Echano Ugalde, Fray Miguel


Religioso benedictino, alumno de la Academia de San Fernando y discípulo particular del arquitecto director de dicha corporación Juan Antonio Cuervo. Junto a este profesor aprendió la delineación y la práctica de la profesión, asistiendo a las obras a su cargo, concretamente a la reedificación de la iglesia parroquial provisional para la de San Martín (Madrid).

A principios del año de 1818 solicitó su admisión a los ejercicios para la clase de maestro arquitecto, presentando como prueba de pensado el proyecto de Una iglesia monasterial y parroquial (del A-3821 al A-3824), con su informe facultativo y el avance del coste de la obra, calculada en 9.56468 reales con 11 maravedíes de vellón, además de la certificación de práctica librada por su maestro Juan Antonio Cuervo.

La Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 2 de junio de 1818 examinó la obra y los documentos aportados, acordando el pase del interesado al resto de los ejercicios de reglamento. Fue admitido en la Junta Ordinaria del 7 de este mismo mes, fecha en la que le fueron sorteados los programas de repente. De entre ellos escogió el número 116, es decir, una Casa de ayuntamiento con escuela para un pueblo de 150 vecinos (A-0690).

La Junta Extraordinaria del jueves 2 de julio de 1818 reunió como vocales a Pedro Franco, Antonio López Aguado, Juan Antonio Cuervo, Julián de Barcenilla, Alfonso Rodríguez, Juan Miguel de Inclán y el barón de «Cutiel», este último en calidad de secretario. Cotejada la obra de pensado con el ejercicio de repente, Echano explicó ambos ejercicios a los profesores. Después se dio paso al examen teórico, consistente en cuestionar varias preguntas al pretendiente sobre sus obras, como acerca de la teoría y práctica de la profesión.

Satisfechos los examinadores con las obras practicadas y las contestaciones dadas a las preguntas formuladas le hallaron hábil para ostentar el título de maestro arquitecto, grado que le fue concedido por la Academia en la Junta Ordinaria del 5 de julio de 1818 por uniformidad de votos.

Al año siguiente la Academia vio el expediente de reparación de la iglesia de San Esteban de Campos, diócesis de León, que iba acompañado de los planos y los informes ejecutados por Echano y Fernando Sánchez Perteso. La Comisión de Arquitectura advirtió discordia y disparidad en los diseños, como en los informes de demolición que proponían los arquitectos y los presupuestos avanzados que habían estudiado, por lo que en la Junta del 25 de agosto de 1819 se acordó que dicha obra fuese reconocida por un académico de mérito a fin de que pudiera hacerse una cesura correcta. Este mismo asunto sería visto por la Comisión de Arquitectura el 25 de septiembre de ese mismo año.

En 1824 veremos a Echano residiendo en el monasterio de P.P. Benedictinos de Sahún (León), ciudad desde donde consultó a la corporación académica acerca de la restauración de la iglesia del monasterio de benedictinos allí ubicada e incendiada por los franceses durante la guerra napoleónica.  Respecto a este asunto, la Comisión de Arquitectura celebrada el 15 de diciembre comunicó al religioso que no podía proceder a la ejecución de la obra hasta que no fuese aprobada por la Academia, de ahí que a partir de ahora formase «el proyecto de la iglesia que desea reedificar sobre los cimientos antiguos, indicando los puntos en que los encuentre defectuosos, con otra demostracion en solo lineas de la planta que pueda disponer según su idea». Este dictamen sería aprobado por la corporación en la Junta Ordinaria del domingo 19 de diciembre de 1824.

Al año siguiente se le aprobaron varios diseños y el cálculo del coste de 618.009 reales que había formado con objeto de sujetar las aguas del río Cea, las cuales estaban tomando otra dirección al puente mayor de la villa de Sahagún, lo que podía causar perjuicios incalculables (J. Comisión del 26 de abril de 1825). Asimismo, remitiría para su censura dos ideas diferentes para la reedificación de la iglesia benedictina del monasterio de Sahagún: la primera habilitando el todo de su planta, mientras que la segunda ejecutada en caso de no tener fondos económicos para ello, por lo que acortaba en dos huecos de capillas para que resultase menos costosa la obra. De los dos proyectos sería aprobado el primero en la Junta de la Comisión del 5 de octubre de 1825.

A mediados de 1826 fue habilitado por el abad del monasterio de Benedictinos de Valladolid, Fray Fernando Seguín, para llevar a cabo el proyecto de un parador sobre un terreno propio de dicho monasterio. Para este fin remitió a informe el 29 de julio, los planos de la obra acompañados del correspondiente informe facultativo y el avance del coste que tendría, calculada en 140.000 reales de vellón. Fueron examinados por la Junta de la Comisión de Arquitectura el 26 de agosto y aprobados en su totalidad por Academia en la Junta Ordinaria del 4 de septiembre.

En 1827 efectuó la reforma general del monasterio de San Salvador en Nogal de las Huertas (Palencia), fundado en el siglo XI, pero reformado en tantas ocasiones que apenas conservaba su primitivo aspecto.

La Comisión de Arquitectura celebrada el 10 de junio de 1829 vio el proyecto de una iglesia remitido a censura por el abad del monasterio de San Salvador de Oña (Burgos). Estaba suscrito por Echano y se trataba de un templo para la pequeña villa de Barcina de los Montes, que sería aprobado sin tenerlo que presentar el autor en limpio, debida a la exactitud y la pequeñez de la obra. Asimismo, antes de acabar el año presentaría los diseños, el informe facultativo y el calculo de las obras de reparación y otras de mayor utilidad que debían ser introducidas en el puente de piedra para la villa de Saldaña (Palencia), los cuales serían aprobados por la Comisión de Arquitectura los días 15 y 17 de diciembre de 1829.

En representación del monasterio de Sahún, remitió en 1830 el proyecto para la habilitación y aumento de la iglesia parroquial del lugar de Santervás de Campos (Valladolid), cuyo pensamiento la Comisión de Arquitectura halló conformado y digno de aprobación el 20 de abril de 1830.

Entre 1824 y 1831 estuvo ocupado en otras obras dentro de la ciudad de Sahagún, concretamente en la portada neoclásica del monasterio de San Benito y la también neoclásica Torre del Reloj, mientras que en 1832  elaboró junto con el arquitecto Fernando Sánchez Perteso el informe facultativo, el cálculo y los planos de las obras que debían ejecutarse en las cañerías y las fuentes de la ciudad de Palencia, como en la nueva fuente de la Puebla de Valdavia, ambos remitidos por la Dirección General de Propios, aprobados por la Comisión de Arquitectura  el 11 de septiembre de 1832 y por la Academia en la Junta Ordinaria del 16 del mismo mes.

A consecuencia de haberse reducido a cenizas por un incendio la cubierta, los altares, las tribunas, los canceles, la puerta y el arco toral de la iglesia parroquial de San Miguel en el lugar de Vezdemarbán (Zamora), se remitió a la Academia el 1 de febrero de 1833 el resultado del reconocimiento que en dicho templo había ejecutado Echano, junto con el informe facultativo, el cálculo, las condiciones y un pensamiento en planta para la habilitación y mayor solidez de la obra. La Comisión de Arquitectura dio por bueno dicho estudio el 5 de marzo de 1833 y la Academia en la Junta Ordinaria del 10 del mismo mes.

Según consta en la Junta General del 2 de octubre de 1853, Echano se ocupó por entonces de la reparación de la iglesia de Nuestra Señora del Mercado (León). El expediente había sido remitido por el señor subsecretario de Gracia y Justicia, que manifestó no haber podido juzgar dichas reparaciones al no haber plano alguno que censurar y tan sólo existir un presupuesto firmado por este arquitecto. Por el mismo motivo, la corporación devolvió el expediente al Gobierno al no poder informar cosa alguna sobre este asunto por la falta absoluta de datos para ello; sin embargo, la Junta de la Sección de Arquitectura celebrada el 21 de marzo de 1854 volvería a censurar el expediente y el plano de reparación del templo, viendo en el diseño las reformas que se querían introducir en las pilastras y columnas, pero también no estar suficientemente clara la parte ruinosa. En vista de que las transformaciones podían perjudicar su mérito artístico alterando su carácter, el proyecto fue reprobado hasta que el autor no remitiese los nuevos diseños del estado de la iglesia y las obras que intentaba ejecutar con todos los detalles necesarios.

Por entonces y desde hacía ya varios años, se estaba acometiendo otra de las empresas más importantes del país: la restauración y reposición de la catedral de León. Por la real orden de 6 de julio de 1858 relativa a  la designación de dos arquitectos de mérito que reconociesen la catedral de León y que manifestasen las obras necesarias para su restauración, la Sección de Arquitectura celebrada el 12 de junio de 1858  formada por Aníbal Álvarez (presidente), Antonio Conde, Atilano Sanz, Matías Laviña, Eugenio de la Cámara y José Jesús Lallave (secretario), acordó elegir unánimemente al académico Narciso Pascual y Colomer con el arquitecto que el mismo designase para cumplir este cometido. Tanto el cabildo de la catedral como los diputados de la provincia creían conveniente que uno de los arquitectos fuese el monje Echano porque además de reunir el título de arquitecto había intervenido en algunas obras del edificio; sin embargo, Pascual y Colomer elegiría para que le auxiliase en estos trabajos al arquitecto José Díaz Bustamante. El 25 de octubre de 1858 el propio Pascual y Colomer remitió a la Academia el resultado de su reconocimiento en cumplimiento del encargo que le había sido encomendado, comunicando el hecho de que lo había tenido que hacer solo en vista de que Díaz Bustamante se encontraba ocupado en las obras del ferrocarril de Zaragoza.

El reconocimiento tenía como objeto saber la solidez de sus fábricas y conocer las causas de inseguridad que presentaban algunas de ellas para así poder estudiar y proponer la clase e importancia de la reparación que debía ejecutarse, con objeto de devolver al edificio la seguridad que le era necesaria y el uso al que estaba destinado. Comenzando por el estudio de los cimientos, que halló sólidos, observó un notable desplome en el tímpano de cantería que cerraba la nave central del templo y que constituía el frontis de la fachada principal. Este mismo desplome se encontraba en el cuerpo saliente de la fachada sur que constituía la entrada al testero del ala derecha del crucero, cuyo movimiento y consecuencias habían sido la causa de dicho reconocimiento. Asimismo, atisbó inminente ruina y pérdida de la curvatura cóncava de la arista que descansaba sobre los dos machones de la derecha, de los cuatro que conforman el crucero y de entre ellos particularmente el más inmediato al coro y sobre el órgano. Del mismo modo, eran extremadamente ligeros los espesores de las fábricas y la mala calidad de la piedra con que estaba construidos los machones y el muro del crucero.

Por todo ello, Pascual y Colomer señalaba que el deterioro era fácil de resolver volviendo su fábrica a su primitivo estado sin ser necesario derribar nada de lo existente ni hacer grandes apeos, aunque tomando las precauciones necesarias, como estudiar detenidamente el modo de ejecutar las obras de sostenimiento y realizarlas despacio y parcialmente para no aumentar el movimiento que sufrían. A su entender, la restauración debía llevarse a cabo en dos partes bien diferenciadas: la primera, la más pequeña pero urgente, consistente en el apeo de las dos bóvedas de la nave principal contiguas al crucero y a los dos arcos torales que habían sufrido movimientos, y la segunda, de mayor importancia y más costosa, consistente en el levantamiento de los planos del crucero derecho dando diferentes secciones en proyecciones horizontales y verticales para encontrar los asientos de los nuevos apoyos y consolidar la obra. El arquitecto insistía en que para la mayor rapidez de las obras era necesario adquirir cuanto antes las maderas necesarias para realizar el apeo de las bóvedas indicadas y los andamios que eran indispensables, como autorizar el pequeño gasto para el levantamiento de los planos y el estudio preparatorio de la restauración.

Por la Real Orden de 3 de mayo de 1859, el arquitecto Matías Laviña reconoció y dirigió finalmente las obras de restauración de la catedral, remitiendo la memoria de este proyecto el 22 de diciembre de 1860. En dicha memoria recogió las causas del estado ruinoso del templo, las medidas adoptadas para contener los progresos de ruina, los medios de restauración (sistemas de restauración y conservación), así como el presupuesto razonado de la cúpula y la restauración total de la iglesia. El proyecto sería examinado y aprobado por la Sección de Arquitectura el 3 de mayo de 1861, no sin antes advertir «que hubiera deseado ver en la memoria del Sr. Laviña algun cálculo de los que sin duda habrá hecho pª comprobar y ayudar las deducciones del raciocinio y de la experiencia; pues ciertamente pocas cuestiones pueden presentarse en la práctica de la Arquitª que mas materia ofrezcan á las investigaciones cientificas; pero no se crea que por esto hace un cargo formal á este apreciable Profesor en quien reconoce la laboriosidad, inteligencia y experiencia suficientes para añadir á los estudios profundos de observacion y criterio que ya tiene hechos sobre este templo todos los cientificos y de cálculo que son necesarios para la completa y feliz resolucion del árduo problema que se le ha encomendado».

Las obras de la catedral siguieron su curso en los años siguientes. El 28 de noviembre de 1862 Laviña remitió a la Academia la marcha de sus trabajos y comunicó el haber desmontado todo el brazo Sur; el 15 de febrero de 1863 propuso algunos medios para la restauración y adquisición de vidrieras esmaltadas; el 18 de octubre de 1863 comunicó las vicisitudes de las obras y el estado en que se encontraba el templo, no obstante, a finales de este año de 1863 se dio la voz de alarma sobre el inminente peligro de ruina en que se encontraba la iglesia a consecuencia del errado sistema de restauración que se seguía.  La noticia salió publicada por G. Cruzada Villamil en el Boletín del Arte en España el 19 de noviembre de 1863, encomendándose la dirección de la restauración al arquitecto francés Viollet-le-Duc, único artista que por entonces en Europa podía dirigirla con inteligencia y acierto. Enterada de la publicación, la Academia creyó necesario el nombramiento de una comisión que examinase todos los antecedentes del asunto, contestase al Gobierno sobre esta obra a fin de aclarar la acusación tan injustificada para el que había dirigido la obra y terminar con las vergonzosas injurias a las que se había enfrentado un profesor de tan buena reputación. Esta comisión quedó conformada en la Junta General del 15 de febrero de 1864 por los académicos de número Aníbal Álvarez, Juan Bautista Peyronnet y Francisco Enríquez Ferrer,  quienes se trasladaron a León a verificar e inspeccionar el edificio emitiendo el correspondiente informe el 20 de marzo de 1865, aunque mientras tanto, Laviña continuó enviando diseños a la Academia para su censura, como dos planos fechados en mayo de 1864 (Sig. 2-42-1) y el ejecutado el 16 de enero de 1865 relativo a la planta y perfil de la 3ª portada con la altura de la portada primitiva y la parte existente. Los honorarios devengados por el informe realizado fueron solicitados por Álvarez, Peyronnet y Enríquez Ferrer a principios de 1871.

Muerto Laviña en 1868, S.M. solicitó continuar esta obra de suma importancia bajo la dirección del arquitecto Andrés Hernández Callejo. Al poco tiempo de hacerse cargo de la obra tuvo desavenencias con el prelado diocesano, su cabildo y la Junta de Diócesis al denunciar el estado ruinoso de parte de la antigua fábrica de la catedral. La alarma levantada por el arquitecto tuvo como consecuencia el nombramiento de otra comisión que inspeccionase y reconociese el estado de la restauración y las obras practicadas. La Academia nombró en su Junta Extraordinaria del 26 de julio de 1866 a los miembros de su Sección de Arquitectura José Amador de los Ríos, Antonio Cachavera y Langara y Juan Bautista Peyronnet para llevar a cabo este cometido. Dichos vocales remitieron sus trabajos el 28 de septiembre de 1868  y una vez interrogados por separado a todos los interesados se percataron de que contra Andrés Hernández Callejo se elevaban varios cargos: los puramente administrativos como económicos; haber pretendido alterar el plano adoptado por Laviña e intentado demoler ciertos departamentos, miembros arquitectónicos y bóvedas con el pretexto de su estado ruinoso, además de haber pretendido deshacer parte de la obra ya verificada por su antecesor y  no haber asentado ni una sola piedra en la obra desde su nombramiento como director de la misma. La Comisión experta opinó que el arquitecto se había extralimitado en muchas de sus atribuciones por lo que estaban fundados todos los cargos que se le achacaban, de ahí que desaprobase su conducta, su inacción por espacio de 6 meses y la alarma que había provocado al cabildo como a la población entera de la ciudad. Por otro lado, desaprobaba la conducta de Hernández Callejo respecto al ejercicio de su cargo, hecho por el que creía conveniente que no siguiese al frente de las obras.

La incomunicación y los problemas acaecidos entre el arquitecto y el resto de los interesados en las obras del templo obligaron a Hernández Callejo a cesar como director de las mismas el 5 de enero de 1869. Su actuación extrañaba a todo el mundo por cuanto que su amor al arte se había constatado a la hora de llevar a cabo la restauración de la iglesia de San Vicente de Ávila, pero era cierto que en las de la catedral leonesa había demostrado una total incertidumbre respecto de la verdadera idea de la construcción, repetidas contradicciones que le habían llevado a pretender destruir varias fábricas antiguas y miembros arquitectónicos, como a no añadir un solo sillar en la obra. A fin de nombrar a un sustituto, la Sección de Arquitectura acordó la noche del 15 del mismo mes la formación de una terna con los arquitectos más aptos para desempeñar el cargo, proponiendo a Juan de Madrazo y Kuntz, Francisco Enríquez Ferrer y Demetrio de los Ríos. El primero de ellos, Juan de Madrazo, fue nombrado director facultativo de las obras, de ahí que el 24 de marzo de 1874 remitiese a la Academia el proyecto de encimbrado para las bóvedas altas del templo. El mismo arquitecto llamó la atención a finales de 1875 sobre la necesidad de ejecutar a la mayor brevedad posible la restauración del edificio y asegurar su estabilidad, empezando por terminar las construcciones comenzadas en el crucero central con todo el brazo Sur, la fachada, contrarrestos y respaldos correspondientes, así como las cuatro bóvedas contiguas a dicho crucero, dos sobre el coro y dos sobre el presbiterio. A continuación o simultáneamente era necesario reconstruir el hastial de Poniente de la nave mayor o lo que es decir, la parte central de la fachada principal comprendida entre las dos torres; construir de nuevo las armaduras de cubierta con todos los emplomados en cresterías, el chapitel central, los pináculos, los remates y los planos de cubierta en sustitución de los defectuosos tejados que entonces cubrían toda la extensión de la catedral; restaurar el cuerpo de campanas de la torre Norte de la fachada principal y rehacer la mayor parte de los arbotantes, la totalidad de la línea de cornisa de coronación y las partes en donde la cantería estaba descompuesta.

Un escrito fechado el 8 de abril de 1876 señala la designación de los académicos Espalter, Amador de los Ríos y Barberi para formar parte de la comisión que debía presentar a los ministros de Gracia y Justicia y de Fomento las exposiciones que la Academia les dirigiese solicitando fondos para restaurar la iglesia catedral. El proyecto suscrito por el arquitecto Madrazo para la reconstrucción del hastial Sur en la zona ocupada por el triforio sería censurado y aprobado por la Sección de Arquitectura el 22 de junio de 1876. Estaba compuesto por una memoria descriptiva, nueve grandes planos, un presupuesto y los pliegos de las condiciones económico-facultativas, trabajos que fueron muy alabados por su acertado estudio.

Tres años más tarde y con motivo del fallecimiento de Deogracias López Villabrille, por entonces individuo de la Junta de Obras de reparación de la catedral, la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de León solicitó de la Academia de San Fernando el nombramiento de un individuo que cubriese su plaza, cargo que recayó en el vocal Juan López Castrillón en julio de 1879. Al año siguiente falleció Juan de Madrazo dejando vacante su cargo en la dirección de las obras, el cual debía ser cubierto a la mayor brevedad. Tras su muerte, la Sociedad Central de Arquitectos, fundada en 1849 y reorganizada en 1878, elevó un escrito el 20 de marzo de 1880 proponiendo como homenaje a la memoria del arquitecto la realización de una exposición para exaltar sus estudios, concretamente los referentes a la iglesia-catedral, su laboriosidad y buen hacer profesional. No obstante, en enero anterior había sido remitido su proyecto para la terminación del hastial Sur, que sería examinado por Francisco de Cubas en octubre de 1880.


Fuentes académicas:

Arquitectura. Catedrales. León. S. XIX. Sig. 2-42-1; Arquitectura. Conventos, 1818-1861. Sig. 2-32-2; Arquitectura. Iglesias parroquiales, 1827-1833. Sig. 2-33-5bis; Arquitectura. Iglesias parroquiales, 1832-1851. Sig. 2-33-5; Arquitectura. Iglesias parroquiales, 1852-1857. Sig. 2-33-6; Arquitectura. Mesones y posadas, 1779-1832. Sig. 2-30-10; Arquitectura. Puentes, 1820-1859. Sig. 2-31-10; Comisión de Arquitectura. Arquitectos, 1815-1818. Sig. 4-68-9; Comisión de Arquitectura. Informes, 1808-1822. Sig. 1-29-5; Comisión de Arquitectura. Informes, 1821-1828. Sig. 1-30-1; Comisión de Arquitectura. Informes, 1829-1838. Sig. 1-30-3; Libro de actas de juntas ordinarias, extraordinarias, generales y públicas, 1848-1854. Sig. 3-91; Libro de actas de juntas ordinarias, generales y públicas, 1803-1818. Sig. 3-87.


Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM


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