Ribas y Solá, FélixBarcelona, 1797 - Barcelona, 1864


Hijo de José Ribas Aymar y ¿Girias? Solá, nació en Barcelona el 12 de septiembre de 1797 y fue bautizado al día siguiente en la iglesia parroquial de San Pedro de la Puellas. Murió en la misma ciudad en 1864. Comenzó sus estudios en la Escuela gratuita de Arquitectura de Barcelona, centro en el que recibió clases de Matemáticas Puras y cursó durante tres temporadas académicas la enseñanza teórico-práctica de la arquitectura bajo la dirección del académico de mérito Antonio Celles. Durante estos años aprendió los órdenes con escorzos y sombras, los templos griegos, las obras de Bails, Paladio, Milicia, Vitrubio y demás autores notables, al tiempo que realizó varios proyectos de edificios públicos y particulares en terrenos regulares e irregulares, limitados e ilimitados. Además de estos conocimientos, estudió las enseñanzas de Física, Química, Mineralogía como las lenguas francesa, inglesa e italiana.

Perteneciendo a la carrera militar, solicitó el 22 de septiembre de 1833 de la Academia de San Fernando su admisión a los ejercicios para la clase de maestro arquitecto presentando como prueba de pensado el proyecto de una Casa de contratación (del A-1193 al A-1197) con su informe facultativo y el avance del coste de la obra, la fe de bautismo, la certificación de sus estudios librada por el maestro Antonio Celles y la justificación de su conducta moral y política.

La Junta de la Comisión de Arquitectura reunida el 24 de septiembre de 1833 examinó la obra y los documentos aportados, acordando el pase del pretendiente al resto de los ejercicios de reglamento. Fue admitido en la Junta Ordinaria del 29 del mismo mes, fecha en la que le fueron sorteados los programas de repente. Le tocaron en suerte los números 43, 97 y 90, los cuales respondieron respectivamente: «Puerta y entrada a una Plaza de armas con registro y habitacn para una compañía de Guardia, adornada de Arquitectª robusta correspondiente al edificio. Planta, y fachada, y un corte», «Sacristía para una Catedral adornada de orden jonico en la que se há de disponer oratorio secreto y demas piezas á su comodo uso y custodia de las Alajas. Planta y corte» e «Ydear una Alhóndiga con piezas para custodia de los generos respectivos á ellas y demas para la contratación. Planta, fachada y corte geométricos». De los tres asuntos escogió el nº 90, es decir, una Alhóndiga con sala de contratación y peso real (A-1192), elección que comunicó a la corporación el 3 de octubre.

La Junta de Examen tuvo lugar la tarde del 23 de octubre de 1833, asistiendo a ella como vocales los profesores Juan Antonio Cuervo, Antonio de Varas, Juan Miguel de Inclán, Custodio Moreno, Miguel Fernández Loredo y Martín Fernández de Navarrete. Cotejada la obra de pensado con la de repente que el interesado explicó una vez entrado en la sala, se procedió a la realización del examen teórico. Félix Ribas comenzó este nuevo ejercicio tratando el gusto arquitectónico, el origen de la arquitectura, la maquinaria, el punto de apoyo y de gravedad, así como las potencias y resistencias contraídas a la doctrina de la palanca. Enseguida se centró en el tratado de las bóvedas, explicando sus diferentes formas y nombres en función de su curvatura y el plano o las líneas que las generaban. Posteriormente en las nivelaciones y los instrumentos que requerían estas operaciones para tratar después el levantamiento de un plano, operando con la plancheta o el grafómetro. A continuación, se le hicieron algunas observaciones acerca de su obra de pensado, formas y construcción. Después se introdujo en la montea, las bóvedas y sus diferencias, concluyendo el examen con la explicación del modo y las reglas con las que se contaban para hallar y montear las diferentes curvas y aristas que había diseñado en su propia obra.

Satisfechos los examinadores con las obras ejecutadas y las contestaciones dadas a las preguntas formuladas le vieron con mérito para ostentar el título le de maestro arquitecto, grado que le fue concedido en la Junta Ordinaria del 10 de noviembre de 1833, a los 36 años de edad. En este mismo año desarrolló un estudio acerca de la «Utilidad de los estudios de las ciencias naturales al arquitecto».

El 7 de enero de 1834 solicitó su admisión a los ejercicios para el grado de académico de mérito, pero dispensándole el tiempo que le quedaba según indicaban los Estatutos entre su aprobación como arquitecto y la recepción para académico, porque estaba en el servicio activo y le sería difícil poderlos realizar más adelante. La solicitud fue estudiada en la Junta de la Comisión de Arquitectura el 11 de marzo y Junta Ordinaria del 16 del mismo mes, momento en que fue rechazada su solicitud en vista de que el interesado tan sólo había dado como única prueba de su mérito el ejercicio presentado en la Junta Ordinaria del 11 de marzo de 1834 para la obtención del título de maestro arquitecto. Esta no era la primera vez que lo solicitaba ya que lo había pedido previamente el 29 de octubre de 1833 y le había sido denegada en la Junta del martes 5 de noviembre de ese mismo año.

El 25 de noviembre de 1833, una real orden de la reina acordó estimular el genio de los profesores de la Academia de San Fernando a través de la erección de un monumento artístico dedicado a consagrar la memoria del juramento hecho por Isabel II como princesa heredera de estos reinos y su advenimiento al trono. Debía publicarse en los periódicos después de aprobarse por S.M. y ofrecerse el premio honorífico y remuneratorio al profesor que la Academia estimase con más mérito. Los autores tenían la libertad de diseñar el monumento en el lugar que creyesen más oportuno y el ganador obtendría un premio consistente en una medalla de oro de 6 onzas que tendría la efigie de la reina y en su reverso la inscripción laureada «Mª Cristina de Borbon Reina Gobª á N (qe será el nombre del qe obtenga el premio)».

La Academia tuvo preparado el programa el 16 de diciembre y la reina lo aprobó el 8 de enero de 1834. Los profesores que firmaron la oposición fueron Carlos del Bosch y Romaña; Pedro Manuel de Belaunzarán; Patricio Rodríguez; Andrés Coello; Manuel Rojas; Constantino Germán; Marcos Arnaiz; Diego Monroy y Aguilera (pintor de Cámara de S.M.); Antonio Capo González; Romualdo de Vierna; Narciso Labrador; Antonio Sancho y Arango; José María Guallart y Sánchez; Francisco García Martínez; Juan Morán Lavandera; José Gutiérrez (profesor de pintura); Francisco Elías Burgos; Juan José Ribera; Luis de Olarieta; Pedro García; José de Tomás; Francisco Javier Adán; Inocencio Ladrón de Guevara; Lorenzo Hidalga y Luis Rigalt. A éstos cabría añadir los nombres recogidos en la lista que el académico Antonio Celles remitió a Custodio Moreno desde Barcelona en febrero de 1834, en la que aparecían como opositores: José Fontseré; José Oriol; Félix Ribas y los alumnos Onofre Alsamora, Víctor Martí, Pablo Jener, José Mestres, Francisco Barba, Antonio Rubira, Carlos Gras y Francisco Ribas. Asimismo, los de Fernando Llacer y Viana, académico de mérito por la Escultura de la Academia de San Carlos de Valencia; Francisco Guillem y Juan Lizusoáin, este último profesor de Adorno y Decoración en Sevilla.

Las obras presentadas, un total de 23, fueron muy variadas respecto a su forma y ubicación. Algunos vieron el monumento como un obelisco, un gran pedestal con escalinatas, un templete circular de diferentes órdenes, una columna o una fuente, en lugares tan dispares como la plaza de Oriente a espaldas del gran teatro dando frente a la calle Arenal; en el sitio o paso del río Manzanares llamado del Vado frente al puente de Santa Isabel o en el sitio que ocupaba la puerta llamada de Atocha.

La Junta General celebrada a las 11 de la mañana del día 19 de septiembre de 1834 tuvo como objeto la adjudicación de los premios con arreglo al programa publicado en la Gaceta el 7 de enero anterior. Debido a que el viceprotector sufrió una grave enfermedad ocupó la presidencia el conde de Parcent al ser el consiliario más antiguo. A la junta asistieron 49 profesores en total, siendo el secretario Fernández de Navarrete y no habiendo podido acudir los académicos de honor marqués de Bajamar y marqués de Piedra Blanca, así como los académicos de mérito Francisco Javier de Mariáegui, Elías Villalobos, José París y José Castelaro.

Estudiadas previamente todas las obras y ejecutada la votación secreta resultó que ninguna de ellas era merecedora del premio, por lo que la Academia acordó comunicar al gobierno que fuese ella misma la que arreglase uno o mas pensamientos del monumento artístico a fin de poder presentar alguno a S.M. que reuniese y conciliase el decoro y esplendor de las artes.

En vista de lo acordado en la Junta anteriormente señalada, la Junta de la Comisión de Pintura, Escultura y Arquitectura reunida el 3 de diciembre de 1834 acordó, sin embargo, otra solución para resolver el problema consistente en el volver a organizar una nueva convocatoria y publicación sencilla del mismo programa, debiendo los autores añadir por escrito, aparte de las razones artísticas y filosóficas de las diferentes obras, el cálculo aproximativo del coste que tendrían y el sitio que consideraban más apto para su colocación.

Mientras tanto, y en vista de la Real Orden de 25 de enero de 1834 expedida por la reina, por la que tanto la Academia de San Fernando como sus juntas delegadas en las provincias y las academias de la misma clase de San Carlos de Valencia, San Luis de Zaragoza y la Concepción de Valladolid eran los únicos organismos capacitados para examinar y aprobar a los pretendientes al título de agrimensores y aforadores, Félix Ribas solicitó de la academia madrileña su habilitación en esta clase el 7 de junio de 1836, a fin de poder desempeñar la medición de tierras y demás particularidades que incumbían a los agrimensores. Vista su petición, se acordó expedirle el grado el 11 del mismo mes sin otro requisito que la del abono de los derechos que prefijaba la real orden.

En 1836, Ribas presentó a la Academia en prueba de su aplicación y adelantamiento las plantas y el alzado de «un Liceo de ciencias y artes», proyecto que una vez examinado por la Junta de la Comisión de Arquitectura el 20 de septiembre se vio «con agrado su laboriosidad y mejor deseo de adelantamtos sobre los que tiene manifestados en el egercicio de su recepción».  No obstante, antes de acabar el año solicitó de nuevo su admisión a los ejercicios para la clase de académico de mérito. Fue finalmente admitido por la Comisión de Arquitectura el 13 de diciembre de 1836 y por la Academia el 18 del mismo mes, relevándosele la adición del diseño demostrativo. En esta fecha le sortearon los programas para disertar, tocándole en suerte los números 25, 11 y 15, los cuales respondieron respectivamente: «Nº 25,, Siendo una de las grande cuidados el que los Arquits  antiguos tuvieron para hacer las enlucidos, tanto en sitios secos como humedos; se deberá disertar ser este objeto aclarando hasta lo posible desde el capitulo primº hasta el sexto inclusive del Libro Segundo de Vitrubio./ Nº 11.. Se describirá el modo de construir las Bovedas de Rosca y tabicadas, expresando el orden de colocar el ladrillo en estas y en las de cañon seguido y sus resultantes; como tambien en las baydas, cúpulas y Pechinas. /Nº 15…,, En que clase de edificios deben tener aplicación cada uno de los ordenes de Arquitectura». Asimismo, se le señaló como asunto para la demostración práctica el diseño del «centro de la Puerta de Recoletos».

De los tres programas para disertar escogió el nº 15, elección que comunicó a la corporación el 16 de enero de 1837. El estudio fechado el 6 de marzo de ese mismo año recogía de forma somera las manifestaciones arquitectónicas de los hombres primitivos, los palacios y los jardines colgantes de Babilonia, los templos egipcios y la belleza del arte de mano de los griegos. A éstos le seguían los romanos, quienes añadieron a los órdenes dórico, jónico y corintio griegos, el toscano que era una degeneración del dórico cuyo origen se centraba en la Toscana, además del compuesto que tomaba su nombre por ser una mezcla del jónico y corintio.

Partiendo del hecho de que en la antigüedad fueron utilizados los órdenes en función del edificio al que iban a ser destinados, ya fuesen templos, teatros, casas, palacios, mausoleos, etc., Ribas indicó que los edificios públicos destinados al recreo o la instrucción eran susceptibles de manifestar por sus formas y decoración el objeto al que eran destinados, debiendo dotarlos del orden jónico y a veces del dórico, pero nunca del toscano. Respecto a las universidades y bibliotecas públicas cuyos edificios debían imponer respeto, se reservaba el dórico o en su lugar el jónico; a los monumentos de triunfo destinados a perpetuar la memoria de hombres ilustres, ya fuesen arcos de triunfo, templetes o columnas aisladas,  cualquiera de los órdenes conocidos; los observatorios astronómicos, museos, puertas de jardín y todos aquellos que inspirasen afecciones placenteras, el orden jónico; los edificios militares y de justicia, el dórico; las cárceles y las puertas de plazas de armas, el toscano. En cuanto a los edificios particulares divididos en urbanos y de recreo: los primeros se subdividían a su vez en palacios para príncipes a los que se destinaría el orden jónico, mientras que en las casas para personas de distinción y de particulares no debían llevar orden alguno, siendo los edificios de recreo susceptibles de aplicar en ellos indistintamente el dórico o jónico. 

La disertación fue examinada por los profesores, comenzando por Juan Miguel Inclán, que la devolvió corregida el 14 de marzo; Isidro Velázquez que lo hizo el 15; Custodio Moreno y Antonio de Varas el 5 y 28 de abril respectivamente, y por último Miguel Fernández de Laredo, quien la devolvió el 1 de mayo.

Los profesores se acordaron que el pretendiente había elaborado cuatro años antes una memoria bajo el título «Utilidad de los estudios de las ciencias naturales al arquitecto», la cual  había sido presentado a la Junta de la Comisión de Arquitectura en octubre  de 1833 y se había visto con mérito para conceder a su autor el grado que solicitaba, dado que su «[…] profesión tiene solo por adorno y positivamente no exerce tanto por su estado de conveniencias, como por el distinguido rango que disfruta en lo Militar y Politico ó Cibil». Este dictamen pasó a la Junta Ordinaria del 9 de julio de 1837, fecha en la que le fue concedido el grado de académico de mérito por 20 votos frente a uno sin exigirle el ejercicio de reglamento que le faltaba elaborar por su rango y circunstancias particulares. Félix Ribas dio las gracias a la Academia por la concesión de dicho grado el 17 de julio de ese mismo año.

En 1840, el Claustro de la Universidad Literaria de Barcelona le encargó la ejecución del edificio para su establecimiento en el convento que había sido de P.P. Carmelitas Calzados, con arreglo a los datos que le habían sido dictados y el mayor aprovechamiento de las fábricas y restos del incendio que había sufrió su iglesia y sacristía. Tras elaborar el proyecto y ser sometido a censura de la Academia el pensamiento en planta, con distinta tinta la nueva y vieja fábrica como los alzados, la Junta de la Comisión de Arquitectura del 16 de junio de 1840 acordó comunicar al interesado que los alzados eran incorrectos, principalmente el de la fachada principal, ático y frontispicio porque al igual que en la fachada había distinguido la obra nueva de la antigua lo mismo debería haber hecho en los alzados. Debido a esta advertencia ejecutó un nuevo proyecto en octubre de 1840 a fin de que pudiesen distinguirse mejor lo antiguo de lo que debía construirse. Pero volvería a presentar otros tantos diseños para la misma obra porque en la Junta Ordinaria del 3 de enero de 1841 se reseña que remite «dos planos proiecto de una Universidad pª Barcelona».

Antes de finalizar el año de 1840 sometió a censura de la Academia los diseños de un teatro para Barcelona, en el local ocupado anteriormente por el convento de Capuchinos. Debía tener una capacidad de aforo entre 3.300 y 3.500 personas con piezas de servicio análogo, café y punto de reunión para los asistentes, y sujetarse al coste de entre ochenta a noventa mil duros sin contar la parte de la decoración del palco escénico. Para este fin presentó dos plantas «en mayor escala que numera primera y segunda, aquella en doble de la del proyecto según las reglas de Rondelet, y la segunda a imitación del nuevo teatro de Genova [...]», de las cuales, la Junta de la Comisión de Arquitectura del 15 de septiembre prefirió como menos defectuosa la segunda, que podría arreglar, y de entre los alzados los regulados en la primera. Este dictamen fue aprobado por la corporación en la Junta Ordinaria del 20 de septiembre de 1840.

A principios de 1841 se ocupó de las obras de un mesón, una casa de ayuntamiento y escuela pública para el pueblo de Tiana (Barcelona) que debía construirse en el terreno que por entonces estaba destinado al juego de la pelota. El proyecto fue remitido a informe de la corporación y aprobado en la Junta Ordinaria del 14 de marzo de 1841, lo mismo que lo fue el proyecto de la escuela pública para el pueblo de Molins de Rey (Barcelona) en la Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 6 de julio.

Al año siguiente elaboró el proyecto de una cárcel pública para la ciudad de Vich (Barcelona) en el lugar que había sido convento de P.P. Capuchinos. Diseñó el pensamiento en planta y alzados, haciendo mención de las dificultades que ofrecía la poca altura de los techos y la necesidad de aprovechar las antiguas fábricas del edificio que estaban en buen estado, las cuales distinguía con diferentes tintas. El proyecto fue aprobado en la Junta de la Comisión de Arquitectura el 16 de agosto de 1842, siendo corroborada dicha aprobación por la Academia en la Junta Ordinaria del 21 de ese mismo mes. No obstante, antes de acabar el año remitió el proyecto de un puente sobre el río Cardener, que el Ayuntamiento de Manresa (Barcelona) le había encargado para evitar a los vecinos las incomodidades que sufrían porque de los dos puentes existentes en las inmediaciones, uno era de época romana y no podía hacerse uso de él por los medios auxiliares de entonces y el otro estaba construido en dirección opuesta a la carretera de esa capital. El nuevo puente debía realizarse en piedra caliza con arcos escarzanos, mejor que elípticos, y en la distancia que mediaba entre la ciudad y la entrada del puente era necesario un paseo con dos sencillas fuentes a fin de no aumentar demasiado el coste de la obra. La Comisión de Arquitectura celebrada la mañana del martes 7 de febrero de 1843 examinó y aprobó el citado proyecto, siéndolo definitivamente por la Academia en la Junta Ordinaria del 19 del mismo mes.  Tres años mas tarde se le aprobó el plano para el Colegio Barcelonés, obra consistente en la reforma de una parte del ex convento de monjas de Santa Isabel, aún sin ser necesaria la censura de este tipo de obras por parte de la corporación (Junta de la Sección de Arquitectura del 8 de mayo de 1846).

A principios de los años cincuenta el arquitecto Antonio Herrera de la Calle examinó su proyecto para completar la cárcel pública de Barcelona, sobre el terreno que había sido huerta de los P.P. Seminaristas. Este profesor fue de la opinión que en vista de que el edificio estaba en parte construido, Ribas había sacado partido del terreno a la hora de hacer la distribución, aunque quedaban algunos espacios principales y necesarios reducidos como eran los cuartos destinados a los presos que pagaban estancia y que por esta razón debían ser más espaciosos y cómodos, además de algunos calabozos carentes de suficiente ventilación. Respecto a las fábricas, alturas y pisos, apreció que el autor no había prescindido de unir el nuevo proyecto con la fábrica existente; la decoración exterior la había resuelto a través de dotar a las fachadas de dovelajes y almohadillados en todas las ventanas, siendo más correcto haber imitado el piso bajo «a hiladas  lisas de cantería, y conservando en todos los huecos las jambas o guarniciones que actualmente se ven, o bien sustituir otras molduras de mas gusto sin perder de vista su carácter»; el lugar elegido para el escudo de armas no era el más adecuado, pudiendo reducir sus dimensiones y colocarlo sobre la puerta principal o también disponer dos en el muro de la fachada, uno a cada lado de la ventana del centro; y por último, la conveniencia de variar la forma de los templetes de hierro.  El informe de Antonio de Herrera fue aprobado por la Sección de Arquitectura el 3 de abril de 1850 y por la Academia tres días más tarde, momento en que se comunicó al autor la necesidad de hacer ligeras correcciones en su proyecto a fin de ampliar y completar el edificio.

Las correcciones fueron introducidas en los planos presentados en julio de ese mismo año, correcciones que hacían referencia a la distribución, comodidad, seguridad exterior y decoración exterior del edificio. Los nuevos planos fueron censurados de nuevo por el profesor Herrera de la Calle, quien el 24 de julio de 1850 dio el visto bueno a los mismos. Tras ser aprobados los dibujos por la Sección de Arquitectura el 6 de agosto, en la Junta General del 29 de septiembre de este mismo año se propuso la devolución de los planos a su autor a fin de que los pusiera en limpio cuando más le conviniese.

En 1851 trabajó en el proyecto del salón para el claustro de la Universidad de Barcelona, obra que sería censurada por Narciso Pascual y Colomer y calificada por este profesor de «irregular en su concepcion y en su desarrollo». Teniendo presente que el propio Ribas había afirmado que no existir lugar en el edificio donde ubicar el salón, Pascual y Colomer fue de la opinión que no debía levantarlo bajo ningún concepto porque de construirse se vería al poco tiempo su inutilidad y la inversión innecesaria de los caudales públicos. Por otro lado, Ribas había cerrado un espacio con una armadura sin arte y sin un estudio previo, tal y como lo podría haber hecho un simple obrero, proyectando una armadura de 78 pies de luz con simples pares y sin piezas que contuviesen sus empujes. Dicho espacio, al ser muy amplio y cerrado, necesitaba de otro intermedio para que entrase la atmósfera, aparte de un cierre interior que evitase la condensación de los vapores producidos por los asistentes. Además de estos fallos, el autor había definido su obra como gótica para que armonizase con la obra ya ejecutada, cuando para Pascual y Colomer no era gótica, ni gótica secundaria ni gótica terciaria. El informe de Colomer fue aprobado por la Sección de Arquitectura el 25 de abril de 1851, pasando la censura de la Academia en la Junta General del 11 de mayo.

En este mismo año trabajó también el proyecto de un camarín de nueva planta destinado para la efigie de Jesús Nazareno en la parroquia de San Pedro de Barcelona. En la Junta General del 3 de agosto la Academia propuso al interesado la inclusión de algunas reformas que debían hacerse en la obra, siendo aprobado el proyecto en su totalidad en la Junta General del 2 de noviembre de ese mismo año.

El 15 de enero de 1854 Juan Bautista Peyronnet llevó a cabo el informe correspondiente al proyecto de Ribas sobre la renovación de la nueva planta para la Universidad Literaria de Barcelona. Lo encontró con las condiciones que se establecían en el plan de estudios, con las plantas dispuestas acertadamente y satisfaciendo todas las necesidades que exigía un edificio de este tipo, sin embargo, también advirtió la mala disposición de las luces del paraninfo ya que la luz penetraba en la estancia a través de unas minúsculas ventanas colocadas sobre la cornisa, lo que hacía penetrar una luz débil que sólo alumbraba una pequeña zona del teatro mayor. Asimismo, la conveniencia de que las ventanas de la biblioteca fuesen rectangulares para aumentar la luz; que el bajorrelieve del Señor en el templo de los Doctores se agrandase y fuese de forma rectangular en relación con los laterales, y que se reformasen los pabellones de la fachada principal suprimiendo uno de los tres huecos. El informe del arquitecto Peyronet sería aprobado por la Sección de Arquitectura el 19 de enero de 1854, pero en vista de que el arquitecto debía introducir las correcciones indicadas remitió mas tarde los planos en limpio, siendo aprobados en su totalidad por la Sección el 6 de septiembre y por la Academia el 15 de octubre de 1854.


Fuentes académicas:

Arquitectura. Casas consistoriales, 1818-1861. Sig. 2-30-5; Arquitectura. Cárceles, 1842-1853. Sig. 2-30-2; Arquitectura. Monumentos públicos, placas conmemorativas, lápidas, sepulcros, alineaciones urbanísticas, etc., siglo XIX. Sig. 2-28-3; Arquitectura. Teatros, 1788-1862. Sig. 2-29-1; Arquitectura. Puentes, 1820-1859. Sig. 2-31-10; Arquitectura. Universidades, institutos y escuelas, 1789-1861. Sig. 2-29-2; Comisión de Arquitectura. Agrimensores, 1791-1857. Sig. 2-20-8; Comisión de Arquitectura. Arquitectos, 1833. Sig. 2-10-2; Comisión de Arquitectura. Informes, 1829-1838. Sig. 1-30-3; Comisión de Arquitectura. Informes, 1839-1850. Sig. 1-30-5; Comisión de Arquitectura. Informes, 1846-1855. Sig. 1-30-2; Comisión de Arquitectura. Informes, 1846-1855. Sig. 1-30-2bis; Libro de actas de juntas ordinarias, extraordinarias, generales y públicas, 1839-1848. Sig. 3-90; Libro de actas de juntas ordinarias, extraordinarias, generales y públicas, 1848-1854. Sig. 3-91; Libro de actas de juntas ordinarias, generales y públicas, 1831-1838. Sig. 3-89; Libro de registro de maestros arquitectos aprobados por la Real Academia de San Fernando, 1816-1900. Sig. 3-154, nº 156; RIBAS, Félix. Memoria que presenta sobre el programa: «En qué clase de edificios deben tener aplicación cada uno de los órdenes de Arquitectura», Madrid, 1837. Sig. 3-312-24; RIBAS, Félix. Utilidad de los estudios de las ciencias naturales al arquitecto, Madrid, 1833. Sig. 3-313-10; Sección de Arquitectura. Informes sobre realización de obras, 1851, 1881-1901. Sig. 4-81-16; Secretario general. Académicos. Arquitectos, 1832-1837. Sig. 1-44-3; Secratario general. Académicos de honor, 1820-1845. Sig. 1-40-7.


Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM


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