, la puerta se halla en la plaza de la Independencia, una plaza proyectada con la aprobación del Ayuntamiento de Madrid el 2 de enero de 1869. En este mismo año se estudió el posible proyecto de plataforma para la puerta y en 1872 la realización de una verja de cerramiento para circundar el monumento consistente en la disposición de una elegante balaustrada de hierro que sustituyese a la sencilla barra que poseía. Ante este nuevo propósito, el académico Peyronnet hizo una moción sobre la conveniencia de que el ayuntamiento se percatase de lo poco acertado que sería disponer esta balaustrada porque además de reducir y empequeñecer la puerta monumental perjudicaría sus efectos perspectivos.

Al tratarse de un tema tan urgente, el 14 de marzo de 1872 la Academia comunicó a la municipalidad el haber designado a dos de sus individuos para formar parte del jurado calificador y su opinión de no creer acertada la disposición de una verja a corta distancia de la plataforma sobre la que descansaba el monumento y menos colocar pedestales para estatuas en su perímetro, ya que, aunque rica y grandiosa por sus líneas y proporciones, la puerta no tenía la altura ni las condiciones especiales de un arco de triunfo. Además, por poca elevación y anchura que se le diesen a los pedestales, las visuales dirigidas a la altura de sus cabezas tropezarían siempre con las impostas de los arcos cubriendo gran parte de los pilares, dictamen que sería aprobado por el ayuntamiento al desechar el proyecto de dicho cerramiento.

Mientras que se construía la obra anterior, la Junta Particular del 28 de agosto de 1771 sospechó que Antonio Pló estaba próximo a dirigir una obra de arquitectura en la iglesia- hospital de San Fermín en el Prado, cuando sólo podía dirigir las obras un maestro aprobado. Parece ser que la obra consistía en levantar el piso de la pequeña puerta de entrada para igualarlo con el del Prado y subir la misma puerta con arreglo a lo que había prevenido el ingeniero director José de Hermosilla. Ante esta sospecha, Hermosilla comunicó a la Academia el 22 de agosto que, por medio del Comisario de Guerra José Tomás López, individuo de la Congregación de los Navarros, había señalado la altura a la que debía quedar el piso del Prado a fin de disponer la entrada principal del hospital de San Fermín y que dicho comisario le había informado de que la obra iba a ser ejecutada por Antonio Plo, hecho que le extrañó por cuanto que este individuo no poseía el título que le habilitaba para ello.

Hermosilla fue autor de una traducción de la obra de Vignola y los dibujos del Hospital General de esta Corte, obra que había dejado cuando estaban ya fuera los cimientos y elevado el edificio hasta el piso principal. También del hospital levantado en El Escorial en compañía de otros ingenieros, cuyos diseños fueron colocados en el Cuarto del Rey dentro del Palacio Real de Aranjuez, como también del plano de la Carretera de Castilla con Portugal, tras la campaña de aquel reino en la que había servido. Del mismo modo, se ocupó de elaborar los dibujos para la reedificación del colegio mayor de San Bartolomé (Salamanca), del retablo de la sacristía de los Trinitarios Calzados (Madrid) formado por dos columnas y dos pilastras de orden dórico y los diseños elegidos para la ejecución del Paseo de El Prado, en los que sacó partido de la irregularidad del terreno y los límites que le fueron prescritos.


Fuentes académicas:

Arquitectura. Hospitales y Orfanatos. Siglos XVIII y XIX. Sig. 2-29-5; Arquitectura. Plazas de toros, mercados, puertas, puentes, observatorios, hospitales, teatros, torres, murallas, museos, institutos, ministerios. Siglo XIX. Sig. 2-43-1; Comisión de Arquitectura. Maestros de Obras, 1758-1780. Sig. 2-15-1; HERMOSILLA, José de. Informe y dibujo de la iglesia de San Francisco El Grande de Madrid, sf. Sig. 2-32-3; Sección de Arquitectura. Informes. Urbanismo, 1865-1878. Sig. 2-42-7; Secretario general. Académicos. Arquitectos, 1750-1831. Sig. 1-44-2; Secretario general. Académicos. Arquitectos, 1814-1820. Sig. 1-43-3; Secretario general. Académicos de honor, de mérito y consiliarios, 1753-1777. Sig. 6-93-5; Secretario general. Enseñanza. Pensionados, 1761-1878. Sig. 1-50-4; Secretario general. Enseñanza. Pensionados, siglos XVIII y XIX. Sig. 1-48-7; Secretario general. Enseñanza. Pensionados. Arquitectura, 1748-1807. Sig. 1-49-6;

 Otras fuentes: Plataforma que se proyecta para la Puerta de Alcalá, Madrid 1869. 0-89-6-6 (AVM); RODRÍGUEZ, Ventura. La Puerta de Alcalá, 1769 (nº de inv: 3103 (1ª Idea), 3104, (2ª Idea), 3105, (3ª Idea), 1787 (4ª Idea) y 3106 (5ª Idea) (Museo de Historia)


Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM


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