Castro González, Carlos María deEstepa (Sevilla), 1810 - Madrid, 1893


Hijo de Juan Francisco Regis Castro y Orozco y María de los Dolores González y Malcolini, nació en Estepa (Sevilla) el 24 de septiembre de 1810 siendo bautizado dos días más tarde en la iglesia parroquial de San Sebastián. Este ingeniero, arquitecto y urbanista murió en Madrid el 2 de noviembre de 1893.

A los cuatro años de edad se trasladó a Madrid y pronto se dedicó a estudiar diferentes lenguas, Geografía, Matemáticas, Arquitectura Militar, el lavado de planos topográficos y el Dibujo de Figura y de Adorno. Como alumno en la Academia de San Fernando estudio arquitectura bajo la dirección de Juan Miguel de Inclán Valdés, con cuyo permiso solicitó el 18 de agosto de 1833 su admisión a los ejercicios para la clase de maestro arquitecto. Para este fin presentó como prueba de pensado el proyecto de Una biblioteca pública (del A-783 al A-785) con su informe facultativo y el avance del coste de la obra, la partida de bautismo, la certificación de las prácticas y la justificación de su conducta moral y política.

La Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 20 d agosto de 1833 reconoció la obra y los documentos aportados, acordando el pase del pretendiente al resto de los ejercicios de reglamento. Fue admitido en la Junta Ordinaria del domingo 25 del mismo mes, al tiempo que lo eran el capitán del Real Cuerpo de Ingenieros Baltasar Hernández, Pedro García, Miguel de Medinaveitia y Manuel Soriano.  Le sortearon los programas de repente tocándole en suerte los números 46, 63 y 87, los cuales respondieron respectivamente: «Un magnifico templete dedicado á Himeneo, como para situarle en medio de una plaza con motivo de Regocijo publico. Planta, fachada y corte», «Una casa de campo y de labranza con las oficinas y comodidades correspondientes al propietario, y á tres pares de labor, graneros, Pajares y corral. Planta, fachada y corte» y «Una casa rural situada en el descenso de una colina, con las oficinas necesarias para cuatro pares de labor, y ademas vivienda para el dueño desde la cual registre toda la posesion; planta y alzado exterior». De los tres asuntos escogió el nº 63, es decir, Una casa de campo y labranza para tres pares de labor (A-1914), elección que comunicó a la corporación el 29 de agosto.

La Junta de Examen tuvo lugar el 7 de septiembre de 1833, asistiendo a ella como vocales los profesores Juan Antonio Cuervo, Custodio Moreno, Antonio de Varas, Miguel Fernández Loredo y Juan Miguel de Inclán Valdés. Cotejada la obra de pensado con el ejercicio de repente que el interesado explicó una vez entrado en la sala, se procedió a la realización del examen teórico. Castro principió este nuevo ejercicio tratando las formas y la belleza arquitectónica. A continuación, la geometría trazando la esfera y sus secciones; las bóvedas y las cubiertas que resultan con la aplicación a la figura cuadrada y rectangular. Después pasó a explicar el centro de gravedad de los cuerpos en sus diferentes posiciones, por cuyo motivo se introdujo en la maquinaria. Enseguida habló acerca de su obra de pensado, el replanteo, las bóvedas y sus apeos, como sobre el modo de alumbrarlas. Por último, la montea y las cimbras con la práctica de sus medidas y tasaciones.

Satisfechos los examinadores con el mérito de las obras ejecutadas como con las explicaciones y las contestaciones dadas a las preguntas formuladas le hallaron hábil para ostentar el título de maestro arquitecto, grado que le fue concedido en la Junta Ordinaria del 29 de septiembre de 1833, a los 25 años de edad.

Durante la década de los años cuarenta le encontraremos trabajando en el acondicionamiento de la carretera Madrid-Irún, la mejora del paso de Somosierra y en la dirección del Canal de Manzanares, mientras que en los años cincuenta en la construcción de la línea del ferrocarril Madrid-Aranjuez, las obras del Canal de Isabel II y la Puerta del Sol.

Como es sabido, poco antes del plan del Ensanche se había llevado a cabo el proyecto de renovación interna más importante de la villa: la configuración de la Puerta del Sol, que había comenzado en 1852 y no concluiría hasta 1862, llevándose a cabo la propuesta de Lucio del Valle, Juan Rivera y José Morer en 1857. La renovación de la Plaza fue complicada porque llevaba intrínseca la expropiación de multitud de solares, para lo que fue necesaria la promulgación de la Real Orden de 19 de septiembre de 1954. Gracias a ella se sometió a examen del ayuntamiento el proyecto de Ensanche de la Puerta del Sol para la regularidad y embellecimiento de la capital, como por el interés de los propietarios, pero para ello era necesaria la opinión de la Academia Nacional de San Fernando, teniendo presentes los planos de la proyectada reforma. El lugar, además de encontrarse entonces como resultado del derribo del Buen Suceso y la casa de beneficencia, necesitaba de una regularización urgente por el «repugnante aspecto» que presentaba respecto al ornato público, pues constituía el sitio más céntrico y concurrido de la ciudad.

El 17 de octubre de 1854 se entregó la comunicación original que la suprimida Junta Consultiva de Policía Urbana había elevado al gobierno el 19 de octubre de 1853. Junto a la comunicación oficial se adjuntó el proyecto del ensanche de la plaza formado por el plano, la decoración de las nuevas fachadas y el coste que podría suponer la realización del mismo, pero  toda esta documentación era susceptible de ser ampliada con las alineaciones aprobadas para las calles de Alcalá, Arenal, Carretas, Mayor y demás.

La Sección de Arquitectura reunida el 27 de octubre de 1854, formada por París, Conde González, Sanz, Herrera de la Calle, Zabaleta, Peyronnet y Laviña sometieron de nuevo a examen el proyecto del ensanche, alineación y ornato de la Puerta del Sol. Estudiado con detenimiento, la Sección comunicó al ayuntamiento que le era imposible dar su opinión al respecto debido a la escasez de datos remitidos, ya que además faltaba uno sumamente importante: el estudio detallado de los desniveles y rasantes, aspecto del que no había podido ocuparse la comisión encargada de la obra debido a la premura con que se había exigido la presentación del proyecto. Además, la Academia necesitaba conocer si el proyecto se encontraba en armonía con el pensamiento general de mejoras y reformas en el sistema de alineación de Madrid y tener a la vista las acordadas para todas las calles que desembocaban en la plaza. Por todo ello, comunicó al ayuntamiento el no poder dar en este momento un dictamen favorable a lo presentado y la necesidad de que se ocupase de concluir el plano futuro de Madrid, dictamen de la Sección de Arquitectura que había sido aprobado por la Academia en la Junta General celebrada el 5 de noviembre de 1854.

En vista de los resultados obtenidos, el ayuntamiento dispuso que sus arquitectos se pusieran a trabajar para recopilar la información que le había solicitado la Academia. El 17 de febrero de 1855 se recopilaron los datos suficientes, se ejecutaron los perfiles que se representaban en el plano, las anotaciones de cada perfil y las acotaciones que expresaban los desniveles en los puntos principales, como también los diseños de las 10 calles que desembocaban en la plaza. Todo ello fue remitido a la Academia a la mayor brevedad, pero recibido el expediente el 19 de febrero a las 12 de la mañana y reunida la Sección de Arquitectura a las 5 de la tarde de ese día, continuándola el 20 a las 8 de la mañana, se echó de menos tener a la vista la comunicación del ayuntamiento con todos los antecedentes de la obra.

Los arquitectos Matías Laviña y José Jesús Lallave fueron nombrados por la Sección de Arquitectura para examinar la reforma de la Puerta del Sol. Tras reconocer el lugar y estudiar el proyecto durante 12 largas horas tuvieron concluido el informe el 20 de febrero de 1855 llegando a las siguientes conclusiones: «1º la Conveniencia del proyecto; si bien llama la atencion pr haberles impresionado vivamente, sobre los 130 rs pr pie y 3 pr % de indemnizacion. 2º Encontrar el proyecto aceptable y estudiado bentajosamte, de una manera poco variable con escaso tiempo y medios. 3º Encontrarlo asi mismo realizable siempre que, atendiendo á ser una reforma y no un proyecto nuevo, el plano de asiento de la nueba plaza no sea un solo y mismo plano, sino una superficie compuesta de varias estudiadas con las intervenciones de diferentes planos de manera qe estas ni impidan en lo mas minimo el transito y servicio público de todo genero, antes sea mas asequible qe al presente».

El informe fue aprobado por la Sección de Arquitectura el 22 de febrero de 1855 y seis días más tarde Peyronnet llevó a cabo la redacción del mismo, poniendo de manifiesto que se trataba de un proyecto que había exigido repetidas juntas y discusiones para poder conciliar los intereses del ayuntamiento con los de los propietarios; que la población de Madrid necesitaba muchas reformas, pero una de las más importantes era esta al ser lamentable y desdecir el aspecto de este espacio urbanístico tan reconocido en la Península y en el extranjero por su posición central, el número de calles que desembocaban en la plaza y la multitud de carruajes y personas que transitaban por sus avenidas. Por otro lado, señalaba la necesidad de corregir la desigualdad de los frentes y la asimetría de las manzanas, estudiarlo desde el punto de vista artístico atendiendo a su disposición en planta y la ornamentación de sus alzados sin olvidar el cálculo del coste que debía tener, motivos por los que creía conveniente la ejecución del proyecto, máxime cuando la obra había sido declarada de utilidad pública.

En nombre de la Sección de Arquitectura, Peyronnet comunicó la aprobación del ensanche proyectado base del proyecto presentado al estar sus alzados bien entendidos y seccionados, sin embargo, consideraba que hubiera sido más conveniente haber organizado un concurso público para tal ocasión a fin de haber elegido entre varios proyectos el mejor, ya que era un medio para estimular el genio artístico y obtener el mejor resultado en obras de tanta importancia. En cuanto a la cuestión económica, asunto que sólo pertenecía al ayuntamiento, la Sección de Arquitectura consideró oportuno señalar algunas indicaciones sobre todo en cuanto al tipo de indemnizaciones que debían pagarse.

La junta de arquitectura se volvió a reunir el 24 de febrero de 1855 para examinar la reforma de este espacio urbanístico. Examinó el proyecto presentado susceptible de modificación desde dos puntos de vista: el artístico y económico, este último limitado tan sólo a la parte de la tasación facultativa para la expropiación. En cuanto al aspecto artístico, aprobó en su totalidad la planta y los alzados, aunque creyó oportuno haber abierto un concurso público ante la relevante obra de la que se trataba. Respecto al coste del proyecto, vio poco exacto el tanteo realizado por la Junta, por cuanto que se había señalado como tipo para la indemnización la cantidad de 132 reales por pie superficial incluyendo las construcciones cuando las casas tenían un valor absoluto y otros relativos, pues en cada finca las construcciones tenían gran variedad de valores en función de la calidad y el estado de las mismas.

Debido a que el informe anterior había calificado el proyecto de bueno y aceptable, pero podía ser susceptible de mejoras, la Junta de la Sección reunida el 7 de marzo de 1855 aprobó la planta y la alineación de los nuevos edificios, aunque no así los alzados. Por este motivo se acordó la realización de un nuevo pensamiento de decoración de las fachadas, a cuyo fin era necesaria la convocatoria de un concurso tomando como base la planta aprobada y limitándose sólo a los alzados, o en su defecto que el ayuntamiento encargase su estudio a los arquitectos de la villa para que después se escogiese el que mejor reuniese los requisitos exigidos.

Cumpliendo con este dictamen, el 20 de septiembre de 1855 fueron remitidos a la corporación académica 5 proyectos y 6 proporciones para el ensanche de la Puerta del Sol, con objeto de elegir el que más conviniese. El primero era del conde de Hamal y D. E. Mamby, cuyos planos estaban firmados por los arquitectos Pedro Tomé, Juan de Madrazo y Aureliano Varona; el 2º, de José Antonio Font, lo estaban  por el arquitecto José Acebo; el 3º, de Juan Salas y Sivilla, fue remitido sin dibujo alguno; el 4º, del marqués de Aserreta,  sólo contenía un dibujo sin autoría; el 5º, de Pascual Hidalgo y Compañía, estaba formado por un dibujo sin firma, y por último el 6º, de Carlos del Bosch y Romaña, se componía de un dibujo firmado por el propio arquitecto.

Los planos quedaron en la sala de la Academia para que fuesen vistos por sus miembros y para que después pasasen la censura de una comisión formada por tres individuos de su seno.  Como miembros de esa comisión fueron elegidos por votación secreta en la Junta de la Sección de Arquitectura del 24 de septiembre, Antonio de Zabaleta, José París y Antonio Herrera de la Calle, quedando como suplente Eugenio de la Cámara, pero tras la renuncia por ausencia de Zabaleta al cargo, Eugenio de la Cámara tomó su lugar en calidad de miembro de la comisión. Estos debían emitir un informe sobre los proyectos, pero también sobre  la exposición dirigida a la Academia por Modesto Gozálbez, en su nombre y en el de sus hermanos Gonzalo y Francisco como propietarios de la casa nº 7 moderno y 3 antiguo en la expresada Puerta del Sol, a fin de que se tomasen en consideración los perjuicios que les ocasionaría de aprobarse el proyecto del conde de Hamal y Mamby por el referido ensanche si en el futuro eran despojados de su propiedad.

El dictamen adoptado por la mayoría de la Academia en la Junta General del 6 de octubre de 1855  fue el siguiente: no tomar en consideración los proyectos cuyos planos no estuviesen firmados por un arquitecto, de lo que se deducía que quedaba fuera los de Juan Sala y Sivilla, el marqués de Asarreta y Eugenio Pascual Hidalgo, limitándose el examen de la Academia a los proyectos del conde de Hamal y Mamby, José Antonio Font y el arquitecto Carlos del Bosch y Romaña por reunir todos los requisitos legales.

Tres fueron los puntos principales que se examinaron en los proyectos: la figura de la planta, la decoración de los alzados y el espacio franco resultante para el público. Respecto a las plantas, la Academia halló mayor regularidad y simetría en el proyecto de Hamal y Mamby como mayor amplitud en el de Font, sin embargo, no dejaban de necesitar alguna ratificación. En cuanto a las fachadas, encontraron desafortunados los arcos que algunos arquitectos habían levantado en la entrada de las calles del Carmen y Preciados al ser inútiles y quitar las vistas, luces y desahogo de las casas, por lo que fueron aprobadas las fachadas de Hamal y Mamby  firmadas por los arquitecto Aureliano Varona y Juan de Madrazo, prefiriendo la Sección de Arquitectura la de este último, siempre que la severidad de la ornamentación fuese completada en su ejecución. Por último, respecto al espacio reservado para uso público, la Academia entendió que el proyecto del conde de Hamal y Mamby era el que más se acercaba al objetivo a seguir por llevar hasta 157 pies la seguridad transitable.

Todos los estudios veían el proyecto de Hamal y Mamby como el que mejor satisfacía las necesidades y las condiciones requeridas, tanto en planta como en alzados; que debía darse a la plaza 570 pies en su lado mayor y 158 pies en su lado menor según se había marcado con tinta encarnada en el plano de los señores antes citados; no obstante, la Sección de Arquitectura fue muy parca a la hora de tratar las condiciones económicas al ser ajenas a la índole de la Academia.

El 11 de abril de 1857 se dieron las condiciones higiénicas a las que debían sujetarse en su construcción los nuevos edificios de la Puerta del Sol: la alineación de los edificios sujeta a la traza señalada en los planos aprobados por el Gobierno de S.M.; la decoración exterior sujeta a la aprobación de la Academia y la obligatoriedad de los constructores de presentar al Gobierno la forma y el modo de las plantas y secciones de los edificios; la altura total, el nº de pisos y sus alturas respectivas relacionadas con el ancho y la situación de las calles; hacer posible que en los proyectos de decoración las líneas horizontales de cada fachada corriesen en lo posible como continuación de las fachadas laterales; tener presente la proximidad del Canal de Isabel II en las nuevas edificaciones y la distribución de sus aguas en el interior de la población; la ejecución de los cimientos de las nuevas construcciones a la profundidad conveniente y sobre suelo firme con mampostería ordinaria o ladrillo recocho con mezcla de cal de Valdemorillo, o en su defecto con cales grasas combinadas con polvo de teja o ladrillo; la cubrición de los sótanos con bóvedas de ladrillo a rosca dejando lumbreras necesarias para la iluminación y ventilación;  el empleo de la sillería en las fachadas exteriores prevenida por la Ordenanza y en las interiores o de patios un zócalo de 0,56 metros (2 pies); la construcción de las medianerías con ladrillo, nunca con madera; los muros de fachadas exclusivamente de fábrica, pudiendo ser sustituidos en algunos casos por pies derechos u otras construcciones de hierro laminado, forjado o fundido, pero de ningún modo con madera excepto en los sotobancos; la posibilidad de ejecutar los tabicones de carga o de crujía con entramados de madera, los pisos o entramados horizontales de viguería espaciadas y con los marcos que exigían los anchos de crujía.  Sobre este asunto se especificaba el buen resultado que el hierro estaba dando en los pisos en el extranjero y que entonces se estaba introduciendo en España, por lo que se menciona su conveniente uso generalizado en sustitución de la madera como normalmente estaba ocurriendo en nuestro país. 

Respecto a las armaduras, debían construirse con la solidez que exigían las distribuciones, cubriéndolas con teja a la romana cogidas con mezcla en sus boquillas, limas y caballetes; de plomo o zinc los canales para recoger las aguas de lluvia, las cuales se dirigirían por los tubos de bajada, éstos de los mismos metales en toda su longitud en los patios y hasta la altura de 3 m por lo menos del piso de las calles en las fachadas exteriores, desde donde descenderían empotrados en el muro siendo de hierro fundido. Asimismo, el piso de la planta baja debía quedar elevado cuanto menos 0,50 m sobre el de la acera contigua al edificio.

En cuanto a la superficie de cada solar, se destinaba 1/6 parte para patios de iluminación y ventilación, pudiéndolo disminuir a ¼ parte, cuando se estableciesen patios comunes a dos o más casas. Asimismo, se reglamentaba el volumen de los dormitorios (12 m3), las escaleras, los retretes y comunes, estos últimos inodoros conocidos con el nombre de bombillos y con bajadas de hierro fundido; y por último el servicio de aguas comunes que debía disponerse con arreglo al sistema aprobado y publicado por el Consejo de Administración del Canal de Isabel II.

La Junta de la Sección de Arquitectura reunida el 23 de abril de 1857 examinó y aprobó el proyecto de decoración arquitectónica para la Puerta del Sol formado por el ingeniero de caminos Carlos María de Castro. La aprobación fue unánime a excepción del marqués del Socorro, que manifestó no estar conforme con poner como centro de las alineaciones el edificio ocupado por el Ministerio de la Gobernación. Pero el 1 de mayo de ese mismo año la comisión de académicos nombrada para informar sobre esta obra emitiría el correspondiente informe, reseñando primeramente que el proyecto debía ser asequible y realizable sin que exigiera sacrificios superiores a los que era posible hacer, no siendo viable hacer la reforma completa de la barriada inmediata a la Puerta del Sol debido a que la topografía del terreno obligaba a realizar numerosas y costosísimas expropiaciones. Esto significaba que la reforma debía ceñirse a ensanchar y mejorar la Puerta del Sol sin tomar de sus accesorias nada más que la zona puramente precisa para regularizar las embocaduras de las calles. Otros puntos aprobados fueron:

En estos momentos también se censuró el proyecto de ornamentación elaborado por Castro, el cual se encontró carente de unidad y distribución en sus adornos, ya que unas partes estaban recargadísimas y otras eran muy sencillas a base de ornamentaciones pobres y mezquinas. Se observó que no existía correspondencia entre la planta y las fachadas, lo mismo que entre los arcos de las puertas de las tiendas y el resto del conjunto, los vanos y las alturas. Por último, respecto al pliego de condiciones facultativas e higiénicas, la Academia estaba de acuerdo en que la utilización del hierro en los suelos era conveniente, pero aún no factible en España debido a que existían excelentes maderas de buena calidad a un módico precio y la industria de la fabricación del hierro estaba poco desarrollada en nuestro país. En cuanto al empleo del zinc para las bajadas de las aguas pluviales, no lo creía conveniente por su poca durabilidad y resistencia a las influencias atmosféricas. Tampoco estaba de acuerdo con algunos puntos tocantes a la escalera, como la exclusión absoluta de las espirales o señalar como tipo mínimo para el ancho de los tramos de escalera el de 1,50 m cuando en muchas ocasiones bastaba con 1 m. Este dictamen de la Sección de Arquitectura fue aprobado por la Academia en la Junta General del 3 de mayo de 1857.

Mientras tanto, la Sección de Arquitectura celebrada el 8 de mayo de 1857 censuró y aprobó la concesión de licencia a Manuel de Santayana, con objeto de edificar conforme a los planos aprobados por el Gobierno de S.M. para la reforma de la Puerta del Sol, la casa situada en la Carrera de San Jerónimo, nº 2, Puerta del Sol números 1 y 3, dictamen que sería aprobado por la Academia en la Junta General del 7 de junio de 1857. Veinte días más tarde se censuraría el expediente sobre las condiciones higiénicas y la distribución de las casas números  5, 7, 9 y 11 de la Puerta del Sol esquina a la calle de Carretas, nº 1, cuyos planos encontró la Sección del 28 de mayo perfectamente entendidos y arreglados, tanto en su distribución como en su decoración; Sin embargo, la casa nº 11 esquina a la de Carretas, propiedad de Maltrana, debía disponerse llegando el gabinete de la esquina hasta la fachada de la calle Carretas suprimiendo el tabique divisorio de  la pieza sin nombre al tiempo que la alcoba de en medio debía recibir la amplitud procedente de la supresión del pasillo de al lado que debía desaparecer.

La Sección de Arquitectura se volvió a reunir en sucesivas ocasiones para tratar las obras de la Puerta del Sol. Lo hizo los días 10 y 18 de junio y 5 julio de 1857, momento en que atendiendo a la necesidad que tenía el director facultativo de las obras en hacer copias de los planos de los solares de Madrid contenidos en los libros que poseía la Academia para tomar los datos necesarios para llevar a cabo la medición de dichos solares y la tasación de las fincas que debían expropiarse, la Academia acordó poner a disposición de este funcionario y de su ayudante, el arquitecto Antonio Ruiz de Salces, los citados libros que se encontraban custodiados en el Archivo de la institución.

El 18 de julio se remitieron a informe los planos de los solares de las casas que debían construirse y el 29 de julio fueron examinados por la Sección de Arquitectura y la Academia el pliego de condiciones generales y facultativas, particulares y económicas para la subasta del derribo de las casas de la Puerta del Sol. Lógicamente, sólo podían intervenir en esta fase grandes capitalistas privando a los pequeños a tomar parte en la subasta, ya que los plazos en los que se debían hacer los cobros eran muy cortos y perentorios.

Antes de acabar el mes, la Sección de Arquitectura del  31 de julio  fue del parecer que, aunque no tenía nada más que informar sobre esta obra porque la figura y dimensiones de la nueva Puerta del Sol ya estaban establecidas, como la dirección y el ancho de las calles afluentes a la misma, incluso las alineaciones a las que debían sujetarse en lo sucesivo las casas contiguas a las expropiadas por la Administración, podían hacerse algunas modificaciones  en las líneas que marcaban su perímetro. Entre estas modificaciones se indicaba la colocación de algún recuerdo histórico, fuente, arco u otra construcción decorativa que diese un aspecto más monumental y grandioso a su espacio y corregirse la excesiva longitud de la plaza respecto a su ancho.  En cuanto a las rasantes, la alineación de las fachadas y las condiciones higiénicas la Academia estaba conforme en todo lo presentado, incluso con la decoración adoptada en sus fachadas porque, aunque no podía calificarse de esencialmente artística ni monumental, era apropiada a las casas de alquiler que eran su objeto.

Por orden del ministro de la Gobernación se le encargó al arquitecto Juan Bautista Peyronnet la realización de una serie de adiciones al mismo proyecto de reforma, cuyos honorarios correspondientes a los planos, memoria y demás trabajos fueron aprobados en la Junta General del domingo 7 de noviembre de 1858.  A finales de año fue remitido a censura de la Academia el proyecto y el plano de reforma para el embellecimiento de la plaza firmados por el arquitecto Juan Rom. Fue examinado por la Sección de Arquitectura el 14 de diciembre de 1858, junta que observó como la obra se reducía a variar la dirección de las calles de Preciados y del Carmen desde el punto que lo permitían las expropiaciones practicadas sacándolas perpendicularmente a la fachada que miraba al Mediodía y que suprimiendo la calle de la Zarza conservaba intactas las líneas generales de la planta aprobada por las Cortes. Aunque con ello se conseguía una forma más regular de los solares enajenables aumentando su extensión, el proyecto de Rom sería desechado por varios motivos: primero, porque cambiaba la dirección de algunas calles y no lograba ninguna euritmia en la distribución de las masas y la correspondencia de las bocacalles; segundo, porque no era acertada la supresión de la calle de la Zarza y tercero, porque disminuía el desarrollo de las líneas de fachada reduciendo el número de tiendas y locales para el comercio, por consiguiente reducía el precio de los solares en la subasta y destruía en parte el objeto comercial de la plaza.  A todo esto, cabría añadir la imposibilidad de realizar por ahora un proyecto de reforma mientras que no se formase una nueva ley, en cuyo caso se anunciaría un concurso público al que pudieran presentarse todos los profesores de arquitectura.

En vista de lo expuesto, la Sección no pudo considerar el pensamiento de Rom «como una de esas modificaciones que mas ó menos oportunas, se ocurren facilmente al que examina un proyecto formado y estudiado por otra persona, y entiende que comparado con el que se está preparando para su ejecucion, reconocido generalmente como poco adecuado basta por el mismo Consejo de Admon en su informe no desmerece nada, pues los inconvenientes que presenta estan quiza compensados con otras ventajas, como con algunas mayor regularidad en los angulos y en la forma de los solares, la apertura de la calle del Carmen y el aumento de terrenos enagenables; pero no cree que en el estado á que han llegado las cosas sean estas ventajas de tal magnitud que por ellas solas deba intentarse la derogacion de la Ley vigente y formacion de otra nueva».

El 18 de junio de 1859, la Junta formada por Eugenio de la Cámara, José Jesús Lallave, Morán y Narciso Pascual y Colomer bajo la presidencia de Aníbal Álvarez como académico más antiguo se reunió para proceder al nombramiento del presidente y secretario de la comisión, cargos que recayeron respectivamente en Aníbal Álvarez y Pascual y Colomer. En estos momentos S.M. encargó a la Academia el estudio y la propuesta de las modificaciones que tuvieran que llevarse a cabo en la planta ya aprobada de la Puerta del Sol, motivo por el que era necesario tener a la vista todos los datos geométricos y topográficos del terreno, el estudio de los niveles, las rasantes y demás para el mejor desempeño de su cometido, así como disponer de uno o dos hábiles delineantes.

El 22 de junio, el Consejo acordó remitir a la Academia todos los estudios que la corporación había solicitado, entre ellos el plano topográfico de la citada reforma hecho con arreglo a la Ley de 28 de junio de 1857 y reales órdenes posteriores, con la aprobación de las modificaciones del trazado de la calle de la Zarza y las rasantes de las calles afluentes a la plaza. Pero ese mismo 22 de junio, la Sección de Arquitectura se volvió a reunir excusando su asistencia Juan Bautista Peyronnet. Se procedió al examen de los diferentes proyectos remitidos por el Gobierno y tras haberlos estudiados se halló como más aceptable el propuesto por la Junta Consultiva de Policía Urbana, no sin antes manifestar los defectos advertidos en el trazado aprobado por la citada ley de 1857. 

Debido a la premura con que se exigía la resolución del asunto, la Academia acordó realizar un croquis de la reforma que proponía a modo de anteproyecto junto con un informe que expresase las razones que le habían motivado el llevarlo a cabo de esa manera. El trazado propuesto por la Academia tenía «la inmensa ventaja de ser mas sencillo, de aprovechar mas en beneficio del arte y de la conveniencia publica el inmenso derribo practicado; toma por base la fachada del Ministerio de la Gobernacion, reduce la longitud de la plaza á 544 pies la ensancha hasta 273, es decir, 100 pies mas que la actual trazada, produce con estas dimensiones una razonada proporcion en su area y dirigiendo el eje de la calle de preciados al medio de la fachada del ministerio permite dar tan oportuna direccion á las demas calles afluentes que se produce una simetrica correspondencia entre estas y las manzanas de casas determinando lineas de fachada mucho mayores que las actuales, particularmente en las tres que hacen frente al Ministerio, lo cual producirá masas de edificacion de un carácter mas monumental y mas digno del pensamiento que ha debido conducir a esta reforma. Esta importante variación no exije ni mas expropiacion ni mas gasto al presentado y solo toma de la actual superficie vendible la insignificante cantidad de 4500 pies propiamente, cantidad qe no duda la Comision sera algo menor al hacer el estudio definitivo». Otra de las reformas que la Comisión vio factible, no como parte integrante del proyecto sino como de utilidad y para poder ser ejecutada paulatinamente, era la apertura de una calle que iniciada en la Puerta del Sol condujese a la plaza de las Descalzas y proporcionase una salida a la calle Peligros.

La memoria descriptiva del proyecto del Ensanche y sus calles afluentes propuesta por la Dirección Facultativa de las mismas obras como modificación del proyecto aprobado por la Ley de 28 de junio de 1857 fue concluida el 9 de julio de 1859. En ella quedaron reseñadas las condiciones principales que se habían procurado satisfacer en el proyecto, habiéndose tomado como principios: facilitar el tránsito tanto de carruajes y caballerías como de la gente de a pie, mejorando los medios de comunicación entre las calles principales de la población que vertían y se cruzaban en la plaza; sujetarse estrictamente a la expropiación verificada hasta ese momento; satisfacer la simetría y ornato de las fachadas que daban a la plaza regularizando sus avenidas y aprovechar al máximo el suelo expropiado.

Tras señalarse los principios de la reforma, la memoria se centró en la explicación del proyecto comenzando con la elección del centro, su forma y ejes, para continuar con la necesidad de suprimir los callejones de la Tahona, las Descalzas y Preciados como vías públicas, aunque conservando sus entradas por las servidumbres que prestaban y los servicios que presentaban a las casas contiguas.  Seguidamente se indicaba la necesidad de ejecutar chaflanes en la intersección de las calles del Carmen, Zarza y Negros como la ejecución del proyecto y una comparativa de las áreas que habían quedado disponibles para la edificación, con objeto de señalar las ventajas que tenía este nuevo proyecto respecto al desarrollado por la Academia y aprobado por la ley:

En cuanto a la memoria elaborada por la Junta Facultativa de las Obras del Ensanche, la Sección de Arquitectura reunida en la Junta Extraordinaria el 17 de julio creyó poco afortunados los términos, como los calificativos y agravios en ella hallados contra la propia sección, sobre todo cuando la Academia, no estando obligada a intervenir en este tipo de cuestiones, había formulado en muy poco tiempo un croquis que no debía dársele más importancia que la de un anteproyecto. Por estas consideraciones y por la conveniencia del servicio público, la corporación académica solicitó de S.M. ser relegada del cargo que le había sido confiado sobre este asunto, pues deseaba «evitar todo conflicto y ulterior desabrimiento, conservando intacta la dignidad de su carácter y no decayendo de la consideracion que las leyes le conceden».

La súplica no fue concedida pues el 20 del mismo mes la Reina dispuso que el informe de la Academia fuese evacuado sin demora porque así lo exigía la conveniencia pública y ningún conflicto podía entorpecer este objeto, ya que las observaciones del croquis hechas por la Dirección Facultativa habían sido expuestas con ánimo de acertar en lo posible en esta obra de tanta importancia sin pretender agravio alguno del cuerpo académico.

Obedeciendo las órdenes de S.M., la Sección de Arquitectura se reunió el 31 de julio de 1859 para emitir un extenso informe sobre el proyecto presentado por la Dirección Facultativa de las Obras, el cual sería aprobado por la Academia en su Junta General del 31 de ese mismo mes. El informe quedó dividido en dos partes claramente diferenciadas: la parte artística y la económica, esta última acompañada de un documento, letra A, que recogía los errores y contradicciones advertidas en los datos numéricos de la memoria, junto con las correcciones que debían hacerse en la memoria desarrollada por la Dirección Facultativa. 

Con la renovación de este enclave se reforzó por un lado su valor representativo, atrayendo las actividades comerciales y financieras de la ciudad, pero por otro, la uniformidad de las fachadas definió su espacio sirviendo de modelo a la arquitectura que se levantaría posteriormente en sus alrededores. De la obra del Ensanche de la Puerta del Sol, el Archivo de la Academia conserva 13 planos que responden a los números Pl-214/225.

Una de las obras más relevantes de este arquitecto, urbanista e ingeniero sevillano fue sin duda el Plan Castro, es decir el Ensanche de Madrid, que inspirado en el Plan Cerdá de Barcelona tuvo un desarrollo muy lento al prolongarse desde 1860 a 1930. En 1857 el Gobierno había aprobado la puesta en marcha del anteproyecto del ensanche, el cual sería aprobado tres años más tarde. La ubicación se situó al norte y parte del este de la ciudad, dado que el sur tenía mucha inclinación desde la cerca hasta el río Manzanares y en el oeste se encontraba la Montaña del Príncipe Pío. Se preveía un aumento de superficie de 2.294 hectáreas, correspondiendo una extensión por habitante de 76, 40 m2.

La manzana constituía la entidad elemental de la construcción, percibiéndose una distinción de las mismas según las clases de edificación y su destino. La superficie del solar se destinaba 1/6 parte a patios de iluminación y ventilación, pudiéndose aumentar esta superficie a 1/4 parte en caso del establecimiento de patios comunes a dos o más casas.

Cada manzana era susceptible de un tratamiento diferente según el propietario y la zona, pero siempre el aspecto exterior era competencia de la Real Academia de San Fernando mientras que el resto del ayuntamiento. Los muros de las fachadas exteriores que eran de ladrillo con mezcla de cal y arena debían descansar en zócalos de sillería. Podían introducirse entramados horizontales tanto de madera como de hierro, pero estaba terminantemente prohibida la construcción de todo piso que no midiese por lo menos una altura libre de 3 m. Las alturas permitidas eran de no más de tres pisos y en cuanto a la ornamentación podía ser de estuco, barro cocido, piedra o cualquier otro material, contando siempre que los revocos debían presentarse a la aprobación de la Academia al formar parte integrante del diseño.

A diferencia de lo que había acontecido a lo largo de la historia en Madrid, ciudad en donde todas las clases sociales habían vivido conjuntamente en los mismos barrios, en el Ensanche se distinguieron espacios, barrios y zonas diferenciadas:

Se tuvo en mente la desaparición de edificios poco dignos y la erección de otros nuevos que los reemplazasen. Se preveía la desaparición de la plaza de toros y la construcción de un hipódromo próximo al arroyo Abroñigal para trasladar las carreras de caballos que tenían lugar en la Casa de Campo. También la construcción de una serie de edificios, como un museo nacional, una biblioteca, una aduana, cuarteles, el Ministerio de Fomento, hospitales, escuelas y gimnasios.

Respecto a las calles, los paseos y caminos, se previno la conservación de los ya existentes prolongándolos en todas las direcciones para procurar la comunicación más directa de los nuevos barrios con la población existente. No obstante, se suprimiría por el sur parte del trazado barroco de los paseos que descendían en tridente desde Atocha hasta el Manzanares.

Se hizo una distinción de categorías entre las calles: de primer orden aquellas de 30 a 40 m y de segundo orden las de 15 a 20 m, al tiempo que se tenía previsto la ejecución de plazas y parques, fuentes públicas y la erección de monumentos.

Por último, se proyectó un foso de 6-7 metros de ancho y 2,50 de profundidad para fijar el límite de la ciudad, facilitar la defensa de la población e impedir el fraude en la introducción de objetos a la Villa sin pago de derecho, pero nunca llegó a construirse.

En la realidad, el plan de Castro aprobado por Real Orden de 19 de julio de 1860 no tuvo todo el desarrollo esperado, ya que tan sólo se edificaron unas pocas docenas de casas en el barrio de Salamanca, otras en Argüelles y algunas en Pacífico. El proyecto quedó malogrado por muchos motivos: el principal la especulación inmobiliaria y la escasez de demanda, ya que según estudios recientes ni la alta nobleza, el rico banquero o el próspero comerciante quisieron instalarse allí y abandonar el viejo recinto.

Con el estallido de la Revolución de 1868 Castro perdió su cargo de director del Ensanche y comenzó a trabajar a partir de 1870 para la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid-Cáceres-Portugal. Dos años más tarde fue nombrado presidente de la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos, cargo que ocupó hasta su jubilación en 1881.


Fuentes académicas:

Comisión de Arquitectura. Arquitectos, 1833. Sig. 2-10-1; Comisión de Arquitectura. Informes, 1829-1838. Sig. 1-30-3; Comisión de Arquitectura. Informes. Urbanismo. Monumentos conmemorativos, 1787-1876. Sig. 2-28-8; Comisión de Arquitectura. Informes. Urbanismo. Puerta del Sol de Madrid, 1855-1859. Sig. 2-28-12; Libro de registro de maestros arquitectos aprobados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1816-1900. Sig. 3-154, nº 150.


Otras fuentes:

CASTRO, Carlos María de. Anteproyecto del Ensanche de Madrid. Plano general de la zona de ensanche y emplazamiento y distribución del nuevo Madrid, 1859, s/sig (AVM); CASTRO, Carlos María de. Memoria descriptiva del anteproyecto de ensanche de Madrid, firmado por el Inspector de Distrito del Cuerpo de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, aprobado por Real Decreto de 19 de Julio de 1860. Madrid: Imprenta de D. José de la Peña, 1860; Memoria del anteproyecto del ensanche de Madrid, con un plano del mismo, Madrid, 1862.


Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM


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