Álvarez Fernández, MarianoVillamañán (León), ca. 1799 - ?, ?


Nació en Villamañán (León) hacia 1799. A través de un certificado tenemos constancia que tanto él como su padre Miguel y su hijo Mariano habían tenido una conducta política y moral intachables, incluso que eran notorias la gran variedad de propiedades que poseían como casas, viñas, huertas y praderas en la ciudad de León y en los pueblos limítrofes. Asimismo, que habían sido tenidos y respetados por hijosdalgos, ejerciendo como tales los oficios honoríficos de regidores y «Pror Síndico Gral» de la República, incluso que habían estudiado la carrera literaria en la Universidad de Valladolid.

Concretamente Mariano, estudio primero Latinidad y Filosofía para después dedicarse al estudio de la Aritmética, Álgebra, Geometría, Trigonometría Rectilínea, Geometría Práctica, las Secciones Cónicas y demás Matemáticas Puras en la Academia de Nuestra Señora de la Concepción de Valladolid, bajo la dirección del director y catedrático de dichas enseñanzas Cipriano García. Posteriormente estudió Física Experimental, Estática y Mecánica al lado de Félix Martínez, catedrático de la Universidad de Valladolid, al tiempo que se aplicaba en este mismo instituto en Dibujo Natural y Dibujo Arquitectónico bajo la dirección de Ceferino Araujo y Pedro Álvarez de Benavides. Con este último se ejercitó en la práctica de la arquitectura por espacio de ocho a nueve meses, hasta que se marchó a su pueblo donde pasó al estudio de Fernando Sánchez Perteso, con quien realizó la parte práctica de la profesión.

Gracias al certificado de Mariano Caballero y Campero, individuo de número de la Sociedad Económica de Amigos del País de Valladolid, académico honorario de la de Matemáticas y Nobles Artes de dicha ciudad, secretario de la misma y de la Junta de la Comisión de Arquitectura, sabemos que el 17 de junio de 1821 se leyó en dicha corporación un memorial de Mariano Álvarez en el que solicitaba poder ser examinado en la clase de maestro arquitecto. Presentaba para este fin y como prueba de pensado el proyecto de un templo que debía edificarse en el pueblo de Villamañán (León), ejecutado en plantas, alzados, cortes y perfiles, todo geométrico, con el cálculo de la obra y el método de su ejecución.

Vista la solicitud, se acordó pasar el asunto a la Junta de la Comisión de Arquitectura, cuyos miembros fueron censurando uno por uno los distintos diseños, volviéndolos a examinar el 19 del mismo mes por la noche. Por un lado, los profesores Araujo y González opinaron que no se encontraban en estado de votar; por otro, Benavides y Sánchez no podían aprobarlo, y por último García, era el único que creía que podía aprobarse la obra. Esta diversidad de dictámenes obligó a llevar el asunto a la Junta Ordinaria del 24 de junio, momento en que se procedió a la votación secreta, de cuyo resultado salió aprobado el proyecto. Dicha aprobación sería definitiva en la Junta de la Comisión de Arquitectura del 30 de junio de 1821, aunque no había desaparecido completamente la disparidad de opiniones entre los examinadores.

Posteriormente, le sortearon al interesado los programas de repente, tocándole en suerte los números 8, 11 y 35. De los tres programas eligió el segundo, es decir, una «Casa Consistorial en un Pueblo de Cinco mil vecinos, con su Escuela». Fue examinado el 4 de julio, proporcionándole los libros necesarios para llevar a cabo el examen. El interesado permaneció encerrado en una de las salas de la Academia para la ejecución del ejercicio hasta las ocho de la noche en que lo hubo entregado.

En la Junta Ordinaria del 12 de julio se reunieron todos los individuos facultativos para examinar las obras y los planos elaborados por Álvarez Fernández,  pero antes de proceder a su censura se leyó un memorial del pretendiente en el que exponía haber meditado su situación y los problemas que había conllevado su examen entre los examinadores, hecho por el que desistía de su pretensión y suplicaba le fueran entregados los planos de pensado, su ejercicio de repente y el resto de los documentos que había aportado para este objeto, entre ellos, el certificado de Fernando Sánchez Perteso, quien reseñaba su asistencia y las prácticas realizadas en su estudio y obras.

En vista de esta mala experiencia, Mariano Álvarez acudió a la Academia de San Fernando a través de un escrito fechado el 28 de septiembre de 1821, quejándose de ciertos procedimientos ilegales que había sufrido en la Academia de Valladolid a la hora de obtener el título de maestro arquitecto, así como la falta de parcialidad y mala fe por parte de algunos examinadores. En consecuencia, la Academia de San Fernando acordó en su Junta Particular del 13 de octubre pedir informes a la Real de Valladolid para aclarar el asunto, organismo vallisoletano que envió en seguida las copias de las actas.

Enterada de todo lo ocurrido, la Academia de San Fernando acordó comunicar al interesado que, en vista de que se encontraba en Madrid como se creía, podría tomar asunto para la prueba de repente y sufrir el examen de preguntas en su centro, dado que se le dispensaba del ejercicio de pensado por tenerlo aprobado. Sin embargo, al no estar entonces en la Corte como creía la Academia, unido a su falta de salud y sus ocupaciones, le impidieron presentarse a los ejercicios que le quedaban hasta pasados cuatro años.

Volvió a solicitar su admisión los días 24 de noviembre de 1825 y 26 de febrero de 1826, peticiones que fueron estudiadas en la Junta de la Comisión del Arquitectura del 9 de marzo de este último año. En ella se examinaron los planos de la Universidad (del A-631 al A-633) que había presentado como prueba de pensado y «aunque la Comisión desconfía de su aptitud para Mro Arquitª, obedeciendo los respetables acuerdos de las dos Juntas expresadas y en obsequio tambien de la Acadª de Valladolid, es del dictamen que ésta de Sn Fernando lo estima conveniente puede sortearle los programas para la prueba de repente y en su caso permitirle proceder a los demas ejercicios de preguntas».

La Junta Ordinaria del 2 de abril de 1826 admitió a Mariano Álvarez a los ejercicios como proponía la Comisión, sorteándole los programas de repente. Le tocaron en suerte los números 20, 69 y 55, los cuales respondieron respectivamente: «Capilla de un Hospicio con seis tribunas grandes alrededor para los varios departamentos de la casa y el Altar en medio. Planta y corte», «Un Hospital para cien enfermos con todas las proporciones y comodidades correspondientes. Planta, fachada y corte» y «Proyectar una Casa para esta Corte con medianerias alrededor, de solo tres pisos destinandolos según su comodidad, á los inquilinos que los han de habitar; en un trapecio de ciento y veinte pies de fachada; sesenta por la medianeria de la derecha perpendicular á aquella y el tercero de cien pies paralelo á la fachada: planta, fachada y corte geométricos». De los tres eligió el nº 20, es decir, una Capilla de un Hospicio con seis tribunas grandes alrededor para los varios departamentos de la casa y el Altar en medio (A-4329).

La Junta de Examen tuvo lugar el 19 de abril de 1826, asistiendo a ella como vocales Manuel González Montaos, Juan Antonio Cuervo, Julián Barcenilla, Juan Miguel de Inclán, Custodio Moreno y Martín Fernández de Navarrete, este último en calidad de secretario. Cotejada la obra de pensado con la de repente que el interesado explicó una vez entrado en la sala, se procedió a la realización del examen teórico. El pretendiente principió este nuevo ejercicio contestando a las preguntas que le hicieron los profesores acerca de las bóvedas, la colocación de las columnas, las medidas de las líneas, las superficies y los sólidos, aplicando estos conocimientos a la medición de una casa.

Concluido el examen, los vocales acordaron que «si bien la prueba de repente era bastante para la aprobación de Maestro de obras en vista de la buena disposición y conocimientos que manifestó en el examen, no la juzgaban sin embargo suficiente para la aprobación de Maestro Arquitecto por faltarle aquellos conocimientos cientificos en la parte del diseño que constituyen la perfeccion de la delineación», de ahí que le fuese otorgado el título de maestro de obras en la Junta  Ordinaria del 4 de julio de 1826, a los 27 años de edad.

Respecto a la fecha de su aprobación existen discrepancias en función de las fuentes consultadas, ya que en el Catálogo de las obras de los profesores de Arquitectura aprobados desde 1777 en adelante se reseña: «Maestros de Obras/Año de 1826/Nombres Albarez Dn Mariano/Asuntos Universidad/fechas de su aprobacion el mismo (4 de Junio) / numero de planos 3 y prueba».

A finales de 1830 y avecindado en León, consultó a la Academia sobre las innovaciones y reformas que debían introducirse para poder concluir la iglesia parroquial de Villanueva del Campo (Zamora). La Comisión de Arquitectura celebrada el 3 de noviembre estudió el expediente y acordó que el arquitecto Fernando Sánchez Pertejo ejecutase un informe de la obra a fin de resolver las dudas suscitadas. Tuvo concluido el informe el 20 de septiembres, fecha en la que lo remitió a la Academia exponiendo «la reduccion de la armadura que Dn Mariano quiere hacer consiste en suprimir todos los tirantes, formando con tijeras y puentes la figura del tejado en cada cuchillo, dejando casi tangentes sus pares con los costados de la Bobeda, bajo el supuesto de suprimir tambien la altura de las paredes, pensando ahorrar algún gasto, que deberia acaso emplearse en el edificio para mayor seguridad y mejor aspecto publico./ La causa que da para esta variacion parece falsa pues lo fabricado de la Ygle- sia, según dicen, bien construido con buenos materiales, aunque con alguna division en los muros, asegurandome no continuar la obra con tanta solidez el director, y el empresario executor de ella por ser un mediano albañil, que ha hecho obras con gravisimos defectos, como es la de Vega de Villalobos, y no deben saber como y quanto obra una bobeda contra las paredes, por no estar impuesto en la estatica./ Si lo fabricado esta debil para resistir, como supone Albarez, el empuje de unas bobedas de cañon seguido, tambien lo estará para las alunetadas, pues en este caso es menos la linea y peso de pared que se opone á su fuerza y mayor esta el punto de arranque, de lo que infiero ó que sobraba mucho grueso y altura à las paredes para recibir la Bobeda de medio cañon y armadura con tirante ô  que faltan á las que las sustituyan á lunetadas con el tejado sin tirantes, que spre. es mas riguroso por estribar enteramte contra las paredes  forcejando por separarlas hacia los lados, á no ponerse Botareles ó botareles: en vista pues de todo me parece que quando una obra mejora de condicion ó se reduce á menos con respeto á la ampliacion de la idea guardando la forma primitiva, no habra necesidad de remitirla a la censura de la Academia; mas sobre bariar enteramte de la ya aprobada por ella se sustituye una construccion mas devil ó ruynosa, se debe remitir á su censura, á lo menos confidencialmte, antes de darla al publico, porque varia enteramte el caso, y es dudosa su aprobacion por una variacion tan grande y acaso intolerable. Tambien lo es que un maestro de obras se entrometa á reconocer las obras que los Arquitectos idean y construyen, mucho mas estando aquellos aprobados por esa Rl Academia».

En su opinión, el primer proyecto del arquitecto Benavides estaba mejor que la reforma llevada a cabo por Jacinto García de la Torre, quien para ahorrar en costes había formado otro nuevo sobre la misma planta, pero con gran variedad de cambios en los alzados y tejados. Por ello, creía necesario comunicar a Mariano Álvarez que no procediera a realizar las variaciones que intentaba ejecutar para la conclusión de la iglesia, dictamen que sería aprobado por la Academia en la Junta Ordinaria del 7 de noviembre de 1830.

En 1833 remitió a informe los diseños de la iglesia parroquial de Castrillo ¿del Puente? (León), ya censurados en 1829, a los que no hallaron con mérito suficiente para ser aprobados. En esta ocasión, la Academia le comunicó que debía de haberlos acompañado con otros borradores y que procurase su remisión por medio del párroco o autoridad a quien compitiese. Los dibujos serían finalmente aprobados por la Junta Extraordinaria de la Comisión de Arquitectura el 30 de julio de 1833 y por la Academia en la Junta Ordinaria del domingo 25 de agosto de ese mismo año.

Más tarde, le veremos interviniendo en el proyecto de restauración de la parte alta de la torre de la Colegiata de San Isidoro de León. Según consta en la Junta General del domingo 9 de mayo de 1858, el primer dibujo de la obra había sido ejecutado por Álvarez y en vista de que sólo se trataba de la restauración de la cubierta se le permitió dirigir los trabajos, no sin antes indicarle que la restauración que se proyectase en el futuro fuese estudiada y dirigida por un arquitecto.

Su nombre y el de Perfecto Sánchez Ibañéz aparecerán asociados en las obras de restauración de la catedrald de León en 1858, con motivo de haber realizado el informe sobre el estado del edificio y haber puesto de manifiesto como las partes principales del templo ofrecían señales evidentes de falta de solidez. Para su reparación, Sánchez Ibáñez expuso una serie de obras de consideración y peligrosas al poder restar al monumento la belleza que le caracterizaba sobre todo en el crucero, pues pretendía colocar gruesas columnas de hierro colado y zapatones de la misma clase embebidas en la fábrica. Ante esta propuesta, la Sección de Arquitectura celebrada el 7 de mayo de 1858 recomendó al Gobierno que nombrase a un académico para reconocer la catedral en unión con Sánchez Ibáñez, a fin de tomar todos las datos posibles para que la Academia pudiera en consecuencia dar un dictámen acertado.

El asunto urgía pues poco a poco se iba deteriorando el templo, incluso a principios de 1859 se habló del desplome de una de las aristas y la bóveda contigua que cubría el coro, como  el haber sido necesario desmontar otra en la capilla mayor. También que un arco toral había sufrido una desnivelación considerable  y que eran numerosos los apeos de las partes arruinadas. No podemos dejar de señalar la intervención de  Narciso Pascual y Colomer en esta obra por cuanto que había sido comisionado por real orden para llevar a cabo un reconocimiento somero del edificio; tampoco a Martín M. Ochoa, quien comisionado por la Sección el 28 de abril había propuesto la construcción de unos botareles sobre la fachada sur que no remediaban el mal y la introducción de hierros que no darían resultado para contener el empuje de los arcos torales que era donde se encontraba el problema. 

Por la Real Orden de 4 de julio  la Reina nombró a Matías Laviña para hacer un nuevo reconocimiento del monumento con una dotación de 1.500 reales mensuales, al tiempo que a Félix Mª Gómez  le designó como auxiliar en la dirección de las obras. Éste último no aceptaría el cargo debido a circunstancias particulares, renunciando al mismo el 12 de julio, pero Laviña continuará con su cometido en años posteriores a razon de un oficio que el académico envió el 20 de abril de 1862 señalando como por la R.O del 26 de junio anterior se le había prevenido su asidua asistencia a las obras de la catedral y como ahora se trasladaba a Madrid, aprovechando la ocasión para  ofrecer sus servicios a la Corporación en calidad de artista y académico por si  fuese necesario.


Fuentes académicas:

Arquitectura. Catedrales, 1766-1862. Sig. 2-32-5; Arquitectura. Iglesias parroquiales, 1832-1851. Sig. 2-33-5; Arquitectura. Iglesias parroquiales, 1827-1833. Sig. 2-33-5bis; Arquitectura. Iglesias parroquiales, 1857-1868. Sig. 2-33-7; Arquitectura. Torres de iglesias y de relojes. Campanarios y espadañas, 1779-1860. Sig. 2-34-1; Comisión de Arquitectura. Informes, 1821-1828. Sig. 1-30-1; Comisión de Arquitectura. Informes, 1829-1838. Sig. 1-30-3; Comisión de Arquitectura. Maestros de Obras, 1822-1826. Sig.  2-16-1; Comisión de Arquitectura. Maestros de obras. Catálogo de las obras de los profesores de Arquitectura aprobados desde 1777 en adelante, 1789-1845. Sig. 2-23-5; Libro de registro de maestros de obras aprobados por la Real Academia, 1818-1886. Sig. 3-156, nº 24.


Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM


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