Cámara Muñoz, Eugenio de laMadrid, 1816 - 1883


Hijo de Luis de la Cámara y Josefa Muñoz, nació en la calle del Acuerdo, nº 17 (Madrid) el 15 de noviembre de 1816 siendo bautizado al día siguiente en la iglesia de San Martín y murió en Madrid el 25 de febrero de 1883.

Desde muy niño estuvo relacionado con la arquitectura porque su padre era subalterno de Custodio Teodoro Moreno en las obras de la Ballestería del Pardo y le acompañaba a diario a las obras, permitiéndole observar a los trabajadores y el mecanismo de la construcción. Fue discípulo de arquitectura de este académico de mérito por la de San Fernando, arquitecto mayor de Palacio, académico de honor de Matemáticas en la Academia de la Purísima Concepción de Valladolid e individuo de mérito de la Academia de San Carlos, con quien se instruyó en los principios de la Delineación, los Órdenes y la Perspectiva hasta poder proyectar por sí mismo todo tipo de edificios. Del mismo modo, asistió a las obras que dicho maestro tenía a su cargo, entre ellas la gran Cochera del Campo del Moro donde acabaría por perfeccionarse en la práctica de la arquitectura.

De su época como alumno en el Real Estudio de la calle de Fuencarral (Madrid), el Gabinete de Dibujos del Museo de la Academia (Sección Dibujo Artístico) conserva Dos estudios de pies (P-0333), obra fechada en 1834 correspondiente a un pase a Cabezas que le fue concedido el 16 de marzo de ese mismo año, y un Desnudo masculino sentado, Cíclope (P-0348) que responde a un pase al Yeso obtenido el 13 de marzo de 1836.

Sabemos que había solicitado un año antes el pase de Cabezas a Figuras, previa presentación de los ejercicios correspondientes y que sus ejercicios fueron censurados en la Junta Ordinaria del domingo 8 de marzo de 1835, siéndole concedido dicho pase en vista de su mérito en la Junta Ordinaria del 19 de abril. En esta misma fecha le fue concedido el pase también a «Dn Siberiano Marin, Dn José Rio Palencia, de la Merced, Dn José Espejo […] de la de la Ce de Fuencarral».

Su carrera como profesor comenzó cuando contaba escasamente 19 años de edad, concretamente desde el 21 de octubre de 1835 hasta septiembre de 1836, momento en que ejerce como sustituto en la cátedra de Física Experimental del Seminario de Nobles de Madrid por renuncia del propietario. Por otro lado, perfeccionó sus conocimientos científicos y la práctica de la enseñanza auxiliando a Antonio de Varas en la cátedra de Matemáticas, llegando a ser profesor interino de la misma el 11 de julio de 1838 por fallecimiento del maestro Miguel Fernández de Loredo. Desempeñó este destino sin sueldo durante un año, a partir del cual se le dotó con 4.400 reales.

En la Junta Ordinaria del 6 de junio de 1841 se presentaron varios dibujos de perspectiva realizados por alumnos de la Academia a fin de que la institución viera sus adelantamientos y aplicaciones, entre ellas, la entrada e interior de una galería suscrita por Eugenio de la Cámara; tres planos del capitel dórico de José de Lema; el estudio de una escalera en espiral o de caracol de José María Alvarado y un «paysel con estudios de solidos» de José Fernández.

A través de la Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 5 de marzo de 1842 y la Junta Ordinaria del 6 del mismo mes, tenemos constancia que por estas fechas ostentaba el cargo de director sustituto de Matemáticas en la Academia y que, por fallecimiento del 2º director, Miguel Fernández de Loredo, había sido nombrado en 1838 para ocupar su cargo como director sustituto, al principio sin sueldo y después con la asignación de 400 ducados. También que por ello solicitó de S.A. la cátedra de Matemáticas en propiedad con la consideración de 2º director como había disfrutado su antecesor.

Por la real orden del 21 de marzo de 1842 se le concedió la plaza de 2º director en propiedad, cargo por el que le veremos interviniendo a principios de 1843 en la censura del escrito presentado por Tadeo Larragueta bajo el título «Acsioma sobre las imaginarias», que sería examinado por la Comisión de Arquitectura el 18 de marzo. Cámara aprovecho la ocasión para poner en conocimiento de la Academia algunas cosas concernientes a este trabajo: «Que la comision despues de un detenido examen de este trabajo que no puede calificar de axioma, ni menos de proposicion ó memoria, advierte en el tal trastorno de principios, que dan margen á sospechar el que acalorada la cabeza de su autor con las largas meditaciones en que hebría entrado sobre materia tan delicada, padeció algun estravio que le hace creer haber hecho un descubrimiento importante por el cual se considera acreedor á las gracias y recompensas de que pueden disponer las Academias para premiar el merito distinguido; de otro modo no pudiera presentarsela un escrito en el que solo se encuentran dos o tres sutilezas pueriles vertidas sin metodo, y sin objeto visible de utilidad, que en sentir de la Comision solo prueban el que su Autor no tiene conocimto alguno de las obras magistrales en  que estas y otras teorias analogas á ellas han sido tratadas por barones eminentes que no le merecen mencion alguna y que en su caso deberá aconsejarsele consultar al devolverle su escrito y certificacion de Estudios que es probable solicite».

El 9 de febrero de 1844 le fue concedida la plaza de 1º director propietario de Matemáticas con un sueldo anual de 9.200 reales, a cuyo fin elaboraría un discurso «[...] sobre la necesidad del estudio de las Matemáticas para la perfección de todas las Artes y en particular para la de Arquitectura.

El 7 de marzo de 1845 solicitó de la Academia su admisión a los ejercicios para el grado que la corporación tuviese a bien concederle, pero dispensándole de las pruebas que les eran  exigidas a los demás aspirantes alegando los 20 años que llevaba frecuentando la enseñanza de la arquitectura; haber recorrido como alumno casi todas las enseñanzas científicas y artísticas; ser catedrático de Física Experimental desde 1835 y de Matemáticas desde 1838; ser vocal de la junta de exámenes de arquitecto, de la Comisión de Arquitectura desde febrero de 1842 y ostentar en esos momentos el cargo de 1º director de Matemáticas. Junto con estas alegaciones presentaba como prueba de pensado el proyecto de Un hospicio general o casa de beneficencia para esta Corte (del A-2738 al A-2741) con su informe facultativo y el avance del coste de la obra, el discurso académico, la partida de bautismo y la certificación de práctica librada por el profesor Custodio Teodoro Moreno.

La Junta de la Comisión Extraordinaria celebrada la mañana del 8 de marzo de 1845 quedó conformada por Marcial Antonio López, Custodio Moreno, Antonio Conde González, Atilano Sanz, Aníbal Álvarez, Narciso Pascual y Colomer y Juan Miguel de Inclán Valdés. Examinada la obra y los documentos aportados, los vocales acordaron el favorable informe para la concesión del título de arquitecto y académico de mérito a favor de Eugenio de la Cámara, con la dispensa del resto de los ejercicios reglamentarios en vista de los méritos acreditados. En esta misma fecha se acordó asimismo que la memoria o el discurso sobre la utilidad del estudio de las matemáticas que había elaborado y presentado pasase el examen y la censura particular de los individuos de la junta, para que se informase sobre su mérito. El profesor Juan Miguel de Inclán la devolvió corregida el 22 de marzo, Antonio Conde González el 12 de abril y Atilano Sanz, Custodio Moreno, Aníbal Álvarez y Narciso Pascual y Colomer los días 6, 14, 21 y 29 de mayo de 1845 respectivamente.

Obtuvo finalmente el título de maestro arquitecto y el grado de académico de mérito por la arquitectura en la Junta Ordinaria del 3 de agosto de 1845, pero no hay que olvidar que el 23 de marzo anterior y con motivo de haberse suprimido las cátedras de Matemáticas en la Academia de San Fernando por la reforma de los estudios de arquitectura, había sido  nombrado por S.M. catedrático de Cálculo diferencial e integral en la Escuela Especial de Arquitectura con el sueldo anual de 10.000 reales, asignación equivocada por cuanto que el resto de las cátedras contaban con una dotación de 12.000 reales. Este error duraría tres años sin que Eugenio pudiera corregirlo.

A raíz del establecimiento de la nueva Escuela Especial de Arquitectura por Real Decreto de 25 de septiembre de 1844 bajo la inspección de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, S.M. acordó el 23 de marzo de 1845, el nombramiento de los directores de las distintas enseñanzas en los estudios de arquitectura, saliendo elegidos: Juan Miguel de Inclán, director y profesor de Composición (15.000 reales anuales de sueldo); Eugenio de la Cámara, profesor de Cálculo diferencial e integral (10.000 reales); José Jesús Lallave profesor de Mecánica (12.000 reales); Juan Bautista Peyronnet profesor de Geometría descriptiva (12.0000 reales); Narciso Pascual y Colomer profesor de Teoría general de la construcción (12.000 reales); Aníbal Álvarez profesor de Teorías generales del arte y decoración (12.0000 reales); Antonio de Zabaleta profesor de Arquitectura legal y práctica de la construcción (12.0000 reales) mientras que Atilano Sanz y Pérez, Pedro Camporredondo y Mariano Calvo y Pereira profesores agregados con 6.000 reales, al tiempo que Antonio Conde y González quedó relegado de sus funciones por jubilación.

Desde abril de 1846 Eugenio de la Cámara fue nombrado secretario de la Sección de Arquitectura, teniendo a su cargo el examen, la revisión y la censura de todos los proyectos de construcción y reparación de edificios públicos de España, secretaría que desempeñaría durante más de 9 años sin sueldo ni subvención alguna. Del mismo modo, el 18 de noviembre de 1848 fue nombrado por S.M. catedrático de Cálculos y sus aplicaciones en la Escuela Preparatoria y de Arquitectura, y el 6 de enero de 1849 vicedirector de dicha Escuela. Desempeñaría todos estos cargos hasta la supresión de dicha Escuela en junio de 1855, volviendo de nuevo a la Escuela Especial de Arquitectura para explicar la asignatura de Cálculos que en ella se había restablecido, así como la enseñanza de Topografía conservando el cargo de vicedirector. En este mismo año de 1855 sería nombrado igualmente secretario general de la Academia, en virtud de la propuesta en terna que le daría el primer lugar por 21 votos de 23 vocales.

Sus años como profesor de Cálculo le llevaron en 1850 a publicar en dos volúmenes de unas 400 páginas el Tratado de Cálculos, que desde entonces sirvió de texto en la cátedra de dicha asignatura. Tenía como base la traducción de las lecciones explicadas por Navier en la Escuela Politécnica de París, siendo ampliada con más de 100 notas y aclaraciones, como precedidas de una introducción que en 9 capítulos contenía las teorías de Newton, Leibnitz, Euler, Lagrange y otros muchos autores sobre los límites, las series, las fluxiones, las funciones derivadas, etc.

A raíz de la convocatoria de la plaza titular de arquitecto de Cádiz con un sueldo anual de 6.000 reales de vellón, la Sección de Arquitectura conformada por el marqués del Socorro, Sanz, Herrera, Zabaleta, Mesa, Peyronnet, Laviña y Cámara se reunió el 5 de marzo de 1850. Uno de los opositores fue Manuel García Álamo, arquitecto, director de caminos vecinales, socio de la Sociedad de Amigos del País de Córdoba y arquitecto titular de dicha capital. Tras realizarse los edictos pertinentes que se fijaron en los sitios públicos y fueron publicados en los periódicos de esta plaza como en el Boletín Oficial de la Provincia y en la Gaceta del 3 de diciembre anterior, comenzaron a llegar las solicitudes para cubrir la vacante. Además de García Álamo, optaron a dicha plaza  José San Martín, arquitecto titular de los Ayuntamientos de Jerez y Arcos de la Frontera (Cádiz), socio fundador de las de emulación y fomento de la ilustración, artes, comercio y agricultura, aparte de socio de la de los Amigos del País de Jerez y Sevilla, pero también Juan de la Vega, arquitecto, académico de mérito de la Academia Nacional de San Baldomero de Cádiz y director de arquitectura en la Academia de Santa Cristina.

Una vez reconocidos los méritos de los pretendientes, el Ayuntamiento de Cádiz nombró su arquitecto titular a Manuel García Álamo el 16 de enero de 1850, pero este nombramiento acarreó problemas y descontentos. Por un lado, el arquitecto Juan de la Vega reclamó la nulidad del nombramiento porque le perjudicaba y  por otro, José de San Martín exigió lo mismo el 8 de febrero exponiendo los abusos que diariamente eran cometidos por la Academia gaditana al «hallarse entregada la Seccion de Arquitectura solo al compañero Bega y otros varios Sres. que por solo ser academicos de merito de la misma se creen (sin ser peritos) autorizados pª abonar informes sobre toda clase de obras que se ofrecen en los pueblos de esta Provª queriendo robustecerlos y darles el mismo carácter, que si fuesen (ebamados) pr un cuerpo científico y con las mismas atribuciones como podría hacerlo la Real Academia de Sn Fernando».

En vista de ello, y a fin de no estar a merced de una camarilla que dispusiese a su antojo las obras públicas y privadas promovidas en los pueblos, San Martín recomendó restringir las facultades de la Academia de Cádiz, o en su defecto que la Academia de San Fernando nombrase  varios profesores para crear un cuerpo científico en la clase de arquitectura del cual se carecía. Señalaba igualmente que desde hacía cuatro años había dirigido numerosas obras en las ciudades de Jerez, Arcos de la Frontera, Alcalá de los Gazales, Algeciras, etc., donde los citados  señores habían salido tan mal parados que habían tenido que solicitar sus servicios como ingeniero y arquitecto para terminar las obras, las cuales dejó concluídas y salieron publicadas en la Gaceta, nº 5174 y el Comercio de Cádiz, nº 2475. También, que se encontraba a cargo de las obras particulares de Cádiz por la desconfianza que tenían sus propietarios para con estos individuos, debido a los hundimientos que desde hacía dos años se estaban presentando en sus edificios, cuya consecuencia inmediata había sido la muerte de varios padres de familia y honrrados artesanos. Continuó diciendo: «(Ojala el Café de las Cadenas qe con tiempo anuncié su caida) digalo la Casa De Cobos donde se sacaron Siete desgraciados muertos cuando se allaba cual mismo estado q. la anterior. No embalde no hay un propietario en Cadiz que confie gustoso sus obras a muchos de los profesores alli establecidos, aunque pr necesidad tienen que hacerlo pr tener establecido una compañía qe se reune todos los Domingos en las tiendas de vino pª repartir entre todos las inutilidades qe ante ellos se han reunido la Semana anterior».

El arquitecto Juan de la Vega también estaba en total desacuerdo con el nombramiento porque no se había tenido en cuenta  lo prevenido en la Real Cédula del 21 de abril de 1828 y la Real Orden del 7 de febrero de 1835, en las que se indicaba que fuesen guardadas las prerrogativas a los académicos de mérito respecto de los que no lo eran para la previsión de las plazas titulares. Reclamaba por ello el cargo sobre los demás aspirantes y también sobre García Álamo porque éste no era académico y esta ciudad era la residencia de la Academia Nacional Gaditana y por consiguiente estaba comprendida en su jurisdicción artística, « motivo pr el cual sus individuos deben  hallarse para este distrito en el mismo caso en que se encuentran las Academias de S. Carlos de Valencia, S. Luis de Zaragoza y la Concepción de Valladolid para los suyos respectivos, a tenor de lo prevenido en el artº 3º de la Real Cedula citada». Terminó su exposición añadiendo que el número considerable de votos obtenidos en la votación le habían movido a reclamar lo que en justicia le pertenecía.

Tanto la exposición de San Martín como la de Juan de la Vega fueron estudiadas en la Junta de la Sección de Arquitectura celebrada el 5 de marzo de 1850, reunión en la que se observó la desacertada actuación del Ayuntamiento de Cádiz respecto de haber dirigido la comunicación del nombramiento a la Academia de San Fernando y no a la de Cádiz; que habiendo entre los aspirantes un académico, no estaba entre sus atribuciones el haber nombrado a uno que no lo fuera sin contravenir lo mandado en la expresada cédula; que debía haber comunicado a la Academia gaditana el nombramiento de García Álamo antes de dar posesión al agraciado y que debía rectificar su elección y adjudicar la plaza al académico de la Vega. Por otro lado, la Sección no creyó conveniente ocuparse de la carta de San Martín dado que el interesado no pedía nada en ella, no tenía carácter oficial y sólo contenía chismorreos indignos y  poco apropiados entre profesores como para ocupar su atención. Todo lo acordado por la Sección fue aprobado por la Academia de San Fernando en la Junta General celebrada el 10 de marzo de 1850.

En febrero de 1851, la Academia encargó a su Sección de Arquitectura los exámenes de los aspirantes al título de directores de caminos vecinales y el nombramiento de los individuos que debían formar el tribunal de examen. Tras el inconveniente de que dichos tribunales estuvieran formados por todos los individuos de la Sección de Arquitectura, quienes debían rotar y turnarse para llevar a cabo la censura de los diferentes exámenes, el 14 de octubre se acordó modificar esta práctica en pro de un tribunal fijo formado por personas dedicadas a la enseñanza de los diferentes ramos, con cuyo sistema se podían verificar siempre y con regularidad las pruebas. El tribunal quedó conformado de tres académicos: José París, Juan Bautista Peyronnet y Eugenio de la Cámara, nombrándose como suplentes los también académicos Antonio de Zabaleta y Matías Laviña.

Como vocal de la comisión de examen de agrimensores y directores de caminos vecinales, al tiempo que José París (presidente) y Juan Bautista Peyronnet (secretario), Cámara tuvo la oportunidad de examinar y aprobar a multitud de aspirantes, entre otros a Abdón Serrano, Alonso Cotillas Lobillo, José Isidro de Madariaga, Narciso Ramírez Vas y Manuel González.

Poco antes del plan del Ensanche se había llevado a cabo el proyecto de renovación interna más importante de la Villa: la configuración de la Puerta del Sol, que había comenzado en 1852 y no concluiría hasta 1862, llevándose a cabo la propuesta de Lucio del Valle, Juan Rivera y José Morer en 1857. La renovación de la Plaza fue complicada porque llevaba intrínseca la expropiación de multitud de solares, para lo que fue necesaria la promulgación de la Real Orden de 19 de septiembre de 1954. Gracias a ella se sometió a examen del Ayuntamiento el proyecto de Ensanche de la Puerta del Sol para la regularidad y embellecimiento de la capital, así como por el interés de los propietarios, pero para ello era necesaria la opinión de la Academia Nacional de San Fernando, teniendo presentes los planos de la proyectada reforma. El lugar, además de encontrarse entonces como resultado del derribo del Buen Suceso y la casa de beneficencia, necesitaba de una regularización urgente por el «repugnante aspecto» que presentaba respecto al ornato público, pues constituía el sitio más céntrico y concurrido de la ciudad.

El 17 de octubre de 1854 se entregó la comunicación original que la suprimida Junta Consultiva de Policía Urbana había elevado al gobierno el 19 de octubre de 1853. Junto a la comunicación oficial se adjuntó el proyecto de ensanche formado por el plano, la decoración de las nuevas fachadas y el coste que podría suponer la realización del mismo, pero toda esta documentación era susceptible de ser ampliada con las alineaciones aprobadas para las calles de Alcalá, Arenal, Carretas, Mayor y demás.

La Sección de Arquitectura reunida el 27 de octubre de 1854, formada por París, Conde González, Sanz, Herrera de la Calle, Zabaleta, Peyronnet y Laviña sometieron de nuevo a examen el proyecto del ensanche, alineación y ornato de la Puerta del Sol. Estudiado con detenimiento, la sección comunicó al Ayuntamiento que le era imposible dar una opinión al respecto debido a la escasez de datos remitidos, ya que además faltaba uno sumamente importante: el estudio detallado de los desniveles y rasantes, aspecto del que no había podido ocuparse la comisión encargada de la obra debido a la premura con que se había exigido la presentación del proyecto. Además, la Academia necesitaba conocer si el proyecto se encontraba en armonía con el pensamiento general de mejoras y reformas en el sistema de alineación de Madrid y tener a la vista las acordadas para todas las calles que desembocaban en la plaza. Por todo ello, comunicó al Ayuntamiento el no poder dar en este momento un dictamen favorable a lo presentado y la necesidad de que se ocupase de concluir el plano futuro de Madrid, dictamen de la Sección que había sido aprobado por la Academia en su Junta General celebrada el 5 de noviembre de 1854.

En vista de los resultados obtenidos, el Ayuntamiento dispuso que sus arquitectos se pusieran a trabajar para recopilar la información que le había solicitado la Academia. El 17 de febrero de 1855 se recopilaron los datos suficientes, se ejecutaron los perfiles que se representaban en el plano, las anotaciones de cada perfil y las acotaciones que expresaban los desniveles en los puntos principales, como también los diseños de las 10 calles que desembocaban en la plaza. Todo ello fue remitido a la Academia a la mayor brevedad posible, pero recibido el expediente el 19 de febrero a las 12 de la mañana y reunida la Sección de arquitectura a las 5 de la tarde de ese día, continuándola el 20 a las 8 de la mañana, se echó de menos tener a la vista la comunicación del Ayuntamiento con todos los antecedentes de la obra.

Los arquitectos Matías Laviña y José Jesús Lallave fueron nombrados por la Sección de Arquitectura para examinar la reforma de la Puerta del Sol. Tras reconocer el lugar y estudiar el proyecto durante 12 largas horas tuvieron concluido el informe el 20 de febrero de 1855 llegando a las siguientes conclusiones: «1º la Conveniencia del proyecto; si bien llama la atencion pr haberles impresionado vivamente, sobre los 130 rs pr pie y 3 pr % de indemnizacion. 2º Encontrar el proyecto aceptable y estudiado bentajosamte, de una manera poco variable con escaso tiempo y medios. 3º Encontrarlo asi mismo realizable siempre que, atendiendo á ser una reforma y no un proyecto nuevo, el plano de asiento de la nueba plaza no sea un solo y mismo plano, sino una superficie compuesta de varias estudiadas con las intervenciones de diferentes planos de manera qe estas ni impidan en lo mas minimo el transito y servicio público de todo genero, antes sea mas asequible qe al presente».

El informe fue aprobado por la Sección el 22 de febrero de 1855 y seis días más tarde Peyronnet llevó a cabo la redacción del mismo, poniendo de manifiesto que se trataba de un proyecto que había exigido repetidas juntas y discusiones para poder conciliar los intereses del Ayuntamiento con los de los propietarios; que la población de Madrid necesitaba muchas reformas, pero una de las más importantes era ésta al ser lamentable y desdecir el aspecto de este espacio urbanístico tan reconocido en la Península y en el extranjero por su posición central, el número de calles que desembocaban en él y la multitud de carruajes como de personas que transitaban por sus avenidas. Por otro lado, señalaba la necesidad de corregir la desigualdad de los frentes y la asimetría de las manzanas, la necesidad de estudiarlo desde el punto de vista artístico atendiendo a su disposición en planta y la ornamentación de sus alzados, sin olvidar el cálculo del coste que debía tener, motivos por los que creía conveniente la ejecución del proyecto, máxime cuando la obra había sido declarada de utilidad pública.

En nombre de la Sección, Peyronnet comunicó la aprobación del ensanche proyectado base del proyecto presentado al estar sus alzados bien entendidos y seccionados, sin embargo, consideraba que hubiera sido más conveniente haber organizado un concurso público para tal ocasión a fin de haber elegido entre varios proyectos el mejor, ya que era un medio para estimular el genio artístico y obtener el mejor resultado en obras de tanta importancia. En cuanto a la cuestión económica, asunto que sólo pertenecía al Ayuntamiento, la Sección consideró oportuno señalar algunas indicaciones sobre todo en cuanto a las indemnizaciones que debían pagarse.

La Sección de Arquitectura se volvió a reunir el 24 de febrero de 1855 para examinar la reforma. Examinó el proyecto presentado susceptible de modificación desde dos puntos de vista: el artístico y económico, este último limitado tan sólo a la parte de la tasación facultativa para la expropiación. Respecto al aspecto artístico, aprobó en su totalidad la planta y los alzados, aunque creyó oportuno haber abierto un concurso público ante la relevante obra de la que se trataba. En cuanto al coste del proyecto vio poco exacto el tanteo realizado por la Junta, por cuanto que se había señalado como tipo para la indemnización la cantidad de 132 reales por pie superficial incluyendo las construcciones, cuando las casas tenían un valor absoluto y otros relativos, pues en cada finca las construcciones tenían gran variedad de valores en función de la calidad y el estado de las mismas.

Debido a que el informe anterior había calificado el proyecto de bueno y aceptable, pero susceptible de mejoras, la Junta de la Sección reunida el 7 de marzo de 1855 aprobó la planta y la alineación de los nuevos edificios, aunque no así los alzados. Por este motivo se acordó la realización de un nuevo pensamiento de decoración de las fachadas, a cuyo fin era necesaria la convocatoria de un concurso tomando como base la planta aprobada y limitándose sólo a los alzados, o en su defecto que el Ayuntamiento encargase su estudio a los arquitectos de la Villa, para que después se escogiese el que mejor reuniese los requisitos exigidos.

Cumpliendo con este dictamen, el 20 de septiembre de 1855 fueron remitidos a la corporación académica 5 proyectos y 6 proporciones para el ensanche de la Puerta del Sol a fin de elegir el que más conviniese a su objeto. El primero, era del conde de Hamal y D. E. Mamby, cuyos planos estaban firmados por los arquitectos Pedro Tomé, Juan de Madrazo y Aureliano Varona; el 2º, de José Antonio Font, lo estaban  por el arquitecto José Acebo; el 3º, de Juan Salas y Sivilla, fue remitido sin dibujo alguno; el 4º, del marqués de Aserreta,  sólo contenía un dibujo sin autoría; el 5º, de Pascual Hidalgo y Compañía estaban formado por un dibujo sin firma, y por último el 6º, de Carlos del Bosch y Romaña, se componía de un dibujo firmado por el propio arquitecto.

Los planos quedaron en la sala de la Academia para que fuesen vistos por sus miembros y para que después pasasen la censura de una comisión formada por tres individuos de su seno.  Como miembros de esa comisión fueron elegidos por votación secreta en la Junta de la Sección de Arquitectura del 24 de septiembre, Antonio de Zabaleta, José París y Antonio Herrera de la Calle, quedando como suplente Eugenio de la Cámara; sin embargo, tras la renuncia de Zabaleta al cargo, Eugenio de la Cámara le supliría como miembro de la comisión. Dichos profesores debían emitir un informe sobre los proyectos, pero también sobre la exposición dirigida a la Academia por Modesto Gozálbez, en su nombre y en el de sus hermanos Gonzalo y Francisco, como propietarios de la casa nº 7 moderno y 3 antiguo en la expresada Puerta del Sol, a fin de que se tomase en consideración los perjuicios que les ocasionaría de aprobarse el proyecto del conde de Hamal y Mamby por el referido ensanche si en el futuro eran despojados de su propiedad.

El dictamen adoptado por la mayoría de la Academia en la Junta General del 6 de octubre de 1855  fue el siguiente: no tomar en consideración los proyectos cuyos planos no fuesen firmados por un arquitecto, de lo que se deducía que quedaban fuera los de Juan Sala y Sivilla, el marqués de Asarreta y Eugenio Pascual Hidalgo, limitándose el examen de la Academia a los proyectos del conde de Hamal y Mamby, José Antonio Font y el arquitecto Carlos del Bosch y Romaña por reunir todos los requisitos legales.

Tres fueron los puntos principales que se examinaron en los proyectos: la figura de la planta, la decoración de los alzados y el espacio franco resultante para el público. Respecto a las plantas, la Academia halló mayor regularidad y simetría en el proyecto de Hamal y Mamby, y mayor amplitud en el de Font, sin embargo, no dejaban de necesitar alguna ratificación. Respecto a las fachadas, encontraron desafortunados los arcos que algunos arquitectos habían levantado en la entrada de las calles del Carmen y Preciados al ser inútiles y quitar las vistas, luces y desahogo de las casas, por lo que fueron aprobadas las fachadas de Hamal y Mamby que habían sido firmadas por los arquitectos Aureliano Varona y Juan de Madrazo, prefiriendo la Sección de este último, siempre que la severidad de la ornamentación fuese completada en su ejecución. Por último, en cuanto al espacio reservado para uso público, la Academia entendió que el proyecto del conde de Hamal y Mamby era el que más se acercaba al objetivo a seguir por llevar hasta 157 pies la seguridad transitable.

Todos los estudios veían el proyecto de Hamal y Mamby como el que mejor satisfacía las necesidades y las condiciones requeridas, tanto en planta como en los alzados; que debía darse a la plaza 570 pies en su lado mayor y 158 pies en su lado menor según se había marcado con tinta encarnada en el plano de los señores antes citados, no obstante, la Sección de Arquitectura fue muy parca a la hora de tratar las condiciones económicas al ser ajenas a la índole de la Academia.

El 11 de abril de 1857 se dieron las condiciones higiénicas a las que debían sujetarse en su construcción los nuevos edificios de la Puerta del Sol: la alineación de los edificios sujeta a la traza señalada en los planos aprobados por el Gobierno de S.M.; la decoración exterior sujeta a la aprobación de la Academia y la obligatoriedad de los constructores de presentar al Gobierno la forma y el modo de las plantas y secciones de los edificios; la altura total, el nº de pisos y sus alturas respectivas relacionadas con el ancho y la situación de las calles; hacer posible que en los proyectos de decoración las líneas horizontales de cada fachada corriesen en lo posible como continuación de las fachadas laterales; tener presente la proximidad del Canal de Isabel II en las nuevas edificaciones y la distribución de sus aguas en el interior de la población; la ejecución de los cimientos de las nuevas construcciones a la profundidad conveniente y sobre suelo firme con mampostería ordinaria o ladrillo recocho con mezcla de cal de Valdemorillo, o en su defecto con cales grasas combinadas con polvo de teja o ladrillo; la cubrición de los sótanos con bóvedas de ladrillo a rosca dejando lumbreras necesarias para la iluminación y ventilación;  el empleo de la sillería en las fachadas exteriores prevenida por la Ordenanza y en las interiores o de patios un zócalo de 0,56 metros (2 pies); la construcción de las medianerías con ladrillo, nunca con madera; los muros de las fachadas exclusivamente de fábrica, pudiendo ser sustituidos en algunos casos por pies derechos u otras construcciones de hierro laminado, forjado o fundido, pero de ningún modo con madera excepto en los sotobancos; la posibilidad de ejecutar los tabicones de carga o de crujía con entramados de madera, los pisos o entramados horizontales de viguería espaciadas y con los marcos que exigían los anchos de crujía.  Sobre este asunto se especificó el buen resultado que el hierro estaba ofreciendo en los pisos fuera de España y que entonces se estaba introduciendo en España, por lo que se mencionó su conveniente uso en sustitución de la madera, como normalmente estaba ocurriendo en nuestro país. 

Respecto a las armaduras, debían construirse con la solidez que exigían las distribuciones, cubriéndolas con teja a la romana cogidas con mezcla en sus boquillas, limas y caballetes; de plomo o zinc los canales para recoger las aguas de lluvia, las cuales se dirigirían por los tubos de bajada ejecutados con los mismos metales en toda su longitud en los patios y hasta la altura de 3 m por lo menos del piso de las calles en las fachadas exteriores, desde donde descenderían empotrados en el muro siendo de hierro fundido. Asimismo, el piso de la planta baja debía quedar elevado cuanto menos 0,50 m sobre el de la acera contigua al edificio.

En cuanto a la superficie de cada solar, se destinaba 1/6 parte para patios de iluminación y ventilación, pudiéndose disminuir a ¼ parte cuando se establecieran patios comunes a dos o más casas. Asimismo, se reglamentó el volumen de los dormitorios (12 m3), las escaleras, los retretes y comunes, estos últimos inodoros conocidos con el nombre de bombillos con bajadas de hierro fundido; y por último, el servicio de aguas comunes que debía disponerse con arreglo al sistema aprobado y publicado por el Concejo de Administración del Canal de Isabel II.

La Junta de la Sección de Arquitectura reunida el 23 de abril de 1857 examinó y aprobó el proyecto de decoración arquitectónica para la Puerta del Sol formado por el ingeniero de caminos Carlos María de Castro. La aprobación fue unánime a excepción del marqués del Socorro, quien manifestó no estar conforme con poner como centro de las alineaciones el edificio ocupado por el Ministerio de la Gobernación. Pero el 1 de mayo de ese mismo año la comisión de académicos nombrada para informar sobre esta obra emitiría el correspondiente informe, reseñando primeramente que el proyecto debía ser asequible y realizable sin que exigiera sacrificios superiores a los que era posible hacer, no siendo viable hacer la reforma completa de la barriada inmediata a la Puerta del Sol debido a que la topografía del terreno obligaría a realizar numerosas y costosísimas expropiaciones. Esto significaba que la reforma debía ceñirse a ensanchar y mejorar la Puerta del Sol sin tomar de sus accesorias nada más que la zona puramente precisa para regularizar la embocadura de las calles; no obstante, otros puntos aprobados fueron:

En estos momentos, también se censuró el proyecto de ornamentación elaborado por Castro, el cual se encontró carente de unidad y distribución en sus adornos, ya que unas partes estaban recargadísimas y otras eran muy sencillas a base de ornamentaciones pobres y mezquinas. Se observó que no existía correspondencia entre la planta y las fachadas, lo mismo que entre los arcos de las puertas de las tiendas y el resto del conjunto, los vanos y las alturas. Por último, respecto al pliego de condiciones facultativas e higiénicas, la Academia estaba de acuerdo en que la utilización del hierro en los suelos era conveniente, pero aún no factible en España debido a que existían excelentes maderas de buena calidad a un módico precio y la industria de la fabricación del hierro estaba poco desarrollada en nuestro país. En cuanto al empleo del zinc para las bajadas de las aguas pluviales, no lo creía conveniente por su poca durabilidad y resistencia a las influencias atmosféricas. Tampoco estaba de acuerdo con algunos puntos tocantes a la escalera, como la exclusión absoluta de las espirales o señalar como tipo mínimo para el ancho de los tramos de escalera el de 1,50 m cuando en muchas ocasiones bastaba con 1 m. Este dictamen de la Sección de Arquitectura fue aprobado por la Academia en la Junta General del 3 de mayo de 1857.

Mientras tanto, la Sección de Arquitectura celebrada el 8 de mayo de 1857 censuró y aprobó la concesión de licencia a Manuel de Santayana, con objeto de edificar, conforme a los planos aprobados por el Gobierno de S.M. para la reforma de la Puerta del Sol, la casa situada en la Carrera de San Jerónimo, nº 2, Puerta del Sol números 1 y 3, dictamen que sería aprobado por la Academia en la Junta General del 7 de junio de 1857. Veinte días más tarde se censuraría el expediente sobre las condiciones higiénicas y la distribución de las casas números  5, 7, 9 y 11 de la Puerta del Sol esquina a la calle de Carretas, nº 1, cuyos planos encontró la Sección de Arquitectura el 28 de mayo perfectamente entendidos y arreglados, tanto en su distribución como en su decoración; Sin embargo, la casa nº 11 esquina a la calle de Carretas, propiedad de Maltrana, debía disponerse llegando el gabinete de la esquina hasta la fachada de dicha vía suprimiendo el tabique divisorio de  la pieza sin nombre, al tiempo que la alcoba de en medio debía recibir la amplitud procedente de la supresión del pasillo de al lado que debía desaparecer.

La Sección de Arquitectura se volvió a reunir en sucesivas ocasiones para tratar las obras de la Puerta del Sol. Lo hizo los días 10 y 18 de junio y 5 julio de 1857, momento en que atendiendo a la necesidad que tenía el director facultativo de las obras en tomar copias de los planos de los solares de Madrid contenidos en los libros que poseía la Academia para tomar los datos necesarios para llevar a cabo la medición de dichos solares y la tasación de las fincas que debían expropiarse, la corporación académica acordó poner a disposición de este funcionario y de su ayudante, el arquitecto Antonio Ruiz de Salces, los citados libros que se encontraban custodiados en el Archivo de la institución.

El 18 de julio se remitieron a informe los planos de los solares de las casas que debían construirse y el 29 de julio fueron examinados por la Sección y la Academia el pliego de condiciones generales y facultativas, particulares y económicas para la subasta del derribo de las casas de la Puerta del Sol. Lógicamente, sólo podían intervenir en esta fase grandes capitalistas, por lo que se privaba a los pequeños a tomar parte en la subasta, ya que los plazos en los que se debían hacer los cobros eran muy cortos y perentorios.

Antes de acabar el mes, la Sección de Arquitectura del  31 de julio  fue del parecer que, aunque no tenía nada mas que informar  sobre esta obra porque la figura y dimensiones de la nueva Puerta del Sol ya estaban establecidas como la dirección y el ancho de las calles afluentes a la misma, incluso las alineaciones a las que debían sujetarse en lo sucesivo las casas contiguas a las expropiadas por la Administración, podían hacerse algunas modificaciones  en las líneas que marcaban su perímetro. Entre estas modificaciones se indicaban la colocación de algún recuerdo histórico, fuente, arco u otra construcción decorativa que diese un aspecto más monumental y grandioso a su espacio y corregir la excesiva longitud de la plaza respecto a su ancho.  En cuanto a las rasantes, la alineación de las fachadas y las condiciones higiénicas, la Academia estaba conforme en todo con lo presentado, incluso con la decoración adoptada en sus fachadas porque, aunque ésta no podía calificarse de esencialmente artística ni monumental, era apropiada a las casas de alquiler que eran su objeto.

Por orden del ministro de la Gobernación se le encargó al arquitecto Juan Bautista Peyronnet la realización de una serie de adiciones al mismo proyecto de reforma, cuyos honorarios correspondientes a los planos, memoria y demás trabajos fueron aprobados en la Junta General del domingo 7 de noviembre de 1858.  A finales de año fue remitido a censura de la Academia el proyecto y el plano de reforma para el embellecimiento de la plaza firmados por el arquitecto Juan Rom. Fue examinado por la Sección de Arquitectura el 14 de diciembre de 1858, junta que observó como la obra se reducía a variar la dirección de la calle de Preciados y del Carmen desde el punto que lo permitían las expropiaciones practicadas, sacándolas perpendicularmente a la fachada que miraba al Mediodía, y como suprimiendo la calle de la Zarza conservaba intactas las líneas generales de la planta aprobada por las Cortes. Aunque con ello se conseguía una forma más regular de los solares enajenables aumentando su extensión, el proyecto de Rom fue desechado por varios motivos: primero, porque cambiaba la dirección de algunas calles y no lograba ninguna euritmia en la distribución de las masas y la correspondencia de las bocacalles; segundo, porque no era acertada la supresión de la calle de la Zarza y tercero, porque disminuía el desarrollo de las líneas de fachada reduciendo el número de tiendas y locales para el comercio, por consiguiente reducía el precio de los solares en la subasta y destruía en parte el objeto comercial de la plaza.  A todo esto, cabría añadir la imposibilidad de realizar por ahora un proyecto de reforma mientras que no se formase una nueva ley, en cuyo caso se anunciaría un concurso público al que pudieran presentarse todos los profesores de arquitectura.

En vista de lo expuesto, la Sección de Arquitectura no pudo considerar el pensamiento de Rom «[...] como una de esas modificaciones que mas ó menos oportunas, se ocurren facilmente al que examina un proyecto formado y estudiado por otra persona, y entiende que comparado con el que se está preparando para su ejecucion, reconocido generalmente como poco adecuado basta por el mismo Consejo de Admon en su informe no desmerece nada, pues los inconvenientes que presenta estan quiza compensados con otras ventajas, como con algunas mayor regularidad en los angulos y en la forma de los solares, la apertura de la calle del Carmen y el aumento de terrenos enagenables; pero no cree que en el estado á que han llegado las cosas sean estas ventajas de tal magnitud que por ellas solas deba intentarse la derogacion de la Ley vigente y formacion de otra nueva».

El 18 de junio de 1859 la junta formada por Eugenio de la Cámara, José Jesús Lallave, Morán y Narciso Pascual y Colomer bajo la presidencia de Aníbal Álvarez como académico más antiguo, se reunió para proceder al nombramiento del presidente y secretario de la Comisión de Arquitectura, cargos que recayeron respectivamente en Aníbal Álvarez y Pascual y Colomer. En estos momentos, S.M. encargó a la Academia el estudio y la propuesta de las modificaciones que tuvieran que llevarse a cabo en la planta ya aprobada de la Puerta del Sol, motivo por el que era necesario tener a la vista todos los datos geométricos y topográficos del terreno, el estudio de los niveles, las rasantes y demás para el mejor desempeño de su cometido, así como disponer de uno o dos hábiles delineantes.

El 22 de junio el Consejo acordó remitir a la Academia todos los estudios que la corporación había solicitado, entre ellos el plano topográfico de la citada reforma hecho con arreglo a la Ley de 28 de junio de 1857 y reales órdenes posteriores, con la aprobación de las modificaciones del trazado de la calle de la Zarza y las rasantes de las calles afluentes a la plaza. Pero ese mismo 22 de junio, la Sección de Arquitectura volvió a reunirse, excusando su asistencia Juan Bautista Peyronnet. Se procedió al examen de los diferentes proyectos remitidos por el Gobierno y tras haberlos estudiados se halló como más aceptable el propuesto por la Junta Consultiva de Policía Urbana, no sin antes manifestar los defectos advertidos en el trazado aprobado por la citada ley de 1857.  

Debido a la premura con que se exigía la resolución del asunto, la Academia acordó realizar un croquis de la reforma que proponía a modo de anteproyecto, junto con un informe que expresase las razones que le habían motivado llevarlo a cabo de esa forma. El trazado propuesto por la Academia tenía «la inmensa ventaja de ser mas sencillo, de aprovechar mas en beneficio del arte y de la conveniencia publica el inmenso derribo practicado; toma por base la fachada del Ministerio de la Gobernacion, reduce la longitud de la plaza á 544 pies la ensancha hasta 273, es decir, 100 pies mas que la actual trazada, produce con estas dimensiones una razonada proporcion en su area y dirigiendo el eje de la calle de preciados al medio de la fachada del ministerio permite dar tan oportuna direccion á las demas calles afluentes que se produce una simetrica correspondencia entre estas y las manzanas de casas determinando lineas de fachada mucho mayores que las actuales, particularmente en las tres que hacen frente al Ministerio, lo cual producirá masas de edificacion de un carácter mas monumental y mas digno del pensamiento que ha debido conducir a esta reforma. Esta importante variación no exije ni mas expropiacion ni mas gasto al presentado y solo toma de la actual superficie vendible la insignificante cantidad de 4500 pies propiamente, cantidad qe no duda la Comision sera algo menor al hacer el estudio definitivo». Otra de las reformas que la comisión vio factible, no como parte integrante del proyecto sino como de utilidad y para poder ser ejecutada paulatinamente, era la apertura de una calle que iniciada en la Puerta del Sol condujese a la plaza de las Descalzas y proporcionase una salida a la calle Peligros.

La memoria descriptiva del proyecto del Ensanche y sus calles afluentes propuesta por la Dirección Facultativa de las mismas obras como modificación del proyecto aprobado por la Ley de 28 de junio de 1857 fue concluida el 9 de julio de 1859. En ella quedaron reseñadas las condiciones principales que se habían procurado satisfacer en el proyecto, habiéndose tomado como principios que la reforma y el ensanche facilitasen el tránsito tanto de carruajes y caballerías como de la gente de a pié, mejorando los medios de comunicación entre las calles principales de la población que vertían y se cruzaban en la plaza; que la reforma se sujetase estrictamente a la expropiación verificada hasta ese momento; que existiese simetría y un ornato sencillo en las fachadas que daban a la plaza; la regularización de las avenidas que desembocaban en ella y el máximo aprovechamiento del suelo expropiado.

Después de señalarse los principios de la reforma, la memoria se centró en la explicación del proyecto, comenzando con la elección del centro, su forma y ejes, para continuar con la necesidad de suprimir los callejones de la Tahona, las Descalzas y Preciados como vías públicas, aunque conservando sus entradas por las servidumbres que prestaban y los servicios que presentaban a las casas contiguas.  Después se indicaba la necesidad de ejecutar chaflanes en la intersección de las calles del Carmen, Zarza y Negros, como la ejecución del proyecto y una comparativa de las áreas que habían quedado disponibles para la edificación, con objeto de señalar las ventajas que tenía este nuevo proyecto respecto al desarrollado por la Academia y aprobado por la ley:

En cuanto a la memoria elaborada por la Junta Facultativa de las Obras del Ensanche, la Sección de Arquitectura reunida en la Junta Extraordinaria el 17 de julio creyó poco afortunados los términos como los calificativos y agravios en ella hallados contra la propia Sección, sobre todo cuando la Academia, no estando obligada a intervenir en este tipo de cuestiones, había formulado en muy poco tiempo un croquis que no debía dársele más importancia que la de un anteproyecto. Por estas consideraciones y la conveniencia del servicio público, la corporación académica solicitó de S.M. ser relegada del cargo que le había sido confiado sobre este asunto, pues deseaba «evitar todo conflicto y ulterior desabrimiento, conservando intacta la dignidad de su carácter y no decayendo de la consideracion que las leyes le conceden [...]».

La súplica no fue concedida pues el 20 del mismo mes la Reina dispuso que el informe de la Academia fuese evacuado sin demora porque así lo exigía la conveniencia pública y ningún conflicto podía entorpecer este objeto, ya que las observaciones del croquis hechas por la Dirección Facultativa habían sido expuestas con ánimo de acertar en lo posible en esta obra de tanta importancia sin pretender agravio alguno del cuerpo académico.

Obedeciendo las órdenes de S.M., la Sección de Arquitectura se reunió el 31 de julio de 1859 para emitir un extenso informe sobre el proyecto presentado por la Dirección Facultativa de las Obras, el cual sería aprobado por la Academia en su Junta General del 31 de ese mismo mes. El informe quedó dividido en dos partes claramente diferenciadas: la parte artística y la económica, esta última acompañada de un documento, letra A, que recogía los errores y contradicciones advertidas en los datos numéricos de la memoria, junto con las correcciones que debían hacerse en la memoria desarrollada por la Dirección Facultativa. 

Con la renovación de este enclave se reforzó por un lado su valor representativo, atrayendo las actividades comerciales y financieras de la ciudad, pero por otro la uniformidad de las fachadas definió su espacio sirviendo de modelo a la arquitectura que se levantaría posteriormente en sus alrededores. De la obra del Ensanche de la Puerta del Sol, el Archivo de la Academia conserva 13 planos que responden a los números: del Pl-214 al 225.

Por entonces y desde hacia ya varios años se estaba acometiendo otra de las empresas mas importantes del país: la restauración y reposición de la catedral de León. Por la real orden de 6 de julio de 1858 relativa a  la designación de dos arquitectos de mérito que reconociesen la catedral de León y que manifestasen las obras necesarias para su restauración, la Sección de Arquitectura celebrada el 12 de junio de 1858,  formada por Aníbal Álvarez (presidente), Antonio Conde González, Atilano Sanz, Matías Laviña, Eugenio de la Cámara y José Jesús Lallave (secretario), acordó elegir unánimemente al académico Narciso Pascual y Colomer con el arquitecto que el mismo designase para cumplir este cometido. Tanto el cabildo de la catedral como los diputados de la provincia creían conveniente que uno de los arquitectos fuese el monje Echano porque además de reunir el título de arquitecto había intervenido en algunas obras del edificio, sin embargo, Pascual y Colomer elegiría para que le auxiliase en estos trabajos al arquitecto José Díaz Bustamante. El 25 de octubre de 1858, el propio Pascual y Colomer remitió a la Academia el resultado de su reconocimiento en cumplimiento del encargo que le había sido encomendado, comunicando el hecho de que lo había tenido que hacer solo, en vista de que Bustamante se encontraba ocupado en las obras del ferrocarril de Zaragoza y le era imposible llevar a cabo dicha comisión.

El reconocimiento tenía como objeto conocer la solidez de sus fábricas y las causas de inseguridad que presentaban algunas de ellas, para así poder estudiar y proponer la clase e importancia de la reparación que debía ejecutarse, con objeto de devolver al edificio la seguridad que le era necesaria y el uso al que estaba destinado. Comenzando por el estudio de los cimientos, que halló sólidos, observó un notable desplome en el tímpano de cantería que cerraba la nave central del templo y que constituía el frontis de la fachada principal. Este mismo desplome se encontraba en el cuerpo saliente de la fachada sur que constituía la entrada al testero del ala derecha del crucero, cuyo movimiento y consecuencias habían sido la causa de dicho reconocimiento. Asimismo, atisbó inminente ruina y pérdida de la curvatura cóncava de la arista que descansaba sobre los dos machones de la derecha, de los cuatro que conforman el crucero, de entre ellos particularmente el mas inmediato al coro y sobre el órgano. Del mismo modo, eran extremadamente ligeros los espesores de las fábricas y la mala calidad de la piedra con que estaba construidos los machones y el muro del crucero.

Para Pascual y Colomer el deterioro era fácil de resolver volviendo su fábrica a su primitivo estado sin ser necesario derribar nada de lo existente ni hacer grandes apeos, aunque tomando las precauciones necesarias, estudiar detenidamente el modo de ejecutar las obras de sostenimiento y realizarlas despacio y parcialmente para no aumentar el movimiento que sufrían. A su entender, la restauración debía llevarse a cabo en dos vertientes bien diferenciadas: la primera, la mas pequeña pero urgente, consistente en el apeo de las dos bóvedas de la nave principal contiguas al crucero y a los dos arcos torales que habían sufrido movimientos, y la segunda, de mayor importancia y más costosa relativa al levantamiento de los planos del crucero derecho, dando diferentes secciones en proyecciones horizontales y verticales para encontrar los asientos de los nuevos apoyos y consolidar la obra. El arquitecto insistía en que para la mayor rapidez de las obras era necesario adquirir cuanto antes las maderas necesarias para realizar el apeo de las bóvedas indicadas y de los andamios que eran indispensables como autorizar el pequeño gasto para el levantamiento de los planos y el estudio preparatorio de la restauración.

Por la Real Orden de 3 de mayo de 1859, el arquitecto Matías Laviña reconoció y dirigió finalmente las obras de restauración de la catedral de León, remitiendo la memoria de este proyecto el 22 de diciembre de 1860. En dicha memoria recogió las causas del estado ruinoso del templo, las medidas adoptadas para contener los progresos de ruina, los medios de restauración (sistemas de restauración y conservación), así como el presupuesto razonado de la cúpula y la restauración total de la iglesia. El proyecto fue examinado y aprobado por la Sección de Arquitectura el 3 de mayo de 1861, no sin antes advertir «que hubiera deseado ver en la memoria del Sr. Laviña algun cálculo de los que sin duda habrá hecho pª comprobar y ayudar las deducciones del raciocinio y de la experiencia; pues ciertamente pocas cuestiones pueden presentarse en la práctica de la Arquitª que mas materia ofrezcan á las investigaciones cientificas; pero no se crea que por esto hace un cargo formal á este apreciable Profesor en quien reconoce la laboriosidad, inteligencia y experiencia suficientes para añadir á los estudios profundos de observacion y criterio que ya tiene hechos sobre este templo todos los cientificos y de cálculo que son necesarios para la completa y feliz resolucion del árduo problema que se le ha encomendado».

Las obras de la catedral siguieron su curso en los años siguientes. El 28 de noviembre de 1862, Laviña remitió a la Academia la marcha de sus trabajos y comunicó el haber desmontado todo el brazo Sur; el 15 de febrero  de 1863 propuso algunos medios para la restauración y adquisición de vidrieras esmaltadas;  el  18 de octubre de 1863 comunicó las vicisitudes de las obras y el estado en que se encontraba el templo,  pero a finales de este año de 1863 se dio una voz de alarma sobre el inminente peligro de ruina en que se encontraba la iglesia a consecuencia del errado sistema de restauración que se seguía.  La noticia salió publicada en el Boletín del Arte en España el 19 de noviembre de 1863 por G. Cruzada Villamil, encomendándose la dirección de la restauración al arquitecto francés Violet-le-Duc, único artista que por entonces en Europa podía dirigirla con inteligencia y acierto. Enterada del hecho, la Academia creyó necesario el nombramiento de una comisión que examinase todos los antecedentes de este asunto y contestase al Gobierno sobre dicha obra, a fin de aclarar la acusación tan injustificada para el que había dirigido la obra y terminar con las vergonzosas injurias a las que se había enfrentado un profesor de tan buena reputación. Esta comisión quedó conformada en la Junta General del 15 de febrero de 1864 por los académicos de número Aníbal Álvarez, Juan Bautista Peyronnet y Francisco Enríquez Ferrer, quienes se trasladaron a León a verificar e inspeccionar el edificio emitiendo el correspondiente informe el 20 de marzo de 1865. No obstante, Laviña continuó enviando diseños a la Academia para su censura, como dos diseños fechados en mayo de 1864 (sig. 2-42-1) o el ejecutado el 16 de enero de 1865 relativo a la planta y el perfil de la 3ª portada con la altura de la portada primitiva y la parte existente.

Muerto Laviña en 1868, S.M. solicitó continuar esta obra de suma importancia bajo la dirección del arquitecto Andrés Hernández Callejo, pero al poco tiempo de hacerse cargo de la obra tuvo desavenencias con el prelado diocesano, su cabildo y la Junta de Diócesis al denunciar el estado ruinoso de parte de la antigua fábrica de la catedral. La alarma levantada por el arquitecto tuvo como consecuencia el nombramiento de otra comisión que inspeccionase y reconociese el estado de la restauración y de las obras practicadas. La Academia nombró en su Junta Extraordinaria del 26 de julio de 1866 a los miembros de su Sección de Arquitectura (José Amador de los Ríos, Antonio Cachavera y Langara y Juan Bautista Peyronnet) para llevar a cabo este cometido. Los vocales  remitieron sus trabajos el 28 de septiembre de 1868  y una vez interrogado por separado a todos los interesados se percataron de que contra Andrés Hernández Callejo se elevaban varios cargos: desde los administrativos y económicas hasta el haber pretendido alterar el plano adoptado por Laviña; haber intentado demoler ciertos departamentos, miembros arquitectónicos y bóvedas con el pretexto de su estado ruinoso; haber pretendido deshacer parte de la obra ya verificada por su antecesor y  no haber asentado ni una sola piedra en la obra desde su nombramiento como director de la misma. La comisión de expertos fue de la opinión que el arquitecto se había extralimitado en muchas de sus atribuciones por lo que estaban fundados todos los cargos que se le achacaban, por lo que desaprobaba su conducta, su inacción por espacio de 6 meses y la alarma que había provocado al cabildo y a la población entera de la ciudad. Por otro lado, desaprobaba la conducta de Hernández Callejo respecto al ejercicio de su cargo, hecho por el que se creía conveniente que no siguiese al frente de las obras.

La incomunicación y los problemas acaecidos entre el arquitecto y el resto de los interesados en las obras de la catedral obligaron a Hernández Callejo a cesar como director de las mismas el 5 de enero de 1869. La actuación del arquitecto extrañaba a todo el mundo por cuanto que su amor al arte se había constatado a la hora de llevar a cabo la restauración de la iglesia de San Vicente de Ávila, pero era cierto que en las de la catedral leonesa había demostrado una total incertidumbre en cuanto a la verdadera idea de la construcción, repetidas contradicciones que le llevaron a pretender destruir varias fábricas antiguas y miembros arquitectónicos y no añadir un solo sillar a la obra.

A fin de nombrar a un sustituto, la Sección de Arquitectura acordó la noche del 15 del mismo mes la formación de una terna con los arquitectos más aptos para desempeñar el cargo, proponiendo para este trabajo a Juan Madrazo y Kuntz, Francisco Enríquez Ferrer y Demetrio de los Ríos. El primero de ellos, Juan de Madrazo, fue nombrado director facultativo de dichas obras, de ahí que el 24 de marzo de 1874 remitiese a la Academia el proyecto de encimbrado para las bóvedas altas del templo. El mismo arquitecto llamó la atención a finales de 1875 sobre la necesidad de ejecutar a la mayor brevedad la restauración del edificio y asegurar su estabilidad, empezando por terminar las construcciones comenzadas en el crucero central con todo el brazo Sur, la fachada, contrarrestos y respaldos correspondientes, así como las cuatro bóvedas contiguas a dicho crucero, dos sobre el coro y otras dos sobre el presbiterio. A continuación o simultáneamente, era necesario reconstruir el hastial de Poniente de la nave mayor o lo que es decir, la parte central de la fachada principal comprendida entre las dos torres; construir de nuevo las armaduras de cubierta con todos los emplomados en cresterías, el chapitel central, los pináculos, los remates y planos de cubierta en sustitución de los defectuosos tejados que entonces cubrían toda la extensión de la catedral; restaurar el cuerpo de campanas de la torre Norte de la fachada principal y rehacer la mayor parte de los arbotantes, la totalidad de la línea de cornisa de coronación y las partes en donde la cantería se presentaba descompuesta.

Un escrito fechado el 8 de abril de 1876 señala la designación de los académicos Espalter, Amador de los Ríos y Barberi para formar parte de la comisión que debía presentar a los ministros de Gracia y Justicia y de Fomento las exposiciones que la Academia les dirigiese solicitando fondos para restaurar la iglesia catedral. El proyecto suscrito por el arquitecto Madrazo para la reconstrucción del hastial Sur en la zona ocupada por el triforio sería censurado y aprobado por la Sección de Arquitectura el 22 de junio de 1876. Estaba constituido por una memoria descriptiva, nueve grandes planos, un presupuesto y los pliegos de las condiciones económico-facultativas, trabajos que fueron muy alabados por su acertado estudio.

Tres años mas tarde y con motivo del fallecimiento de Deogracias López Villabrille, por entonces individuo de la Junta de Obras de reparación de la catedral, la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la Provincia de León solicitó de la Academia de San Fernando el nombramiento de un individuo que cubriese su plaza, cargo que recaería en el vocal Juan López Castrillón en julio de 1879. Al año siguiente fallecería Juan de Madrazo dejando vacante su cargo en la dirección de las obras, cargo que debía ser cubierto a la mayor brevedad posible. Tras su muerte, la Sociedad Central de Arquitectos, fundada en 1849 y reorganizada en 1878, elevó un escrito el 20 de marzo de 1880 proponiendo como homenaje a la memoria del arquitecto la realización de una exposición en la que se exaltase sus estudios, concretamente los referentes a la iglesia-catedral, su laboriosidad y buen hacer profesional.

Aparte de la labor de Eugenio de la Cámara como vocal de la Comisión de Arquitectura que debía censurar los proyectos remitidos a ella para su aprobación, sabemos que llevó a cabo otras tantas comisiones, previo nombramiento de la institución académica. Una de ellas fue el reconocimiento facultativo del edificio del Senado, a raíz de la solicitud hecha por la Comisión de Administración Económica del Senado a la Academia el 15 de diciembre de 1860, para que la corporación nombrase a un arquitecto de su seno que junto con el Senado practicase dicho reconocimiento en el edificio ocupado por ese cuerpo colegiado. El 20 de diciembre sería nombrado para dicha comisión, de cuyo nombramiento la Academia quedaría enterada en la Junta General del 6 de enero de 1861.

Durante este año se organizó la que sería la Exposición Internacional de Bellas Artes en Londres, evento para el que era necesario el nombramiento por parte de la institución académica de una comisión encargada de las admisiones de obras que debían viajar a la capital inglesa.  Dicha comisión quedó constituida por Carlos Luis de Ribera, Joaquín Espalter, Ponciano Ponzano, Bartolomé Coromina, Matías Laviña, Eugenio de la Cámara y Francisco Enríquez Ferrer. «Reunida el dia 8 de Julio dio su dictamen el 12 que se presentó en la Junta general del 14 del propio Julio y fue aprobado fijandose como punto de partida pª la admision de las obras que han de figurar en dha Exposicion representando al Arte Español Moderno el 1º de Enero de 1860, hasta el año presente tanto para las obras de Pintura como pª las deEscultura y Arquitª.».

Cuando el 30 de noviembre de 1864 tuvo lugar una nueva reforma de la Escuela y con ella la supresión de la cátedra de Cálculos, Cámara pasó a desempeñar esta asignatura en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central al quedar vacante por fallecimiento de Francisco Travesedo. Dicha cátedra estaba desempeñada en comisión por el ingeniero de caminos y canales Francisco Carvajal y a ella pasaron todos los alumnos de Eugenio Cámara en la Escuela de Arquitectura, más los del Instituto Industrial. De 1858 a 1861 había pasado de percibir 16.000 reales a cobrar 20.000 por su antigüedad, pero su ascenso continuó aumentando hasta llegar a los 22.000 en marzo de 1863 y a 26.000 en noviembre de ese mismo año. Cámara se mantuvo como profesor de esta cátedra hasta el 24 de abril de 1869.

Si vemos el cuadro resumen de la enseñanza impartida por este profesor hasta el 6 de abril de 1869, nos encontramos con una antigüedad en la enseñanza de 33 años y 6 meses; 30 años y 9 meses dedicados a la enseñanza pública continuada; 27 años y 16 días como catedrático propietario, y 24 años y 14 días como catedrático de Cálculos, es decir, una vida entera dedicada a la enseñanza. Importante fue también el nombramiento con el que S.M. le honró el 16 de enero de 1867 para formar parte de la Comisión Española de organización y estudio de la Exposición Universal de París, ciudad en la que estuvo residiendo 6 meses para organizar la sección española correspondiente a la arquitectura en las Galerías de Bellas Artes y de Historia del Trabajo. Durante este tiempo realizó el estudio comparativo y filosófico de los trabajos de arquitectura presentados por todas las naciones, del que escribió una memoria que sería presentada al Gobierno en febrero de 1868. También destacado fue su nombramiento junto con Aníbal Álvarez en julio de este mismo año, como vocal de la comisión encargada de redactar un nuevo proyecto de reglamento para las pensiones en el extranjero.

Fue designado vocal en la Junta de la Sección de Arquitectura celebrada en 25 de noviembre de 1876 junto con el también académico Francisco de Cubas, para formar parte del jurado artístico (Sección de Arquitectura) que debía juzgar los ejercicios de los aspirantes a las pensiones creadas por la Diputación de Madrid, una por cada arte con la dotación de 1.500 pesetas anuales cada una. En la Sección de Pintura habían sido elegidos Joaquín Espalter y Francisco Sans; en la de Escultura Sabino de Medina y Elías Martín mientras que en la de Música Emilio Arrieta y Valentín Zubiaurre. Además, la Sección de Fomento del Negociado 1º de Instrucción Pública comunicó a la Academia el 14 de mayo de 1877 los cuatro diputados provinciales que formarían parte del tribunal de examen, quedado designados Ramón Larroca (Arquitectura), Pascual de Liñán (Escultura), Eulogio Narbón (Música) y Rafael San Martín de la Vara (Pintura).

Su presencia en jurados y tribunales de oposición fue numerosa ya que participó en 21 tribunales de oposición a las cátedras de diversas ramas de las ciencias exactas pertenecientes a Universidades, Escuelas Especiales, Institutos, etc; en 6 jurados para las seis Exposiciones Nacionales de Bellas Artes celebradas en Madrid en los años 1856, 1858, 1860, 1862, 1864 y 1866, siendo en cinco de ellas secretario general y secretario de la Sección de Arquitectura en la de 1858. También constatable fue su presencia en el jurado especial nombrado por el Ministerio de Fomento para juzgar los proyectos de edificios para el Ministerio del ramo y Museos Nacionales, del que fue presidente el duque de Rivas, como en el jurado especial nombrado por el Ministerio de Fomento para juzgar y calificar el proyecto de edificios para la Biblioteca Nacional y Museos, restablecido el 24 de enero de 1868. Del mismo modo, en el tribunal permanente de exámenes de académicos de mérito, arquitectos, maestros de obras y agrimensores en la Academia de San Fernando al que perteneció durante 14 años examinando a 15 académicos, unos 200 arquitectos, más de 100 maestros de obras y 41 directores de caminos vecinales. Igualmente, en el tribunal de exámenes de agrimensores en el Gobierno de la Provincia, habiendo examinado a 142 agrimensores; en los tribunales de oposición para adjudicar las pensiones de las artes en el extranjero, actuando desde 1846 a 1855 como secretario de la Sección de Arquitectura y desde 1855 hasta 1869 como secretario general; en tribunales especiales para la elección de planos de edificios y monumentos públicos, bocetos para cuadros y estatuas, entre ellos los relativos al Ensanche de la Puerta del Sol, el gran edificio proyectado para la Exposición Hispanoamericana, los monumentos de Vergara y Bailén, las estatuas de Murillo y Fray Luis de León, la iglesia del Buen Suceso, etc. En total podemos resumir su presencia en 21 tribunales de oposición a cátedras, 17 para la adjudicación de pensiones, 16 en tribunales especiales para monumentos, cuadros, etc., 6 en jurados de exposiciones de bellas artes, y 3 en jurados para objetos especiales, lo que nos da un total de 63.

Por otro lado, es importante señalar las comisiones y los servicios especialmente científicos y artísticos que llevó a cabo: desde octubre de 1852 hasta agosto de 1854  fue vocal de la Junta Consultiva de Policía  Urbana y Edificios Públicos; desde septiembre de 1857 hasta marzo de 1865 llevó a cabo la evacuación de un elevado número de informes y la realización de numerosas comisiones importantes, siendo en 1861 miembro de la comisión encargada de las admisiones de obras que debían viajar a Londres en la que sería la Exposición Internacional de Bellas Artes.

Durante más de 24 años realizó innumerables trabajos en la Academia de San Fernando, siendo destacables: el reconocimiento y el informe facultativo del Palacio de Congresos de los Diputados, el hospital de la Princesa y sus estudios sobre el embellecimiento de la Puerta del Sol; sus informes sobre la enseñanza de la Arquitectura; la creación y organización del Servicio de Construcciones Civiles; las facultades, derechos y deberes de los arquitectos como el deslinde de las atribuciones de éstos y la de los demás profesionales de la construcción; la organización de las Comisiones Provinciales de Monumentos y sus relaciones con la Academia, o la organización y reforma de las Academias Provinciales de Bellas Artes.

Entre otros nombramientos, títulos, premios y condecoraciones que le fueron concedidas destacan: profesor de Cálculo desde el 26 de noviembre de 1855, con un sueldo anual de 12.000 reales; académico correspondiente de la Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona y de la Academia de Bellas Artes de La Coruña; Individuo de la Sociedad Económica Matritense, de la Academia de Bellas Artes de Pensilvania (Filadelfia) y de la Sociedad de Anticuarios de Normandía; caballero de 1º clase de la Orden Militar de San Fernando y comendador del Santo Sepulcro; comendador de número de Isabel la Católica, encomienda concedida por el Ministerio de Fomento el 10 de marzo de 1865 por su larga trayectoria en la enseñanza y por su tratado completo de cálculo infinitesimal, como  la Gran Cruz de Isabel la Católica por sus trabajos, servicios académicos y el mérito contraído en la organización de la Exposición de París de 1867.

No obstante, la actividad profesional de Cámara no finalizó aquí, sino que fue igual de fructífera durante los años siguientes. Sabemos que el Ayuntamiento de Madrid abrió el 26 de julio de 1877 el Concurso de la Necrópolis del Este al cual se presentaron 6 opositores, cuyos trabajos fueron trasladados a la Real Academia para que en el local destinado por la misma permanecieran expuestos a examen del jurado calificador. Las obras de estos opositores llevaron los siguientes lemas: «1º “Exultabunt osca humiliata” = Contiene nueve planos en bastidor. Devuelto en 11 de julio./ 2º “Donde se entierren los muertos é se forman los cuerpos dellos en ceniza”= Contiene una cartera con seis planos y cinco bastidores./ 3º Sepelice mortuos congrnenter vivis = doce planos siete de ellos en cartera y cinco en bastidor./ 4º El trascendente pensamiento de la necropolis debe realizarse con la grandiosidad del arte monumental en armonia con la Ciencia, la Higiene y una razonada distribucion y embellecido el conjunto Estetico por las formas y colores de la vegetacion ornamental = Cinco planos en rollos (Devuelto en 22 de Junio 78)./5º “Humititas”= Un pliego cerrado memoria y siete planos en rollo».

El 19 de diciembre de 1877 se cerró el plazo de admisiones, pero justo antes de las doce del día que era la hora señalada se presentó en la secretaria un proyecto cuyo lema era «Pállida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas requmque turres», compuesto de 5 bastidores y una memoria.

El Ayuntamiento acordó que el jurado estuviera formado por  3 vocales de la Comisión Especial de Cementerios de dicho Ayuntamiento; 3 doctores de la Facultad de Medicina, dos de ellos nombrados por la Real Academia y el otro de los que componían la Junta Provincial de Sanidad, así como de 4 arquitectos: dos designados por la Academia de San Fernando, uno por la Escuela de Arquitectura y otro por la Sociedad de Arquitectos, debiendo tener suplente cada uno de los vocales y teniendo que desempeñar el cargo de secretario el más joven de todos ellos. Por parte de la Academia se nombró a José Jesús Lallave, pero renunció al cargo en vista de que no podía ser juez en un certamen al que se presentaba un pariente cercano suyo. Posteriormente fueron nombrados para el mismo fin Simeón Ávalos y Francisco Cubas, quienes no renunciaron al cargo nada más ser nombrados lo que acarreó grandes problemas, pues una vez convocados para formar parte del jurado fue cuando por «primera vez se formuló como condicion precisa para actuar como jurados el aumento de vocales arquitectos, ó el establecimiento de acuerdos previos que dieran garantías suficientes para asegurar que la opinion de los arquitectos prevaleciera en el Jurado al calificar los proyectos bajo el punto de vista del arte; y entonces fue tambien cuando se colocaron en esa abierta negativa que nada ha suficiente á vencer, no obstante habérsele ofrecido por otro vocal del propio Jurado, que al examinarse los proyectos bajo el concepto de obras de arte, estaría con ellos el voto de todos los demas Sres. Jurados, y despues de haber creado el conflicto es cuando han acudido á la Real Academia dimitiendo el cargo que les habia conferido»

Ante este hecho, el 14 de febrero de 1878, la Academia confió en que tanto Ávalos como Cubas harían cumplir su deber al no haber renunciado al cargo, aunque si no era así serían nombrados en su lugar otros individuos. Los arquitectos renunciaron oficialmente al cargo el 29 y 30 de diciembre respectivamente, por lo que la corporación tuvo que comisionar el 26 de febrero a Eugenio de la Cámara como presidente y Antonio Ruiz de Salces en calidad de individuo, lo que hizo posible que el concurso siguiese su curso. La rapidez con que la Academia supo solventar el problema llevó al Ayuntamiento a darle las gracias el 17 de mayo de 1878.

Finalmente, el académico Francisco Cubas fue el encargado de examinar e informar sobre el sueldo anual que debía disfrutar el autor del proyecto ganador como director de las obras. Su informe, que sería censurado en la Junta de la Sección de Arquitectura celebrada el martes 2 de julio de 1878, reflejaba la dificultad de este asunto teniendo en cuenta que no se había acordado el tiempo que tardarían las obras en llevarse a cabo, lo que hacía imposible asignar el sueldo en proporción a los honorarios que debía corresponderle.  No obstante, en caso de que las obras se ejecutasen en el plazo de seis años fijó un sueldo de 1.500 ptas., no como sueldo sino en calidad de remuneración de trabajos profesionales, mientras que en caso de que durasen más de ese plazo fijó 500 ptas. anuales. Se suponía que dentro de estas cifras no estaban incluidos el sueldo de los auxiliares facultativos, indispensables para el desarrollo del proyecto en el material para los estudios, ni los medios de traslación al sitio de los trabajos que sólo por el concepto deberían ser aumentados en un 25% mientras que la Necrópolis no estuviera en el termino jurisdiccional de Madrid.  El informe de Cubas sería aprobado por la Academia en la Junta Ordinaria del 8 de julio.

El 10 de agosto, el Ayuntamiento fue poseedor de los tres proyectos, cuyos lemas respondían a: Donde se sotierran los muertos y se tornan los cuerpos de ellos en ceniza, Sepelire mortuos congruenter vivis y Humilitas, los cuales habían sido agraciados por el jurado con el 1º premio, y el 1º y 2º accésit respectivamente. Se custodiaron en un local del Ayuntamiento por ser de su propiedad mientras que los demás fueron recogidos por sus autores y entregados por el conserje de la Academia.


Fuentes académicas:

Arquitectura. Arcos, escuelas, exposiciones, fábricas de tabacos, alcantarillas, aduanas, circos, teatros, cementerios, colegios, casinos. Siglo XIX (1863- 1885). Sig. 2-42-4; CÁMARA, Eugenio de la. Discurso sobre la necesidad del estudio de las matemáticas para la perfección de todas las Artes y en particular para la de Arquitectura. Madrid, 1844. Sig. 3-308-31; Comisión de Arquitectura. Agrimensores, 1836-1861. Sig. 2-21-3; Comisión de Arquitectura. Arquitectos, 1845. Sig.2-12-4; Comisión Arquitectura. Directores de caminos vecinales, 1851-1859. Sig. 2-20-1; Comisión de Arquitectura. Informes, 1839-1850. Sig. 1-30-5; Comisión de Arquitectura. Informes, 1846-1855 Sig. 1-30-2; Comisión de Arquitectura. Informes, 1846-1855 Sig. 1-30-2bis; Comisión de Arquitectura. Informes. Urbanismo. Monumentos conmemorativos, 1787-1876. Sig. 2-28-8; Comisión de Arquitectura. Informes. Urbanismo. Puerta del Sol de Madrid, 1855-1859. Sig. 2-28-12; Ensanche de la Puerta del Sol. Sig. Pl-214 al 225; Libro de actas de juntas ordinarias, extraordinarias, generales y públicas, 1839-1848. Sig. 3-90; Libro de registro de maestros arquitectos aprobados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1816-1900. desde 1818 hasta 1900. Sig. 3-154, nº 279; Secretario general. Académicos. Arquitectos, 1832-1837. Sig. 1-44-3; Secretario general. Académicos por la Sección de Arquitectura, siglo XIX. Sig. 1-53-5; Secretario general. Académicos. Relación de académicos y profesores, 1846. Sig. 1- 19-13; Secretario general Enseñanza. Arquitectura, 1845-1851. Sig. 1-32-16; Secretario general. Enseñanza. Pensionados, 1848-1861. Sig. 1-48-4; Secretario general. Enseñanza. Pensionados, siglos XVIII y XIX. Sig. 1-50-1; Secretario general. Enseñanza. Pensionados, siglo XIX. Sig. 1-51-1; Secretario general. Enseñanza. Planes de estudios y reglamentos, 1843-1846. Sig. 1-19-11; Secretario general. Solicitudes de nombramiento de profesores para reconocimiento de obras de arquitectura, pintura, escultura y grabado, 1779-1862. Sig. 2-27-5; Secretario general. Varios. Cámara, Eugenio de la ¿1883?. Sig. 5-425-1 y 5-425-2; Testamentaría de Eugenio de la Cámara, 1883. Sig. 1-14-5.


Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM


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