Hernández, BaltasarMontijo (Badajoz), 1796 - Fuencarral (Madrid), 1856


Nació Montijo (Badajoz) el 30 de noviembre de 1796 y murió en Fuencarral (Madrid) en 1856. En calidad de cadete del Regimiento de Infantería de Murcia se matriculó como alumno en la Academia el 5 de octubre de 1814, pero en 1815 ingresó en la Academia de Ingenieros de Alcalá de Henares donde estudió Matemáticas puras y aplicadas a la mecánica con sus prácticas, obteniendo en todas las clases la nota de sobresaliente, lo que le valió el ser nombrado profesor de esta enseñanza una vez concluidos los cursos. En 1819 terminó sus estudios y obtuvo su entrada en el cuerpo de dicha arma en la clase de teniente, siendo destinado en 1822 a la dirección de Aragón.

Tras ser purificado de su conducta en 1826 por los acontecimientos políticos acaecidos en 1823, fue destinado a la Capitanía General de Granada donde levantó los planos de la costa y formó el proyecto de su defensa general.

En 1828 le veremos en Melilla y siendo ascendido por el Rey el 12 de agosto como capitán de su Real Cuerpo de Ingenieros, ciudad en la que llevó a cabo las obras de fortificación de su plaza. Después de marcharse fuera de España debido a las conspiraciones liberales regresó en 1833, año en que ostentando el cargo de capitán retirado solicitó de la Academia el 27 de julio su admisión a los ejercicios para la clase de maestro arquitecto. Para este fin presentó como prueba de pensado el proyecto de un Hospicio (del A-2686 al A-2688) con su informe facultativo y el avance del coste de la obra, junto con la certificación de práctica librada por su maestro José García Otero y la justificación de su conducta moral y política.

Había elegido el proyecto de un hospicio porque «Entre los Edificios que mas falta hacen en las grandes poblaciones de la Peninsula deben contarse los Hospicios. En muchas no los hai, y en la mayor parte de las otras solo se encuentran Edificios mezquinos á que se les ha dado este destino, y que no habiendo sido edificado con este objeto, no tienen la magnitud necesaria ni la distribución que se requiere. Esta falta es tanto mas notable cuanto es mayor la utilidad que los establecimientos de esta especie deben producir á la humanidad desgraciada. Recorriendo las calles de las mismas, se encuentran ancianos de ambos sexos á quienes la edad y la miseria á que se ven reducidos los conduce á pedir una limosna, y jóvenes huerfanos que por falta de sujeción y educación ó se dedican á lo mismo, ó lo que es peor, al robo y la prostitucion. Unos y otros podrían ser utiles al Estado y á si mismos recogidos en un Hospicio, que diese á los primeros el sustento y un trabajo proporcional á sus fuerzas, y á los segundos ademas la educación competente. […] no teniendo la ciudad de Malaga Hospicio, pues el que sirve de tal es sumamente pequeño, he escogido para la prueba de pensado la composición de uno.”

La Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 20 d agosto de 1833 reconoció la obra y los documentos aportados, acordando el pase del interesado al resto de los ejercicios de reglamento. Fue admitido en la Junta Ordinaria del 25 del mismo mes, fecha en la que le fueron sorteados los programas de repente. Le tocaron en suerte los números 33, 72 y 100, los cuales respondieron respectivamente: «En un sitio de sesenta á setenta pies de fachada entre medianerias, idear la casa para un Longista que tenga en el piso principal su habitación con todas las conveniencias, planta, fachada y corte», «Ydear un Parador para hospedar todo genero de personas qe há de colocarse en un camino Real con doscientos pies de fachada por ciento y veinte de fondo. Planta, fachada y corte, todo geometrico» y {En el lienzo de una plaza, disponer un peso Real con todos sus agregados de Balanzas. Planta, fachada y corte». De los tres asuntos escogió el nº 72, es decir, Un parador para todo tipo de personas en un camino real (A-2112), elección que comunicó a la corporación el 28 de agosto

La Junta de Examen tuvo lugar el 31 de agosto de 1833, asistiendo a ella como vocales los profesores Juan Antonio Cuervo, Custodio Moreno, Antonio de Varas, Miguel Fernández de Loredo y Juan Miguel de Inclán. Cotejada la obra de pensado con la de repente que el interesado explicó una vez entrado en la sala, se procedió a la realización del examen teórico. Baltasar Hernández principió este nuevo ejercicio contestando a las algunas que le formularon los examinadores sobre las funciones del arquitecto, los estudios y conocimientos que le eran necesarios para el desempeño de la teoría y práctica de la profesión. También sobre geometría y las secciones cónicas con la aplicación del álgebra y el cálculo. A continuación, explicó la doctrina de las curvas, determinando algunas y hallando su valor según los datos que le fueron dados. Después se centró en los arcos que se usaban en la construcción, los métodos para hallar tanto el valor de las fuerzas como el de sus resistencias, las cuales verificó en la pizarra. Habló sobre las máquinas y su aplicación en la construcción, el conocimiento de los materiales y otros puntos relacionados con la teoría y práctica de la arquitectura.

Satisfechos los examinadores con el mérito de las pruebas practicadas y las contestaciones dadas a las preguntas formuladas le hallaron con los conocimientos suficientes para ostentar el título de maestro arquitecto, grado que le fue concedido en la Junta Ordinaria del 29 de septiembre de 1833.

En octubre de ese mismo año de 1833 le veremos como profesor de Geometría y Mecánica industrial en Málaga, así como ocupando la plaza de maestro mayor en dicha ciudad, nombramiento que había sido aprobado por la Academia en la Junta Ordinaria celebrada el 10 de noviembre. Allí construiría entre otras obras, la cárcel y el Pasaje de Heredia.

A mediados de 1834 expuso a la Academia junto con el arquitecto Cirilo Salinas y los maestros de obras Requena y Clavero las gestiones que habían realizado para que fuesen observadas las Reales Cédulas y los Estatutos en Málaga por los maestros gremiales y otros intrusos, además de la oposición de los maestros de fortificación en aquella plaza Cristóbal Ramírez y Gabriel Rubio. La Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 17 de junio de 1834 contestó a Baltasar Hernández la resolución del reconocimiento sobre la instancia de Ramírez y en cuanto a Rubio, no tener facultad alguna este individuo en el campo de lo civil.

En este mismo año de 1834 se vio la solicitud del Ayuntamiento de Baena respecto al estado ruinoso de su cárcel pública, a fin de que se le diese facultad para construir otra nueva. Como el proyecto que habían formado los prácticos del país carecía tanto de inteligencia artística como de distribución, la Comisión acordó que era mejor aprovechar el edificio llamado Cuartel, perteneciente al caudal de Monte Horquera, para habilitarlo bajo el reconocimiento y declaración de un arquitecto de Granada o Málaga, de ahí que la Comisión de Arquitectura reunida el 12 de octubre se inclinase por Baltasar Hernández al ser por entonces maestro mayor de Málaga.

Recién establecida en Madrid la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos en 1835, Hernández fue nombrado ayudante y posteriormente profesor en la cátedra de Mecánica racional, Mecánica aplicada, Geodesia y Construcción hasta 1848. Debido a su delicada salud se jubiló en 1853, acaeciéndole la muerte tres años más tarde.


Fuentes académicas:

Comisión de Arquitectura. Arquitectos, 1833. Sig. 2-10-1; Comisión de Arquitectura. Informes, 1829-1838. Sig. 1-30-3; Comisión de Arquitectura. Maestros de Obras, 1825-1876. Sig. 2-23-3; Libro de actas de juntas ordinarias, generales y públicas, 1831-1838. Sig. 3-89; Libro de registro de maestros arquitectos aprobados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1816-1900. Sig. 3-154, nº 147.

Otras fuentes: “Necrología”, en Revista de Obras Públicas, 1856, nº 16, pp. 188 y 189;.


Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM


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