Fontseré y Domènech, JoséViñols y Archs (Tarragona), 1799 - Barcelona, 1870


Hijo de un carpintero y padre de José Fontseré y Mestres, nació en Viñols y Archs (Tarragona) en 1799 y murió en Barcelona en 1870. Tras dedicarse al estudio y la práctica de las Matemáticas puras y mixtas entró en la escuela gratuita de Nobles Artes de Barcelona dependiente de la Junta de Comercio de ese Principado bajo la dirección del arquitecto Antonio Celles, por entonces director de arquitectura de la misma. Al lado de este académico de mérito de las Academias de San Fernando y San Carlos de Valencia permaneció desde 1827 hasta 1831 dedicándose al estudio de los cinco órdenes con escorzos y sombras, los templos griegos, la composición de multitud de edificios particulares y públicos, tanto en terrenos limitados como ilimitados, regulares e irregulares, así como a la parte práctica de la arquitectura en las iglesias construidas a su cargo en Barcelona y Sabadell, obrando como segundo en alguna de ellas y realizándolas casi desde el principio hasta su conclusión.

El  28 de octubre de 1832 solicitó de la Academia de San Fernando su admisión a los ejercicios para la clase de maestro arquitecto, presentando como prueba de pensado el proyecto de unos Baños termales situados en un despoblado y a la falda de un monte, aplicándose en ellos las formas antiguas de las termas romanas a nuestros usos y costumbres  (del A-1995 al A-2000), con su informe facultativo y el avance del coste de la obra, la partida de bautismo, la certificación de práctica librada por su maestro Antonio Celles y la justificación de su conducta moral y política.

La Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 11 de diciembre de 1832 reconoció la obra y los documentos aportados, acordando el pase del pretendiente al resto de los ejercicios de reglamento. Fue admitido en la Junta Ordinaria del 16 del mismo mes, fecha en la que le fueron sorteados los programas de repente. Le tocaron en suerte los números 22, 52 y 78, los cuales respondieron respectivamente: «Casa consistorial para una Villa de dos mil vecinos. Planta, fachada y corte», «Un gran salon con destino á Armeria, adornado con el orden de Arquitectura correspondiente y cerrado con bobeda esquifada. Planta y seccion interior» y «La Fachada principal de un Real Palacio y su planta». De los tres asuntos escogió el nº 22, es decir, Una casa consistorial para una villa de dos mil vecinos (A- 5750), elección que comunicó a la corporación el 18 de diciembre.

La Junta de Examen tuvo lugar el sábado 29 de diciembre de 1832, asistiendo a ella como vocales Juan Antonio Cuervo, Juan Miguel de Inclán, Custodio Moreno y Martín Fernández Navarrete. Cotejada la obra de pensado con el ejercicio de repente que el interesado explicó una vez entrado en la sala, se procedió a la realización del examen teórico. El pretendiente principió este nuevo ejercicio contestando a las preguntas que le hicieron los profesores acerca de lo que era la arquitectura, su objeto y los conocimientos preeliminares que eran necesarios para su correcta ejecución. A continuación, sobre los requisitos necesarios en cualquier edificio, como la comodidad y el modo de proporcionarla según el carácter, empleo, destino o clase del dueño y los usos y costumbres del país. También sobre la belleza y el modo de proporcionarla acomodando los ornamentos según el destino y carácter del edificio; las medidas lineales, superficiales y sólidas; el modo de explanar el terreno para demarcar la planta del edificio, el modo de abrir las zanjas y labrar los cimientos; los arcos, las bóvedas y el método práctico para fabricarlos. Del mismo modo, el círculo y la relación entre las líneas interiores y exteriores que lo dividen; la esfera y sus secciones aplicadas a la arquitectura; la elipse y el modo de tasar los edificios; los requisitos de la buena edificación, el trabazón, nivel y aplomo. Por último, los cimientos según sean los terrenos; la resistencia de las maderas y las piedras en función de su colocación, bien de plano o de canto, así como otras tantas preguntas relativas a la práctica de la profesión.

Satisfechos los examinadores con el mérito de las obras ejecutadas y las contestaciones dadas a las preguntas formuladas le hallaron hábil para ostentar el título de maestro arquitecto, grado que le fue concedido en la Junta Ordinaria del 27 de enero de 1833, a los 34 años de edad.

El 25 de noviembre de 1833 una real orden de la Reina acordó estimular el genio de los profesores de la Academia de San Fernando a través de la erección de un Monumento artístico dedicado a consagrar la memoria del juramento hecho por Isabel II como Princesa heredera de estos Reinos y su advenimiento al Trono. Debía publicarse en los periódicos después de ser aprobado por S.M. y ofrecerse el premio honorífico y remuneratorio al profesor que la Academia estimase con mayor mérito de todos ellos. Los autores tenían la libertad de diseñar el monumento que quisiesen en el lugar que creyesen más oportuno, teniendo en cuenta que el ganador obtendría un premio consistente en una medalla de oro de 6 onzas con la efigie de la Reina y en su reverso la inscripción laureada «Mª Cristina de Borbon Reina Gobª á N (qe será el nombre del qe obtenga el premio)».

La Academia tuvo preparado el programa el 16 de diciembre, siendo aprobado por la Reina el 8 de enero de 1834. Los profesores que firmaron la oposición fueron Carlos del Bosch y Romaña; Pedro Manuel de Belaunzarán; Patricio Rodríguez; Andrés Coello; Manuel Rojas; Constantino Germán; Marcos Arnaiz; Diego Monroy y Aguilera (pintor de Cámara de S.M.); Antonio Capo González; Romualdo de Vierna; Narciso Labrador; Antonio Sancho y Arango; José María Guallart y Sánchez; Francisco García Martínez; Juan Morán Lavandera; José Gutiérrez (profesor de pintura); Francisco Elías Burgos; Juan José Ribera; Luis de Olarieta; Pedro García; José de Tomás; Francisco Javier Adán; Inocencio Ladrón de Guevara; Lorenzo Hidalga y Luis Rigalt. A éstos cabría añadir los nombres recogidos en una lista que el académico Antonio Celles remitió desde Barcelona a Custodio Moreno en febrero de 1834, en la que aparecían como opositores José Fontseré; José Oriol; Félix Ribas y los alumnos Onofre Alsamora, Víctor Martí, Pablo Gener, José Mestres, Francisco Barba, Antonio Rubira, Carlos Gras y Francisco Ribas. Asimismo, los de Fernando Llacer y Viana, académico de mérito por la Escultura en la Academia de San Carlos de Valencia; Francisco Guillén y Juan Lizusoain, este último profesor de Adorno y Decoración en Sevilla.

Las obras presentadas, un total de 23, fueron muy variadas en cuanto a su forma y ubicación. Algunos diseñaron el monumento como un obelisco y otros como un gran pedestal con escalinatas; no faltaron los que lo vieron como un templete circular con diferentes órdenes, una columna o una fuente para ser ubicado en lugares tan dispares como la plaza de Oriente a espaldas del gran Teatro dando frente a la calle Arenal, en el sitio o paso del río Manzanares llamado del Vado frente al puente de Santa Isabel o en el sitio que ocupaba la Puerta de Atocha.

La Junta General celebrada a las 11 de la mañana del día 19 de septiembre de 1834 tuvo como objeto la adjudicación de los premios, con arreglo al programa publicado en la Gaceta el 7 de enero anterior. Debido a que el viceprotector sufrió una grave enfermedad ocupó la presidencia el conde de Parcent al ser el consiliario más antiguo. A la junta asistieron un total de 49 profesores, siendo el secretario Fernández de Navarrete y no habiendo podido acudir los académicos de honor: los marqueses de Bajamar y Piedra Blanca, así como los académicos de mérito Francisco Javier de Mariátegui, Elías Villalobos, José París y José Castelaro.

Estudiadas previamente todas las obras y ejecutada la votación secreta resultó que ninguna de ellas fue merecedora del premio, por lo que la Academia acordó comunicar al gobierno que fuese ella misma la que arreglase uno o más pensamientos del monumento artístico, a fin de poder presentar alguno a S.M. que reuniese y conciliase el decoro y esplendor de las artes.

En vista de lo acordado en la Junta anteriormente señalada, la Junta de la Comisión de Pintura, Escultura y Arquitectura reunida el 3 de diciembre de 1834 acordó resolver el problema volviendo a organizar una nueva convocatoria y la publicación del mismo programa, debiéndose añadir por escrito, aparte de las razones artísticas y filosóficas de las diferentes obras, el cálculo aproximativo del coste que tendrían y el sitio más apto para su ubicación.

El 1 de diciembre de 1835 se celebró en su segunda convocatoria la Junta de la Comisión de las Tres Nobles Artes para examinar las obras de oposición del monumento. Después de reconocidas se procedió a su censura, acordando su nulidad al no ofrecer mérito alguno por 14 votos de negativa, que eran los votos correspondientes a los señores que habían estado presentes. En vista de que el resultado había sido el mismo que en la primera convocatoria, la Comisión reunida el 22 de enero de 1836 creyó oportuno encargar el monumento a tres o más profesores, o bien invitar a sus individuos a contribuir a este objeto, con lo que sus trabajos y pensamientos se considerarían de interés común y de honor de la corporación a la que pertenecían.

Dejando aparte el concurso  y volviendo a retomar la actividad profesional de Fontseré y Domenech durante 1834, tenemos constancia que remitió a censura de la Academia los diseños en planta y alzados de una plaza de toros para ser ubicada en el barrio de la Barceloneta (Barcelona), advirtiendo la necesidad de sujetar su fábrica a entramados de madera desde una cierta altura hasta que fuese determinada por el cuerpo de ingenieros y su comandante general de aquella plaza de armas, dado que el edificio se encontraba dentro de la zona militar, cerca del fuerte de la Ciudadela. Se trataba de la primera plaza de toros que tendría la ciudad, conocida posteriormente y popularmente como El Torín, cuyo encargo le había llegado a través de la Casa de Caridad al ser el medio con que se podían financiar sus gastos a raíz de la Real Cédula expedida por el Rey Fernando VII el 3 de marzo de 1827. Los diseños fueron aprobados por la Comisión de Arquitectura el 17 de junio de 1834 y finalmente por la Academia en la Junta Ordinaria celebrada cinco días más tarde.

Por entonces, tanto el párroco como el Ayuntamiento de Valbona (Teruel) le encargaron el proyecto de su iglesia parroquial, la cual debía ubicarse en el sitio de la antigua que se había declarado en ruina. Una vez concluido su pensamiento remitió a la Academia el 10 de septiembre de 1834 los diseños en borrador, siendo censurados y aprobados por la Junta de la Comisión de Arquitectura el 2 de marzo de 1835, no sin antes advertirle la necesidad de remitir los diseños en limpio para su definitiva aprobación.

A raíz de la Real Orden de 25 de enero de 1834 expedida por la Reina, tanto la Academia de San Fernando como sus juntas delegadas en las provincias y las academia de la misma clase de San Carlos de Valencia, San Luis de Zaragoza y la Concepción de Valladolid eran los únicos organismos capacitados para examinar y aprobar a los pretendientes al título de agrimensores y aforadores, motivo por el que José Fontseré solicitó de la Academia de San Fernando el 21 de julio de 1835 ser habilitado en esta clase, a fin de poder desempeñar las mediciones de tierra y demás particularidades que incumbían a los agrimensores. Vista la solicitud del arquitecto, la Junta de Examen celebrada el 29 de julio acordó expedirle el grado sin otro requisito que la del abono de los derechos que prefijaba la Real Orden. Estos mismos resultados serían obtenidos por el resto de los arquitectos que lo habían solicitado o solicitasen, ya que tenían la suficiencia y las facultades para ello sin limitación alguna.

Años más tarde elaboró junto con el arquitecto Olegario Vilageliú el proyecto de una plaza de toros entre los pueblos de Sarriá y San Gervasio a una legua de Barcelona. Los diseños fueron remitidos a informe de la Academia y la Sección de Arquitectura encomendó su examen a Juan Bautista Peyronnet. En el informe elaborado por este arquitecto y concluido el 6 de febrero de 1854 puso de manifiesto que los diseños estaban trazados con arreglo al uso al que estaba destinado el edificio, pero que apreciaba en ellos como «los tendido tienen solamente ocho salidas cuando convendría fuesen doce [...] tambien será necesario que por lo menos se suprima una fila de banquetas para dejar un anden general en el medio, á fin de qe se verifique el transito con mas facilidad y evite la mucha incomodidad que con esta falta se produce á los espectadores al colocarse en sus asientos [...]./ Las columnas de yierro para sosten de los palcos y armadura tienen un escesivo diametro, que sin inconveniente alguno pueden reducirse á su mitad cuando mas./ La decoracion del palco pral debe modificarse suprimiendo los arcos apuntados poniendo en su lugar  un solo arco [...] tambien podrán suprimirse las columnas apareadas del mismo poniendo una sola./La fachada no tiene el carácter debido ni está en relacion con la decoracion interior [...]». El informe de Peyronet sería aprobado por la Sección de Arquitectura el 4 de marzo de 1854.

En 1867, su nombre apareció reseñado en las juntas académicas en el momento en que Rovira y Trías fue sustituido por el alcalde constitucional como arquitecto titular en la villa de Gracia (Barcelona), siendo nombrado en su lugar el maestro de obras nuevo José Comas y Argemí. Ante este desagravio, los arquitectos residentes en Barcelona (Francisco de Paula del Villar, José Fontseré, Juan Cortés y Ribera, José Casademunt, José Artigas, Olegario Vilageliú, José Buxareu, Carlos Gaurán, Magín Ríos y Mulet, José Rosé,  Narciso José María Bladó, José Limó y Fontcuberta, Román Grases, Modesto Fosas, Juan Torras y Elías Rogent) dirigieron una exposición a la Academia el 22 de febrero de 1867 exponiendo los continuos agravios que venían sufriendo en esta provincia y el desconocimiento del Ayuntamiento Constitucional en ser asesorado por arquitectos aprobados. El caso de Rovira y Trías era evidente en este sentido, sobre todo cuando durante muchos años había proyectado todo lo relativo al servicio público del municipio, había señalado las líneas y rasantes en todos los casos de nuevas construcciones o reedificaciones y había dictaminado en todos aquellos expedientes en los que había sido necesario sus conocimientos facultativos «devengando honorarios que cuando el servicio era á instancia de particulares estos los abonaban quedando así servido y no gravando el Ayuntamiento, y cuando á instancia de este se desarrollaba algun trabajo, siempre le tenia en consideracion de no ecsijir el mácsimo legal de sus honorarios».

Los arquitectos continuaron su comunicado señalando que el cese de Rovira y Trías venía del pretexto impuesto por el alcalde sobre que el puesto debía recaer en una persona con despacho en el ayuntamiento, cuando siempre que se había avisado a Rovira y Trías se había desplazado a la villa sin dilatación alguna para solucionarlo.  Sin embargo, esto no producía realmente la queja de los exponentes, ya que aún no estaba reglamentado el servicio municipal que prestaban los arquitectos de los ayuntamientos, sino que en sustitución de un arquitecto se nombrase a un maestro de obras al estar prohibido por la Real Orden de 28 de septiembre de 1845.

Dado que el arquitecto de la provincia había reclamado justicia al Gobierno Civil y pasados un considerable número de días no había tenido respuesta alguna, ni se había tramitado el expediente, los arquitectos solicitaron además de la anulación del citado nombramiento que se pusiese coto a estos intrusismos y fuesen respetadas las atribuciones de los arquitectos. A ellos se sumaría la Sociedad Central de Arquitectos que enterada de la exposición dirigida a la Academia enviaría otra el 16 de marzo, a fin de que se pusieran en práctica los medios legales necesarios para hacer desaparecer actuaciones de este tipo.

La Academia de San Fernando estudió en profundidad tanto la exposición de los arquitectos y la Sociedad Central de Arquitectos como la que había dirigido previamente Francisco Daniel y Molina a Eugenio de la Cámara el 18 de febrero, exponiendo los insultos que habían recibido del maestro de obras los arquitectos Bladó, Fosas y él mismo. En vista de todo lo expuesto, la Sección de Arquitectura celebrada el 13 de septiembre de 1867, formada por Álvarez, Cámara, Enríquez, Cachavera y Peyronnet, declaró ilegal el citado nombramiento y propuso la anulación del mismo para que se nombrase en su lugar a un arquitecto titulado, dictamen que sería aprobado por la Academia en la Junta Ordinaria del 16 del mismo mes.

Llegó a ser arquitecto municipal de Barcelona mientras que sus hijos José y Eduardo Fontseré y Mestres obtuvieron los títulos de maestro de obras. Sabemos que intervino en las obras de los jardines de Gaudí como en los de la Ciudadela de Barcelona y que realizó el proyecto original de la Exposición Universal de Barcelona de 1888, el cual fue modificado por Elías Rogent al hacerse cargo de la dirección de las obras, siendo ayudado por su discípulo Domènech y Montaner.


Fuentes académicas:

Arquitectura. Iglesias parroquiales, 1832-1851. Sig. 2-33-5; Arquitectura. Monumentos públicos, placas conmemorativas, lápidas, sepulcros, alineaciones urbanísticas, etc., siglo XIX. Sig. 2-28-3; Arquitectura. Plazas, mercados y plazas de toros, 1778-1852. Sig. 2-28-6; Comisión de Arquitectura. Agrimensores, 1830-1857. Sig. 2-20-8; Comisión de Arquitectura. Arquitectos, 1833. Sig. 2-10-1; Comisión de Arquitectura. Informes, 1829-1838. Sig. 1-30-3; Comisión de Arquitectura. Informes, 1846-1855. Sig. 1-30-2bis; Libro de registro de maestros arquitectos aprobados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1816-1900. Sig. 3-154, nº 134; Sección de Arquitectura. Informes sobre Arquitectos municipales y provinciales, siglo XIX. Sig. 2-42-9.


Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM


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