Germán Cabero, JuanMadrid, ca. 1826 - ?,?


Hijo de José Germán y Antonia Cabero, nació en Madrid hacia 1826, ciudad donde residió con su familia en la calle de Santa María, nº 16, cuarto principal. En los Estudios de San Isidro estudió Física experimental y en la Academia de San Fernando cursó dos años de Matemáticas y el Dibujo de figura hasta el Yeso, sala a la que pasó el día 1 de diciembre de 1844.

El 30 de septiembre de 1845 solicitó su ingreso en el 1º curso de arquitectura en la Escuela Especial de Arquitectura de Madrid y la gracia de poder simultanear estos estudios con los de Química en alguno de los tres primeros años de carrera. Para este fin presentó la fe de bautismo y las certificaciones de los estudios que había realizado hasta entonces, siendo matriculado en el 1º año de carrera el 13 de noviembre de 1845.

Todos los discípulos del primer año cursaron entre las 9 y 11 de la mañana, las asignaturas de Cálculo diferencial e integral y las Aplicaciones de las matemáticas a los usos de la arquitectura; entre las 11 y 12, un día sí y otro no, Geometría descriptiva pura y aplicada a las sombras, concretamente Perspectiva con un profesor y un agregado, mientras que entre las 11:30 y 15:00 la asignatura de Dibujo.

A lo largo del curso de 1848 y 1849 se generaron en la Escuela grandes protestas, problemas disciplinares, ausencia en las aulas y faltas de insubordinación por parte de los alumnos. Se debía a la Real Orden de 28 de noviembre de 1848, por la que quedaron suprimidos los dos años de práctica que eran exigidos para obtener el título, dejando automáticamente a los estudiantes de 3º, 4º y 5º año de carrera matriculados en 1º, 2º y 3º curso del nuevo plan. Entre estos desórdenes figuraban los acontecidos en la cátedra que desempeñaba Manuel María de Azofra, clase en la que los discípulos se negaron a responder a las preguntas del profesor, lo que motivó la emisión de la Real Orden de 15 de diciembre de 1848, acordándose la expulsión de cualquier alumno desobediente, fuese cual fuese su número; que aquellos que no asistiesen a clase se les anotarían las faltas para que llegado el número prevenido perdiesen curso y aún como oyentes no se les permitiese asistir en lo sucesivo; incluso en caso de que la insubordinación exigiese la fuerza armada, los discípulos fuesen entregados a los tribunales. Esta orden fue comunicada al director de la Escuela y a través de este a todos los profesores. Sin embargo, no era la primera vez que eran expulsados estudiantes del centro, ya que Carlos Botello del Castillo, discípulo del 2º año de carrera, lo había sido en 1847 y Cirilo y Ramón Salvatierra en 1848, habiendo sido readmitidos por la Junta de Gobierno el 6 de mayo de 1848, en atención a las manifestaciones de sus padres y sus buenos propósitos.

Enterada la Reina de los sucesos acontecidos por los alumnos del 1º y 2º año de arquitectura, acordó emitir la Real Orden de 31 de enero de 1849 que, a propuesta de la Junta de Profesores, tuvo como consecuencia la expulsión de los promotores de las revueltas (Simeón Ávalos, Manuel Giménez y de Ropero, Pedro Fores y Pallás, Bibiano Guinea, Joaquín Vega, Manuel María Muñoz, Aquilino Hernández, Antolín Sagasti, Juan Torras y Guardiola, Luis Villanueva y Arribas, José Sarasola y Pequera, Anastasio Menéndez, José Limó y Fontcuberta y Manuel Villar y Vallí), como la de aquellos que no habían cumplido las asistencias reglamentarias a las diferentes clases (Dionisio de la Iglesia, Carlos Mancha y Escobar, Francisco Urquiza y José Segundo de Lema).

Aunque se acordó no admitir a matrícula a los alumnos expulsados ni a los borrados por falta de asistencia, lo cierto es que en su mayoría fueron readmitidos por la Real Orden de 16 de mayo de 1849, una vez arrepentidos de sus actos. A partir de entonces, se exigió a los aspirantes para solicitar la matrícula ir acompañados de sus padres, tutores o encargados responsables de su conducta y acreditar no haber tomado parte en las revueltas que habían motivado dichas disposiciones, recordándoles al mismo tiempo que cualquier falta de subordinación se castigaría en lo sucesivo con arreglo a las Reales Órdenes de 15 de diciembre de 1848 y 31 de enero de 1849.

A finales de la década de los años cuarenta del siglo XIX, S.M. aprobó la iniciativa de algunos profesores de la Escuela Especial de Arquitectura para que el profesor Antonio Zabaleta pasase a Toledo con algunos discípulos, con objeto de proporcionar buenos dibujos y modelos para la enseñanza. Esto se debía a que la Escuela carecía de dibujos y modelos en yeso para que los alumnos pudieran hacer los estudios necesarios. Los estudiantes debían costearse el viaje e ir acompañados de un profesor, a fin de practicar las mediciones de detalles, conjuntos de edificios y los vaciados de los monumentos que se encontrasen en esa población.

Zabaleta salió rumbo a Toledo el 24 de abril de 1849 con 30 alumnos, que trabajaron entre 12 y 14 horas diarias, permaneciendo en la ciudad hasta el 14 de mayo. De los treinta discípulos, 7 se hallaban en el año de práctica, lo que significaba que tenían todos los estudios concluidos (Severiano Sainz de la Lastra, Joaquín Fernández, Pantaleón Iradier, Manuel Heredia, Santiago Angulo, Mariano López y Luis Pérez); 8 se encontraban en el 3º año de carrera (Felipe Peró, Domingo Inza, José Mariano Mellado, Máximo Robles, Rafael Mitjana, Antonio Cortázar, Antonio Iturralde y Francisco Verea y Romero); 13 cursaban el 2º año de carrera, siendo el caso de Juan Germán Cabero, Antonio Ruiz de Salces, Cristóbal Lecumberri, Juan Lozano, Fernando Ortiz, Cirilo Ulivarri, Alejo Gómez, Juan Nepomuceno Ávila, Juan Farelo, José Asensio Berdiguer, Demetrio de los Ríos, Manuel Villa y Valle, y Francisco Villar, mientras que 2 cursaba el 1º año (Aureliano Varona y Francisco Cubas).

Los trabajos realizados fueron expuestos en una exposición pública organizada en Toledo antes de que los autores regresasen a Madrid. Entre las obras figuraban detalles y fragmentos de la Casa de Mesa; los azulejos y bóvedas de la Capilla de San Jerónimo en la Concepción Franciscana; los azulejos de la Casa de Misericordia en San Pedro Mártir; la planta, el corte longitudinal, los detalles de los arcos y los capiteles de Santa María la Blanca, como de San Juan de los Reyes. Asimismo, vaciados de varios sepulcros de la catedral, pilastras, arcos, arquivóltas, fajas y frisos del mismo templo.

La expedición fue todo un éxito y en vista de los resultados obtenidos, la Junta de Profesores comunicó a la Academia lo útil que era el estudio de los monumentos y que consiguiese del Gobierno varias pensiones anuales para un cierto número de alumnos a fin de comisionarles para este objeto.

Obtuvo el título de arquitecto por la Junta de los Sres. Profesores celebrada el 17 de mayo de 1852, siendo conformado por la Academia de San Fernando en la Junta General del 31 del mismo mes. Para este fin, había elaborado como proyecto fin de carrera los diseños de una Audiencia territorial (del A-910 al A-914) con su memoria descriptiva y el avance detallado del coste de la obra. El proyecto respondía al programa que le había tocado en suerte ejecutar y que respondía textualmente: «El edificio propuesto se compondrá de un salon suficientemente decorado donde se reunan las piezas pará administrar justicia; dos salones mas inferiores que el anterior para celebrar los juicios de paz y del jurado; otro salon estenso para los litigantes; una capilla; un deposito para los reos en el caso que tengan que prestar declaraciones; varias piezas independientes para vestirse los jueces, y despachos de Relatoria, Escribanias y Abogados; un cpo de Guardia, debiendo de hallarse toda esta distribución en un solo piso, suponiendose que ha de haber un piso 2º donde se colocarán los Archivos, Biblioteca y habitaciones pª los porteros. Planta, fachada principal y corte longitudinal. Escala de 15 milimetros por metro».

En 1856 se presentó al concurso convocado para la construcción de un Monumento a la memoria de los militares fusilados en 1846 en el pueblo del «Corral» (Santiago, Galicia), cuya construcción iba a ser erigida por cuenta del Estado con arreglo a la Ley de 13 de diciembre de 1855 y un coste de 120.000 reales.  Dicho monumento iba a cobijar las cenizas de los siguientes beneméritos de la patria: el coronel comandante del Estado Mayor Miguel Solís y Cuetos, el comandante Víctor Velasco, los capitanes Manuel Ferrer, Fermín Mariné, Ramón José Llorens, Juan Sánchez, Ignacio de la Infanta, José Martínez y Felipe Valero, fusilados el 26 de abril; el sargento 1º Antonio Lamelier, que lo había sido en Betanzos el 4 de mayo; los jefes de diferentes Cuerpos que estuvieron a las órdenes de Solís Cuetos y los individuos de las Juntas que le habían acompañado.

Los planos de los concursantes debían entregarse en la Secretaría de la Academia en el plazo de dos meses contados desde la publicación del programa en la Gaceta de Madrid, como así se hizo, desde el 13 de marzo al 13 de mayo de 1856, y estar marcados con un lema. Debían ir acompañados de un pliego cerrado con el mismo lema en el sobre que contuviese el nombre y la residencia del autor, una memoria descriptiva y el presupuesto detallado arreglado a la cantidad asignada para el levantamiento de la obra. A continuación, los planos serían examinados por la Sección de Arquitectura de la Academia de San Fernando y expuestos al público durante seis días.

Según el dictamen del Ayuntamiento de Santiago, la ubicación más adecuada para el monumento era el terreno ocupado por la iglesia parroquial de Santa Susana, situada en el montecillo que llevaba su nombre. Para su construcción debía elegirse el granito como material, el cual se extraería de la cantera de Santa María de Figueiras a una legua de la ciudad de Santiago por sus buenas propiedades para toda clase de ornamentos, inclusive los más delicados. La obra debía hacerse en mampostería o cal y canto, siendo utilizada la pizarra por su abundancia  en la zona, dureza y buen asiento.  La madera de pino se usaría para la ejecución de los andamios y la clavazón de los mismos, mientras que la mampostería para los cimientos.

Juan Germán Cabero no tuvo competencia alguna en el concurso pues fue el único opositor que se presentó. Su proyecto, bajo el lema «Crédidi, propter, quod locutus sum: ego autem humiliatus sum nimis», estuvo expuesto los días 18, 19 y 20 de mayo de 1856 y fue  examinado por la Sección de Arquitectura el 21 de este mismo mes. En este momento, la obra se consideró admisible y con opción al premio, acordándose que fuese de nuevo expuesta al público los días 22, 23 y 24.  Fue propuesto para el premio en la Junta General del domingo 1 de junio, siéndole concedido finalmente la cantidad de 3.000 reales de vellón en la Junta General del viernes 15 de agosto de 1856, cantidad a la que correspondía el galardón.


Fuentes académicas:

Comisión de Arquitectura. Arquitectos. 1852. Sig. 2-14-3; Comisión de Arquitectura. Informes. Urbanismo. Monumentos conmemorativos, 1787-1876. Sig. 2-28-8; Libro de registro de maestros arquitectos aprobados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1816-1900. Sig. 3-154, nº 38; Secretario general. Enseñanza. Disciplina en los estudios, 1768-1856. Sig. 1-20-2; Secretario general. Enseñanza.  Expediciones artísticas de los discípulos de la Escuela Especial de Arquitectura a: Toledo (1849), Salamanca (1853), Guadalajara (1854), y Granda (1856), 1849-1856. Sig. 1-32-5; Secretario general. Enseñanza. Planes de Estudios, 1842. Sig. 1-19-27; Secretario general. Solicitudes de ingreso de los discípulos de la Escuela Especial de Arquitectura, 1845. Sig. 5-67-3.


Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM


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