Amador Andeiro, SalvadorGranada, 1812 - ?, ?


Hijo de Francisco José Amador y María del Carmen Andeiro, nació en Granada el 24 de diciembre de 1812 siendo bautizado cuatro días más tarde en la iglesia parroquial de María Santísima de las Angustias. Asistió a los estudios literarios y a la cátedra de Matemáticas y Dibujo en su ciudad natal, para aplicarse más tarde en la teoría y práctica de la Arquitectura Civil e Hidráulica bajo la dirección del maestro José Contreras, arquitecto y maestro mayor de fábricas del Arzobispado de Granada, en cuyas obras estuvo empleado entre mayo de 1832 y principios de 1834.

Siendo discípulo de la Escuela de Caminos y Canales en Madrid, solicitó de la Academia de San Fernando en julio de 1834 su admisión a los ejercicios para la clase de maestro arquitecto, dispensándole de la mayoría de edad que prefijaba el reglamento para optar a dicha graduación. La Junta de la Comisión de Arquitectura del 19 de agosto no halló inconveniente en que S.M. le concediese dicha solicitud teniendo en cuenta los antecedentes del pretendiente, de hecho, no se equivocaría pues el 3 de septiembre la Reina Gobernadora le dispensó su falta de edad sin que sirviera de precedente en el futuro.

A fin de obtener el título de maestro arquitecto presentó el 10 de noviembre de 1834 el proyecto de Una biblioteca pública (A-786 y A-787) como prueba de pensado, con su informe facultativo, el avance del coste de la obra, la partida de bautismo, la certificación de práctica librada por su profesor José Contreras, además de la justificación de su conducta moral y política firmada por el duque de Gor y José Otero, este último profesor de la Escuela de Caminos y Canales y académico de mérito de la Academia de San Fernando.

La Comisión de Arquitectura reunida el 11 de noviembre de 1834 examinó la obra y los documentos aportados, acordando el pase del pretendiente al resto de los ejercicios de reglamento. Fue admitido en la Junta Ordinaria del 16 de noviembre, fecha en la que le fueron sorteados los programas de repente. Le tocaron en suerte los números 75, 60 y 113, los cuales respondieron respectivamente: «trazar una Carcel incombustible con las salas de Juzgado y oficinas correspondientes: planta, fachada y corte geométricos», «Ynventar las tres ó cinco entradas de una fachada para un Palacio Real, demostrando en la fachada el piso principal y segundo con los huecos subalternos á cada lado del centro para saber que orden debe continuar alrededor del edificio. Se demostrará por planta y fachada» y «Un Molino de aceite con todas las oficinas y maquinas que le corresponden, con habitación para el Administrador. Planta, fachada y corte». De los tres asuntos eligió el nº 75, es decir, Una cárcel combustible (A-975), cuya elección comunicó a la institución académica el 18 de noviembre.

La Junta de Examen se reunió la tarde del 2 de diciembre de 1834, asistiendo a ella como vocales Custodio Moreno, Miguel Fernández de Loredo y Juan Miguel de Inclán. Cotejada la obra de pensado con la de repente que el interesado explicó una vez entrado en la sala, se procedió a la realización del examen teórico. Amador principió este nuevo ejercicio contestando a las preguntas que le hicieron los profesores acerca de la transformación de las figuras, la teoría de las líneas con respecto a los triángulos rectángulos, obtusángulos y acutángulos. Enseguida trató los senos tangentes y secantes, explicando sus analogías y aplicándolas a las distancias y alturas inaccesibles, dando muestras asimismo de sus conocimientos en la teoría de las tablas y los logaritmos. Después se centró en los replanteos en general y en particular en los de su obra, pasando al cálculo y a las consideraciones que había tenido que realizar para determinar sus espesores y el de las bóvedas, con atención a las leyes de la gravedad y resistencia. A continuación, distinguió las bóvedas, explicando las que resultaban de las diferentes secciones en la esfera, cilindro y cono. Por último, habló sobre los arcos y sus despiezos, centrándose en los adintelados; las cimbras y la tasación de una finca, como en las operaciones necesarias para conseguir su asiento; la estabilidad e inseguridad de un edificio y las señales que ofrecía antes de su ruina; los medios de su apeo y recalzo; los requisitos requeridos por la construcción, aparte de la resistencia y las calidades de algunos materiales.

Satisfechos los examinadores con las obras ejecutadas, las explicaciones dadas y las respuestas a las preguntas formuladas, le hallaron con mérito para ostentar el título de maestro arquitecto, grado que le fue concedido en la Junta Ordinaria del 25 de enero de 1835, a los 22 años de edad.

Al año siguiente presentó los apuntes y las medidas de varios edificios góticos y los del Alcázar de Toledo, obra en la que estaba ocupado. La Academia los recibió con agrado y en la Junta de la Comisión celebrada el 2 de agosto de 1836 acordó que fueran devueltos a su autor para su continuación y conclusión. La Comisión reunida el 13 de diciembre censuró el perfil geométrico del claustro de San Juan de los Reyes con su marco y cristal, elaborado y dedicado por Salvador Amador a la Academia, el cual acompañaba de varios detalles del mismo claustro e iglesia junto con otros de la catedral y diferentes vistas de paisajes suplicando su devolución.

La Junta Ordinaria del 18 de diciembre de 1836 estudió detenidamente su solicitud para ser admitido a los ejercicios correspondientes al grado de académico de mérito, pero sería rechazada debiendo solicitar nuevamente la petición en la Junta Ordinaria del 21 de enero de 1837. Sería admitido en este momento, tocándole en suerte como prueba demostrativa la elaboración de la Fuente de Apolo. Al verse imposibilitado para ejecutar el proyecto debido a que estaba avecindado en Granada y sobre todo por la muerte de su madre, presentó en su lugar la copia de un fragmento coloreado del friso del salón de embajadores de la Alambra, puesto en marco y cristal.  La Academia aceptó este cambió al pensar que podía sustituir ventajosamente al que le había prefijado, de ahí que una vez examinado fuese aprobado en esta clase por la totalidad de los votos en la Junta Ordinaria del 18 de febrero de 1844.

Su disertación académica realizada el 6 de enero de este mismo año versó «Sobre el origen de los órdenes arquitectura», origen que centraba en las chozas y cabañas de madera, que posteriormente se construirían con paredes de piedra y barro cubiertas con maderos rústicos y ramas formando una especie de tejados para escurrir las aguas de lluvia. Los elementos en madera pasaron posteriormente a ser de piedra siendo sustituidos los pies derechos por pilares cuadrados y redondos de piedra; las vigas de la cubierta por los arquitrabes; las cabezas de los maderos que se apoyaban en la parte exterior sobre el arquitrabe y que producían mal aspecto al exterior fueron cortadas al plano mismo de él cerrando los intersticios, cuyas deformidades del corte serrado fue cubierto con tablas acanaladas, surgiendo de este modo los triglifos y las  metopas. Sobre éstos cargaban los pares de la armadura que, prolongados en su misma dirección y cortados a una distancia fija y determinada, formaban un alerón que se convertiría en la cornisa. Por último, los frontones fueron el resultado de las dos aguas de la cubierta, pero le dieron de altura la novena parte de su ancho, estableciendo de esta manera preceptos en relación a los órdenes y su ornato, siempre tomados de tipos naturales

A su entender, el afán de los griegos por elevar a la arquitectura a un alto grado de perfección llevó a los arquitectos helenos a aplicar y establecer reglas y proporciones generales, tanto en las partes relativas al ornato como a la distribución de los edificios. De este modo, surgieron los diferentes órdenes: primero el dórico, después el jónico y posteriormente el corintio, a los que los romanos añadieron el toscano y el compuesto.  En palabras de Amador: «Los órdenes griegos se componían de solas dos partes, que eran la columna y el cornisamento, subdividiendose aquella en caña, basa y capitel; y el cornisamento en arquitrave, friso y cornisa, cuyas partes y su magnitud eran relativas al diametro de la columna en su imposcapo, y cuya forma la determinaba el compuesto de graciosos miembros alternando de una manera ingeniosa las escocias, golas, talones, cuartobocel, toros, filetes y junquillos, denticulos y modillones, cuyas partes naturales con otros tantos manantiales del buen gusto, usados acertadamente, y con las cuales dieron elegancia y magestad á las basas, capiteles y cornisamentos señalando con detenido y delicado gusto á cada orden, tanto las proporciones, cuanto los adornos con los que los engalanaban».

No dejó de incidir en los adornos propios y análogos a los edificios y sus destinos, edificios en los que se mostraba la pasión por la escultura asociada a la arquitectura, la representación de sacrificios en los frisos, estatuas colocadas en los nichos, figuras de héroes, batallas y triunfos en bajorrelieves, así como la existencia de festones, flores y frutas, candelabros y despojos de reses sacrificadas como elementos decorativos en las obras.

Más tarde centró su memoria en la invasión de Grecia por los romanos, de quienes tomaron sus leyes e imitaron sus obras, pero usando estrías y pedestales con gran profusión, alternando algunas proporciones y mezclando en una misma cornisa las proporciones dóricas y corintias. Citó a Vitruvio, célebre arquitecto romano que hasta el reinado de los Antoninos conservó el buen gusto, pero que tras cuyo periodo vino una época de libertades arquitectónicas que movieron al emperador Alejandro Severo a fundar una academia en Roma para evitar la evidente decadencia. Distinguió los edificios y los órdenes que mejor les correspondía: el toscano en edificios civiles tales como cárceles, cuarteles, aduanas, hospitales, puertas de ciudad, arsenales y templos dedicados a algún mártir; el jónico para las bibliotecas, academias, liceos, universidades, casas de grandes y templos dedicados a vírgenes mientras que el corintio para los templos consagrados a la Virgen María, retablos y altares mayores, tabernáculos y alcázares reales, tipologías en las que unidas a las catedrales también se podía introducir el orden compuesto.

Al final de su trabajo analizó la construcción árabe, edificios en los que nada se copiaba de los célebres monumentos anteriores y en los que todo estaba «sacrificado en ellos al efecto de ilusion que sin duda se proponian sus autores colocando pabellones, calados y arcadas filigranadas entre mirtos y laureles, y haciendo reflejar su espacio los estanques, rodeados de billiciosos y cristalinos saltadores». A su parecer, la construcción árabe no estaba a la altura de los adelantamientos que aparecían en edificios góticos de la misma época o en los greco-romanos y bizantinos de épocas anteriores, posiblemente por la importancia concedida al ornato, lo que les hacía inútil el excesivo coste que suponía la sillería, empleando en su lugar paredes de cajones de tierra y argamasa o muros de ladrillo sobre los que colocaban sus revestimientos de estuco. No obstante, incidía en el hecho de que la columna aislada había sido uno de los elementos más cuidados de la arquitectura árabe, de la que no se economizaba en gastos cuando hubo que realizarlas.

Concluyó su trabajo haciendo referencia a  los órdenes con las siguientes palabras: «son y deben ser la base de la enseñanza, como modelos de belleza y  apasionado gusto, reservando como complemento de los conocimientos de un buen profesor, el analisis de las obras góticas, árabes, y las de la Yndia, puesto que la moda y el espiritu caprichoso del siglo, necesitan sus detalles, para satisfacer el lujo y esplendidez de los principes y potentados en algunos juguetes arquitectonicos, como gabinetes, cenadores, o pabellones en los jardines y kioscos de forma oriental.” Para Amador, concebir elementos orientales en la arquitectura ajenos a los propiamente clásicos estaba en relación con la época, ya que hay que destacar el hecho de que a mediados del siglo XIX proliferaron los eclecticismos rememorando arquitecturas del pasado.


Fuentes académicas:

AMADOR, Salvador. Disertación sobre el origen de los órdenes arquitectónicos. Madrid, 1844. Sig. 3-313-17; Comisión de Arquitectura. Informes, 1829-1838. Sig. 1-30-3; Comisión de Arquitectura. Informes, 1839-1850. Sig, 1-30-5; Comisión de Arquitectura. Maestros Arquitectos. Sig. 2- 4-5; Libro de actas de juntas ordinarias, extraordinarias, generales y públicas, 1839-1848. Sig. 3-90; Libro de actas de juntas ordinarias, generales y públicas, 1831-1838. Sig. 3-89; Libro de registro de maestros arquitectos aprobados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1816-1900. Sig. 3-154, nº 165.


Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM


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