Olarieta, Lucio deCuenca, 1797 - "?, ?"


Nació en Cuenca hacia 1797. Posteriormente se trasladó a Madrid para matricularse como alumno en la Academia de San Fernando. Durante 1817 cursó los estudios de Geometría de dibujantes bajo la dirección de Juan Miguel de Inclán, pasando en 1818 al Dibujo de figura, ganando en el trimestre de dicho año un segundo premio en Figuras. A partir de 1819 comenzó sus estudios de arquitectura bajo la dirección de Juan Antonio Cuervo y particularmente bajo la del profesor Custodio Moreno, mismo año en que obtuvo el 1º premio de Adorno y empezó sus estudios de Perspectiva. En 1820 cursó Aritmética, Geometría práctica y Matemáticas en la misma Academia y en 1824 presentó los diseños de «una Casa de campo para un Príncipe, compuestos de planta y alzados, y la vista perspectiva tomada entre la fachada y un costado» para que la corporación académica viera sus adelantamientos en este arte. Fueron vistos en la Junta Ordinaria del 2 de mayo de 1824, momento en que se vio el progreso que había alcanzado el discípulo. El mismo mérito se vio en la Junta Ordinaria del 1 de mayo de 1825  a los elaborados en planta, fachada, corte y costado de una capilla circular dibujada por Olarieta al estilo de la Escuela Real Politécnica de París, con una vista en perspectiva de la misma. 

A partir de 1825 le veremos asistiendo al estudio del arquitecto Pedro de Ávila con quien aprendió la práctica y el mecanismo de la construcción, ayudándole en ocasiones en el replanteo, las medidas, tasaciones y el levantamiento de planos de varios edificios dentro y fuera de Madrid.

El 27 de abril de 1827 solicitó su admisión a los ejercicios para la clase de maestro arquitecto, presentando como prueba de pensado el proyecto de un Palacio termal con capillas y teatro para un monarca (del A- 1978 al A- 1982) con su informe facultativo y el avance del coste de la obra, la certificación de práctica librada por su maestro Pedro de Ávila y la justificación de su conducta moral y política.

La Comisión de Arquitectura reunida el 2 de mayo de 1827 examinó la obra y los documentos aportados, acordando el pase del pretendiente al resto de los ejericios de reglamento. Fue admitido en la Junta Ordinaria del 6 del mismo mes, fecha en la que le sortearon los programas de repente. Le tocaron en suerte los números 21, 63 y 91, los cuales respondieron respectivamente: «Un Gabinete adornado para una señora principal, con su alcoba en el testero. Planta y alzado», «Una casa de labrador con las oficinas y comodidades á tres pares de labor, granero, pajares y corral.- Planta, fachada y corte» y «Sala para hacer el estuio del Natural y otra para el antiguo con alguna habitacion para el Portero.- Se demostrará en planta, fachada y una seccion». De los tres asuntos escogió el nº 91, es decir Una sala para el estudio del natural y el antiguo (A-178), elección que comunicó a la Academia el 8 de mayo.

La Junta de Examen tuvo lugar el día 16 de junio de 1827, asistiendo a ella los profesores Manuel González Montaos, Juan Antonio Cuervo, Julián de Barcenilla, Juan Miguel de Inclán, Custodio Moreno y Martín Fernández de Navarrete, este último en calidad de secretario. Cotejada la obra de pensado con la de repente que el interesado explicó una vez entrado en la sala, se procedió a la realización del examen teórico. Olarieta comenzó este nuevo ejercicio contestando a las preguntas que le hicieron los profesores sobre las prevenciones que debía tener presentes a la hora de realizar un palacio termal, el replanteo, la preparación del terreno y la conducción de las aguas, aún trayéndolas de lugares desiguales y distantes. Después sobre puentes rectos e inclinados según la corriente de las aguas, el método de conocer su dirección para fijar los puntos convenientes y otras cuestiones relativas a la aplicación de la geometría a la arquitectura.

Satisfechos los examinadores con las obras ejecutadas y las respuestas dadas a las preguntas formuladas le hallaron con mérito para ostentar el título de maestro arquitecto, grado que le fue concedido en la Junta Ordinaria del 17 de junio de 1827, a los 30 años de edad.

A finales de 1829 llegó a informe de la Academia su diseño en planta y alzado para los retablos colaterales de la iglesia del Real Colegio de Misioneros en la villa de Ocaña (Toledo) ejecutados por encargo especial del prelado Francisco Mañas, que mereció la aprobación de la Comisión de Arquitectura el 15 y 17 de diciembre de 1829.

A principios de 1830 remitió los diseños nuevamente formados para el arreglo de la casa e iglesia particular de los PP. de la Misión de Barcelona, ejecutados por encargo de su prelado, los cuales fueron examinados por la Junta de la Comisión de Arquitectura el 9 de marzo de 1830. Pero a mediados de este mismo año lo sería el diseño para el retablo que debía construirse en una capilla dedicada a Santa Juana de Maza en el convento de PP. Dominicos de la ciudad de Palma de Mallorca, que la Comisión de Arquitectura halló arreglado y digno de aprobación el 13 de julio.

En 1831 solicitó su admisión a los ejercicios para el grado de académico de mérito, siendo admitida dicha petición en la Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 16 de agosto de 1831 y la Junta Ordinaria del 21 del mismo mes. Para este fin le fueron sorteados los asuntos para disertar, tocándole en suerte los números 21, 18 y 28, de los cuales escogió el primero: «[...] origen de los órdenes de Arquitectura, señalando los autores que con más propiedad y conocimiento lo describen, demostrando la analogía que guardan entre sí a qué clase de oficios correspondan […]». 

Se trataba de un estudio minucioso en el que el autor señalaba como origen de los órdenes los troncos de los árboles, sostenes principales de las chozas que podían ser lisos, acanalados o en espiral. Estos troncos se convirtieron en columnas de piedra, cuyas basas se introdujeron para que la madera no se pudriera y los troncos se rebajasen con su peso, siendo necesarios también los capiteles sobre el fuste para ensanchar gradualmente el apoyo en donde debía ir el madero horizontal. Explicó que la decoración de los capiteles (hojas, volutas, caulículos, festones, etc.) procedía de las ramas de los troncos y estaba proporcionada en función de los gruesos de los árboles que debían sostenerlas. En cuanto al arquitrabe, el friso y la cornisa que conforman el entablamento, el primero había nacido del primer madero dispuesto horizontalmente sobre los troncos verticales de las antiguas casas o cabañas; el segundo de los maderos puestos transversalmente sobre los anteriores mientras que la tercera de las cabezas de dichos maderos, de las cuales surgirían los triglifos y las metopas del orden dórico. Por otro lado, los frontones habían aparecido de la cubierta a dos aguas de las chozas rectangulares mientras que las basas, los zócalos, basamentos y pedestales al tener que preservar el edificio de la humedad a través de maderos o piedras.

Ante lo expuesto, los órdenes surgieron de la estructura en madera de la cabaña, pero aún faltaba arreglarlos a imitación del cuerpo humano para hacerlos bellos a partir de dos principios: la simetría y la euritmia. La columna se convirtió en el elemento más importante del orden porque el diámetro medio de su fuste dio la proporción de los distintos órdenes, teniendo de este modo los siguientes diámetros respecto a su altura: en el dórico 1/8, el jónico 1/9 y el corintio 1/10. A su vez, la cornisa respecto a la de la columna debía mantener unas proporciones: en el dórico 2/8, el jónico 2/9 y el corintio 2/10, mientras que el diámetro de la columna respecto a toda la altura del orden: 1/10 en el dórico, 1/11 en el jónico y 1/12 en el corintio.

Continuó su estudio de los órdenes analizando cada uno de forma individualizada por lo que comenzó con el dórico, de todos el primero en nacer y por ello, el que más variaciones había sufrido; basta mencionar el hecho de que en un primer momento su altura había sido de 4 a 5 diámetros; 6 en tiempo de Pericles; 7,5 en época romana y 8 en el siglo XIX incluyendo la basa. Por otro lado, la columna jónica tuvo al principio 8 diámetros, dándole los romanos 9, mientras que la altura de la columna corintia tuvo en un comienzos 8 y un cuarto, para después fijarse en 10 diámetros. 

Tras hacer un recorrido por los diferentes elementos que diferenciaban a un orden de otro y calificar las espirales del fuste de las columnas de la tribuna Vaticana como «monstruosas, como lo son las piernas torcidas», centró su atención en el éntasis o galbó de las columnas, la necesidad de conservar el carácter de los órdenes y nunca mezclarlos, en la insensatez de formar nuevos órdenes como se pretendía y en los dos nuevos órdenes que los romanos añadieron a los griegos: el toscano, más simplificado que el dórico, y el compuesto, mezcla del jónico y el corintio. Finalizó la primera parte de su disertación definiendo las pilastras como «columnas cuadradas y por consecuencia las corresponde lo qe á las columnas; esto es, basas, disminucion, capiteles, etc. Son menos bellas qe las columnas, por lo que  no debe hacerse uso frecuente ó sin necesidad, y nunca aisladas. En los angulos de los muros son necesarias y encastradas en las fachadas son tolerables».

Dedicó la segunda parte de su estudio recopilando las distintas opiniones de autores clásicos que habían descrito, medido y coordinado los órdenes de las ruinas antiguas, entre ellos Vitrubio Polión, Andrés Paladio, Vicencio Scamozzi y Jacobo Barocio de Viñola, exponiendo ejemplos de obras destacadas de la Antigüedad como el teatro Marcelo, el templo de la Fortuna Viril, el Panteón o el templo de Júpiter Stator en Roma.

Además de la disertación, elaboró como prueba demostrativa la «Fachada de la  ¿mortenga? según la dibujó D. Ventª Rodriguez; y una cripta en perspectiva de cómo está en el dia». Obtuvo finalmente el grado de académico de mérito en la Junta Ordinaria del 26 de febrero de 1832 por uniformidad de votos.

A mediados de 1833 hizo presente a la institución académica su eminente viaje a París y a otras ciudades francesas, con el intento de examinar por sí mismo las obras clásicas y las producciones artísticas de esos lugares. Para este fin, suplicó a la Academia le fuese facilitada una certificación de ser profesor académico, petición que fue examinada en la Junta Ordinaria del domingo 25 de agosto de 1833.

El 25 de noviembre de 1833 una real orden de la Reina gobernadora acordó estimular el genio de los profesores de la Academia de San Fernando a través de la erección de un monumento artístico dedicado a consagrar la memoria del juramento hecho por Isabel II como princesa heredera de estos reinos y su advenimiento al trono. Debía publicarse en los periódicos, previa aprobación de S.M., teniendo presente que se otorgaría el premio honorífico y remuneratorio al profesor que la Academia estimase con mayor mérito de todos. Los autores tenían la libertad de diseñar el monumento que quisiesen en el lugar que creyesen más oportuno, sabiendo que al ganador se le concedería un premio consistente en una medalla de oro de 6 onzas con la efigie de la Reina y en su reverso la inscripción laureada: «Mª Cristina de Borbon Reina Gobª á N (qe será el nombre del qe obtenga el premio)».

La Academia tuvo preparado el programa el 16 de diciembre, siendo aprobado por la Reina el 8 de enero de 1834. Los profesores que firmaron la oposición fueron Carlos del Bosch y Romaña; Pedro Manuel de Belaunzarán; Patricio Rodríguez; Andrés Coello; Manuel Rojas; Constantino Germán; Marcos Arnaiz; Diego Monroy y Aguilera (pintor de Cámara de S.M.); Antonio Capo González; Romualdo de Vierna; Narciso Labrador; Antonio Sancho y Arango; José María Guallart y Sánchez; Francisco García Martínez; Juan Morán Lavandera; José Gutiérrez (profesor de pintura); Francisco Elías Burgos; Juan José Ribera; Lucio, no Luis de Olarieta; Pedro García; José de Tomás; Francisco Javier Adán; Inocencio Ladrón de Guevara; Lorenzo Hidalga y Luis Rigalt. A estos cabría añadir los nombres recogidos en la lista que el académico Antonio Celles remitió desde Barcelona a Custodio Moreno en febrero de 1834, en la que aparecían como opositores: José Fontseré; José Oriol; Félix Ribas y los alumnos Onofre Alsamora, Víctor Martí, Pablo Gener, José Mestres, Francisco Barba, Antonio Rubira, Carlos Gras y Francisco Ribas. Asimismo, los de Fernando Llacer y Viana, académico de mérito por la Escultura de la Academia de San Carlos de Valencia; Francisco Guillén y Juan Lizusoáin, este último profesor de Adorno y Decoración en Sevilla.

Las obras presentadas, un total de 23, fueron muy variadas respecto a su forma y ubicación. Algunos vieron el monumento como un obelisco, un gran pedestal con escalinatas, un templete circular de diferentes órdenes, una columna o una fuente para ser ubicado en lugares tan dispares como la plaza de Oriente a espaldas del gran teatro dando frente a la calle Arenal; en el sitio o paso del río Manzanares llamado del Vado frente al puente de Santa Isabel, o bien en el sitio que ocupaba la Puerta de Atocha.

La Junta General celebrada a las 11 de la mañana del día 19 de septiembre de 1834 tuvo como objeto la adjudicación de los premios con arreglo al programa publicado en la Gaceta el 7 de enero anterior. Debido a que el viceprotector sufrió una grave enfermedad ocupó la presidencia el Conde de Parcent al ser el consiliario más antiguo. A la junta asistieron 49 profesores, siendo el secretario Fernández de Navarrete y no habiendo podido acudir los académicos de honor marqués de Bajamar y el marqués de Piedra Blanca, así como los académicos de mérito Francisco Javier de Mariátegui, Elías Villalobos, José París y José Castelaro.

Estudiadas previamente todas las obras y ejecutada la votación secreta resultó que ninguna de ellas se consideró merecedora del premio, por lo que la Academia acordó comunicar al Gobierno que fuese ella misma la que arreglase uno o más pensamientos del monumento artístico, a fin de poder presentar alguno a S.M. que reuniese y conciliase el decoro y esplendor de las artes.

En vista de lo acordado, la Junta de la Comisión de Pintura, Escultura y Arquitectura reunida el 3 de diciembre de 1834 pensó otra solución para resolver el problema generado, consistente en el volver a organizar una nueva convocatoria y publicación sencilla del mismo programa, debiendo los autores añadir por escrito las razones artísticas y filosóficas de las diferentes obras, el cálculo aproximativo del coste que tendrían y el sitio más apto para la colocación del monumento.

Por entonces, los arquitectos ingleses mostraron un gran interés por mantener estrechas relaciones con los arquitectos españoles a fin de conocer la arquitectura que realizaban. En la Junta Ordinaria del 8 de noviembre de 1835 se dio cuenta de una carta escrita por el presidente de la junta de arquitectos de Inglaterra remitiendo los estatutos que habían formado para el régimen y progresos de esta Noble Arte, pretendiendo con ello una reciprocidad y la cooperación entre los profesionales de ambos países en cuanto a la historia de la arquitectura, avances, etc., pues sabían el esmero con que en España había sido «mirada» en todos sus tiempos.

Para que todas las academias españolas se uniesen al proyecto y demostrasen a las academias extranjeras sus méritos y conocimientos, la Comisión de Arquitectura nombró a varios académicos de mérito, entre ellos José Segundo Izquierdo, León Gil de Palacio, Antonio Conde y González, Martín López Aguado, José París, Lucio de Olarieta, Andrés Bazán y Elías Villalobos. El 31 de enero de 1836 la junta de arquitectos de Gran Bretaña manifestó que, «con el fin de reunir más datos y noticias que pudieran contribuir al interés que presenta el programa que se ha hecho, convendría que pasasen ejemplares de éste por Secretaria a las Academias Rls. y a las Escuelas de Sevilla, Salamanca, Barcelona, y Segovia, como también a los Profesores y Academicos» que estimasen oportunos.

En este mismo año de 1836 Olarieta levantó el palacio del marqués de Casa Irujo (Madrid) y al año siguiente la Reina Gobernadora, conformándose con lo que había propuesto el 25 de junio la Junta de Enajenación de edificios de conventos suprimidos, acordó resolver que para los reconocimientos, mediciones y tasaciones de los mismos como de sus terrenos en Madrid, la Academia nombrase a dos arquitectos sacados en suerte entre los doce que creyese más acertados, debiendo elegir dos que residiesen en dicha villa. Enterada de esta petición, la corporación envió al secretario del despacho de la Gobernación de la Península la lista de los que creía reunían la mayor inteligencia, entre cuyos nombres figuraban los de Juan Miguel de Inclán, Custodio Teodoro Moreno, Martínez de la Piscina, Pedro Ayegui, Antonio Conde y González, Juan Francisco Rodrigo, Manuel Rodrigo, Lucio de Olarieta, Ladrón de Guevara, Martín Aguado, Antonio Zabaleta, José Sánchez Pescador, Tejada y Juan Morán Lavandera. Dos años más tarde Olarieta pidió una justificación de sus títulos y una recomendación para poder realizar un viaje artístico por Italia, solicitud que le fue concedida en la Junta Ordinaria del 5 de mayo de 1839.

Fue nombrado de nuevo en la Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 9 de febrero de 1841 y Junta Ordinaria del 14 de marzo director de la enseñanza de Aritmética y Geometría de dibujantes del Estudio de la calle de Fuencarral (Madrid), a raíz de la convocatoria de la plaza por el fallecimiento de Fermín Pilar Díaz, cuya muerte había sido notificada a la Academia a través de la Junta Ordinaria del 21 de junio de 1840. Este destino sería igualmente solicitado por Antonio Conde y González, José París, Atilano Sanz y Lucio de Olarieta, quienes en sus respectivas exposiciones acreditaron sus múltiples méritos profesionales sin conseguir el cargo.


Fuentes académicas:

Arquitectura. Monumentos públicos, placas conmemorativas, lápidas, sepulcros, alineaciones urbanísticas, etc., siglo XIX. Sig. 2-28-3;  Comisión de Arquitectura. Informes, 1821-1828. Sig. 1-30-1; Comisión de Arquitectura. Informes, 1829-1838. Sig. 1-30-3; Comisión de Arquitectura. Informes, 1839-1850. Sig. 1-30-5; Comisión de Arquitectura. Maestros Arquitectos, 1826-1827. Sig. 2-4-1; Libro de actas de juntas ordinarias, generales y públicas, 1831-1838. Sig. 3-89; Libro de registro de maestros arquitectos aprobados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1816-1900. Sig. 3-154, nº 54; OLARIETA, Lucio de. Disertación sobre el origen de los órdenes de Arquitectura, señalando los autores que con más propiedad y conocimiento lo describen, demostrando la analogía que guardan entre sí, a qué clase de oficios correspondan; programa señalado con el número 21 en el libro de asuntos de la Real Academia de San Fernando, Madrid, 1831. Sig. 3-311-2 y 3- 311-3; Secretario general. Académicos. Arquitectos, 1831-1837. Sig. 1-44-3; Secretario general. Académicos de honor, 1820-1845. Sig. 1-40-7; Secretario general. Solicitudes de nombramiento de profesores para reconocimiento de obras de arquitectura, pintura, escultura y grabado, 1779-1862. Sig. 2-27-5.


Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM


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