Hijo del maestro de obras y escultor Simón Gavilán Tomé, nació en León en 1744 y murió en Salamanca el 18 de octubre de 1802. En un principio se formó junto a su padre como maestro de obras y escultor, pero finalmente se decantó por el ramo de la arquitectura. Antes de que solicitase de la Academia de San Fernando su admisión a los ejercicios para la clase de maestro de obras llegaron a informe de la corporación dos dibujos suyos «para la construcción de fuente, tres pontoncillos en unos pantanos, carniceria y carcel, con otras obras y reparaciones, en el lugar de Arcediano, jurisdiccion de Salamca [...]». En diciembre de 1786 la institución académica censuró el expediente acordando su aprobación, pero con la única advertencia de que «fuesen alargados los manchoncillos de los pontones una quarta mas por cada lado, para que despues de hecha la caja para las lanchas de piedra qe han de sentar encima, no queden endebles./ Convendria igualmte aun siendo tan poco el coste de estas obras, qe no se den por ajuste, sino que se hagan à jornal para afianzar mejor su buena construccion y firmeza».
En 1788 solicitó su admisión a los ejercicios para la clase de maestro de obras, en atención a que era profesor de arquitectura, discípulo y aparejador de las obras de su padre, director de Aritmética y Geometría en la Escuela de Dibujo de San Eloy (Salamanca) y maestro de Policía de ella por varios corregidores. En la Junta Ordinaria del 3 de febrero de 1788 fue admitido a los exámenes correspondientes, tocándole en suerte como prueba demostrativa el proyecto de Un hospicio para 300 personas (del A-2672 al A-2674), que realizaría el 28 del mismo mes. Una vez presentados los diseños y examinado de la prueba teórica, se le concedió el título solicitado en la Junta Ordinaria del 6 de abril de 1788.
Años más tarde, remitió a la académica madrileña a través de los alcaldes ordinarios de la ciudad de Valladolid dos planos y el informe facultativo para la reparación de las ruinas de la iglesia parroquial de Santa Cruz de Medina de Rioseco (Valladolid). La Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 27 de junio de 1799 vio insuficientes las demostraciones ideadas por este profesor y propuso que se asociase con un arquitecto académico de la Real de San Fernando para que juntos o por separado levantasen los planos de todo el edificio, manifestando por un lado el estado de lo arruinado y en diseño aparte el modo en que debía quedar después de hecha la reparación, ya que así lo exigía esta magnífica obra que era una de las mejores del reino. Para este objeto fue nombrado el académico Juan Marcelino de Sagarvinaga, vecino de Salamanca, que practicó los reconocimientos, las medidas y demás que tuvo por conveniente para evacuar el encargo por el que había sido comisionado. Del mismo modo, formó 6 planos que manifestaban el estado en que se encontraba la parroquia y las obras necesarias para repararla, los cuales fueron remitidos a examen de la Academia el 27 de febrero de 1800 junto con dos diseños de Lesmes Gavilán, previamente censurados por la Comisión. El 17 de mayo fueron estudiados los 8 planos presentados a censura, de los cuales fueron elegidos los elaborados por Sagarvinaga.
Respecto a esta obra, el 3 de mayo de 1801, el académico de mérito Diego de Ochoa comunicó a la Academia que «habiendosele por ahora finalizado los caudales, con los quales de orden de vuestro Supremo Tribunal dirigía la construccion del Puente, Vanguardias y camino de Peñascalera de la ciudad de Najera; se retiraba à su patria La Villa de Villafranca del Bierzo, y transitando por la ciudad de Rioseco, con el motivo de enterarse de la Grande quiebra y ruina acaecida en una de sus tres Parroquias el mui noble templo titulado de Santa Cruz, por ser uno de los mas magnificos y dela mejor Arquitectura de quantos se han construido en España: Como tambien para cerciorarse de sus medidas, levantar una traza para mayor estudio, por ser esta una obra magistral, y de un merito tan grande que se puede recibir por uno de los modelos de exquisita Arquitectura. Y principiando por esta razon las operaciones y apuntalamientos necesarios, notó que ciertos trabajadores estaban desmontando el texado de dicho Templo, y quitando las Armaduras de madera de la mitad de èl, á causa, según me informaron, de haberse pocos dias antes rematado la obra de su reedificacion, y compostura, en un oficial de canteria llamado Martin de Miave Ansorena, en la cantidad de Trescientos seis mil Reales de vellon, no habiendo concurrido al remate ningun Arquitecto, ni Academico aprobado por V.R. Academia, y solo este oficial Miave Ansorena, y otro llamado Manuel Cabezas: Y asimismo averiguò que el reparo y reedificacion de dicho Templo habia sido Grandemte delineado por el Academico de merito D. Juan de Sagarvinaga y abanzada la obra en la cantidad de quatrocientos setenta y cincomil Reales de vellon, cuyos planos y abanzamiento aprobó V.R. Academia, y sacado á remate ha sido baxada Ciento sesenta y nuevemil Reales de vellon [...]».
Ante esta disparidad de precios, Ochoa se cuestionó si la obra tendría la solidez suficiente con el rebaje del precio o si, por el contrario, el académico Sagarvinaga se había equivocado tanto en el cálculo de la reparación. A su entender, el académico no se había equivocado en absoluto y el error lo había cometido el maestro contratante, es decir, este último profesor ignorante, desconocedor de los principios de arquitectura, geometría y aritmética que junto con otros de su especie hacían de continuo que se perdiesen obras y caudales públicos destinados para ellas y también la de los fiadores particulares que las afianzaban. De hecho, el propio Ochoa hablaba de este maestro como aquel que tras aparejar un arco en la ciudad de Palencia había provocado su caída y la muerte de siete hombres, denunciando con ello este tipo de irregularidades en las obras que se levantaban sin la dirección de los arquitectos con el consiguiente detrimento de la seguridad y hermosura de las mismas. Al mismo tiempo solicitaba de la Academia que la conclusión de la iglesia de Santa Cruz se realizara por un académico de mérito u otro de su satisfacción previo informe de la corporación, para que fuese reedificada de nuevo y vuelta a su primitivo estado.
Enterada la Academia de lo expuesto por Ochoa, acordó el 5 de junio de 1801 que se separase de esta obra al cantero Martín de Miabe dando por nulo su remate, debido a que la rebaja que había hecho era muy considerable y perjudicial a la solidez de la obra como a la exactitud de su ejecución, pero también separarle de la obra dado que no era profesor aprobado por la Academia. Del mismo modo, acordó confiar la dirección de la obra a jornal y no por remate al mismo arquitecto Sagarvinaga, en vista de ser el profesor que había formado los planos aprobados por la Academia.
A principios de 1803 la corporación académica comisionó al director Juan Francisco Rodrigo para practicar el reconocimiento de las reparaciones que se habían efectuado en el templo, por lo que se trasladó a la ciudad de Medina de Rioseco remitiendo su informe el 12 de agosto de 1803. Ejecutó en presencia de los interesados las operaciones que prescribía el arte a fin de poder asegurar la buena y sólida construcción de las partes nuevamente reparadas. El edificio del que se trataba era invención y construcción del arquitecto Herrera y el material de su fábrica era la piedra de cantería y mampostería arreglada hasta la altura de la cornisa principal. Poseía bóvedas tabicadas de dos alfas de ladrillo sentado con yeso y su distribución estaba resuelta a través de una nave principal y dos laterales mas pequeñas en las que se ubicaban las capillas, el crucero y el presbiterio, con las oficinas adyacentes de sacristía, juntas, depósitos, almacenes, etc.
El origen de los quebrantos del edificio era el haberse reventado los dos últimos machones de la nave principal, lo que había ocasionado su desplome y por consiguiente, la quiebra de dos arcos en las capillas de los lados, las paredes que lo circundaban, las bóvedas, la cornisa principal y la bóveda de la nave mayor hasta el segundo cincho. Todas estas partes dañadas fueron demolidas con sumo cuidado bajo la dirección de Sagarvinaga, aprovechándose el material de la antigua obra. Del mismo modo, se relabraron y limpiaron los paramentos externos sin alterar el orden y la belleza de las proporciones que tenía antiguamente el edificio, al tiempo que se asentaron las piedras de la nueva construcción, las mamposterías de los nuevos machones, como las paredes y las bóvedas que estaban necesitadas de ello, llevándose a cabo obras de blanqueos, cielos rasos, etc. Juan Francisco Rodrigo aprovechó la ocasión para comunicar a la Academia que en el acto de este reconocimiento se había personado un sujeto vecino de Valladolid llamado Bonifacio Muñoz, que le aseguró ser arquitecto de la Academia y a cuyo cargo había estado la obra durante la construcción de las reparaciones.
Volviendo a retomar la actividad profesional de Lesmes Gavilán durante 1800, la Comisión de Arquitectura celebrada el 30 de octubre de 1800 despachó el expediente sobre la reparación de la casa consistorial y cárcel de la villa de Ledesma (Salamanca) con dos planos ejecutados por este maestro de obras, diseños que fueron aprobados al encontrarlos bien arreglados y con la debida regularización.
Sabemos de su intervención en el puente mayor de Salamanca sobre el río Tormes gracias a un expediente remitido por el Consejo el 5 de julio de 1803 junto con un diseño de Juan Marcelino de Sagarvinaga relativo a la reparación de dicha obra. Por entonces, el puente estaba concluido, pero lo que se quería conocer eran los honorarios y los emolumentos que le correspondían a este maestro de obras y arquitecto de la ciudad de Salamanca por los planos ejecutados y otros tantos trabajos elaborados para dicha obra. En el expediente, Juan Marcelino Sagarvinaga narraba el hecho de que en 1802 la ciudad había decidido dar principio a la reparación del puente practicando algunas tomas con estacas, barda y arena, a fin de conseguir el desvío de las aguas como era preciso, pero que al no poderse conseguir resultados positivos no había sido posible desecar las cepas y practicar las excavaciones necesarias para extraer la arena y el cascajo que estaban depositados por las crecidas del río. En vista de ello, «[...] viendo desvanecida aquella devil y sencilla operación, y frustradas pues sus preacuciones ò esperanzas, construieron sobre la arena, y cascajo, un enrrastrillado en algunas de las zepas del dho Puente; estas fueron construidas en unas por todo su circuito, y en otras solo algunos troncos, y todo de piedra en seco, rajadas sus juntas con pizarra, y algunas estacas por el circuito, teniendo de saliente de quatro à cinco pies, aviendo empleado en dhos enrrastrillados la piedra que contenia una de las manguardias qe tenia el Puente á su final, con la precaucion, y fin de contener las aguas en las crecidas [...]». Estos enrastrillados que citaba habían dejado de existir prácticamente en 1803, excepto los de la cepa arrimada a la torre. Señalaba igualmente los diferentes profesores que habían intervenido en las obras de reparación, entre ellos el maestro Jerónimo García de Guiño, que no había sido aprobado por la Academia, además del difunto Lesmes Gavilán en calidad de maestro de obras y su difunto padre, el académico de mérito Juan de Sagarvinaga, quien había sido comisionado por la Academia para llevar a cabo el reconocimiento del puente.
Ante la solicitud de Juan Marcelino de Sagarvinaga para conocer cuáles eran los honorarios que le corresponían por sus trabajos en la obra, la Comisión de Arquitectura celebrada el 4 de febrero de 1803 acordó que el interesado presentase la razón de los días empleados en el reconocimiento del terreno, la formación de los planos y el informe facultativo para así poder proceder a regularlos. Dichos honorarios fueron objeto de numerosas juntas, basta decir que no fue hasta el 2 de enero de 1803 cuando la Junta de la Comisión acordó regularlos finalmente en la cantidad de 3.600 reales de vellón.
Al año siguiente se volvió a retomar el expediente de reparación de la casa consistorial y cárcel para la villa de Ledesma (Salamanca), que la Academia había examinado y aprobado el 12 de noviembre de 1800. En este momento la corporación había estudiado dos planos levantados por Lesmes Gavilán para este objeto, pero en vista de que el Consejo había mandado el 9 de febrero de 1801 que el intendente de la Provincia de Salamanca se encargase de llamar a un arquitecto que hiciera el reconocimiento exacto de los reparos mas precisos y que economizase su gasto, el académico Juan Marcelino de Sagarvinaga tuvo que intervenir en el proyecto. La Comisión de Arquitectura reunida el 24 de marzo de 1804 reconoció tanto los planos de Gavilán que calculaba el coste de la obra en 87.000.964 reales de vellón, como los de Sagarvinaga que los evaluaba en 59.000.680. En vista de que este último economizaba el gasto en 28.000 reales menos que Gavilán, la comisión halló más arreglados los de Sagarvinaga.
Del mismo modo, en 1804 Lesmes Gavilán llevó a cabo los diseños para la iglesia parroquial de Ledesma, que no fueron aprobados en su totalidad al aconsejarle la Academia que se entrevistase con Sagarbinaga el joven para introducir los cambios que eran necesarios corregir en el proyecto.
Arquitectura. Carnicerías, mataderos, pescaderías y panaderías, 1760-1856. Sig. 2-30-9; Arquitectura. Iglesias parroquiales, 1790-1801. Sig. 2-33-2; Arquitectura. Puentes, 1793- 1820. Sig. 2-31-9; Comisión de Arquitectura. Informes, 1798-1804. Sig. 1-28-2; Comisión de Arquitectura. Informes, 1804. Sig. 1-29-1; Comisión de Arquitectura. Maestros de Obras, 1789-1845. Sig. 2-23-5; Libro de actas de juntas ordinarias, generales y públicas, 1786-1794. Sig. 3-85.
Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM
Fecha: 1788 • Nº Inventario: A-2674 • Dimensiones: 493 x 653 mm. Escala gráfica de 50 pies castellanos. • Técnica: Papel verjurado agarbanzado claro. Tinta y aguada gris y marrón.
Fecha: 1788 • Nº Inventario: A-2672 • Dimensiones: 305 x 488 mm. Sin escala gráfica. • Técnica: Papel verjurado agarbanzado claro. Tinta.
Fecha: 1788 • Nº Inventario: A-2673 • Dimensiones: 486 x 647 mm. Escala gráfica de 50 pies castellanos. • Técnica: Papel verjurado agarbanzado claro. Tinta y aguada gris.
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