Acebo y Pérez, José deLiérganes (Santander), 1808 - ?, ?


Hijo de José de Acebo y de Ana Pérez, nació en Liérganes (Santander) el 5 de julio de 1808 siendo bautizado tres días más tarde en la iglesia parroquial de San Pedro. Comenzó la carrera de arquitectura estudiando los principios de Matemáticas, Dibujo y los Órdenes de arquitectura, para pasar a cursar todas las partes de la teoría y práctica de este arte bajo la dirección de Diego del Castillo, ayudante primero de director de caminos y arquitecto por la Academia de San Fernando.

Durante seis años trabajó en su tierra natal al lado de este profesor, realizando varias operaciones de arquitectura como aparejador en las obras civiles a su cargo, ejecutando la delineación de planos geométricos de arquitectura civil y topográficos, las operaciones de medición, nivelación, examen de terrenos y valuaciones, así como otras tantas comisiones que le fueron encargadas.

El 16 de marzo de 1837 solicitó de la Academia de San Fernando su admisión a los ejercicios para la clase de maestro arquitecto, presentando como prueba de pensado el proyecto de Una biblioteca pública para Madrid (del A-0792 al A-0794), con su informe facultativo y el avance del coste de la obra, la partida de bautismo, la certificación de práctica librada por su maestro Diego del Castillo y la justificación de su conducta moral y política.

La Junta de la Comisión de Arquitectura celebrada el 11 de abril de 1837 examinó la obra y los documentos aportados, pero después de la votación secreta hubo un empate a votos, lo que motivó la realización de una nueva votación, cuyo resultado no dio lugar a la admisión de Acebo al resto de los ejercicios de reglamento al haber obtenido cuatro votos a favor y dos en contra.

Reunida la Junta de la Comisión el 23 de mayo comunicó a este respecto lo que había acordado la Academia en su Junta Ordinaria anterior, es decir, «[…] que de nuevo fuese votada su admisión á los ejercicios de examen, procurando se hiciese por numº impar de sufragios y la prevencion de que en adelante hecha una votacion sea como fuere no se repita, sino qe se eleve á la Acadª […]».

Se volvió a realizar una nueva votación para la admisión, o no, del interesado, resultando del escrutinio el favorable informe de admisión por la mayoría de votos (4 contra 1). Fue admitido finalmente en la Junta Ordinaria del 28 de mayo, fecha en la que le sortearon los programas de repente. Le tocaron en suerte los números 93, 96 y 10, que respondieron respectivamente: «Escalera principal de un Palacio con galeria interior que la rodee y Puertas para varios cuartos. Planta y elevación geométrica», «La presa de un Rio, demostrando los encadenamientos de sus maderas, zampeados, y si colocare silleria los cortes respectivos de su trabazon. Planta y perfil» y «Una casa de campo ó recreo para un Matrimonio de comodidades, suponiendo que las temporadas que la disfruten sean de tres á cuatro meses al año. Planta, fachada y corte». De los tres asuntos eligió el nº 10, es decir, una Casa de campo de recreo para un matrimonio acomodado (A-1791), elección que comunicó el 3 de junio.

La Junta de Examen tuvo lugar el 10 de junio de 1837, asistiendo a ella como vocales Martín Fernández de Navarrete, Juan Miguel de Inclán, Custodio Moreno, Tiburcio Pérez, Miguel Fernández de Loredo, José Troconiz y Marcial Antonio López. Cotejadas las obras de pensado y de repente que el interesado explicó una vez entrado en la sala, se procedió a la realización del examen teórico. Acebo principió este nuevo ejercicio contestando a las preguntas que le hicieron los miembros del tribunal sobre las diversas operaciones de los números múltiplos y polimonómicos; la ordenación del dividendo y divisor; las ecuaciones, los grados y las cantidades; las curvas y sus medidas, como los materiales necesarios en toda construcción. Después sobre las manos auxiliares y el reconocimiento respectivo de cada una de ellas; la montea y la elección de los materiales; las propiedades, el uso y las preferencia de las cales y arenas; los replanteos y el modo de llevarlos a cabo; las bóvedas y sus especies, así como la colocación de las maderas en los edificios.

Satisfechos los examinadores con las obras presentadas y las contestaciones dadas a las preguntas formuladas, le vieron con mérito para ostentar el título de maestro arquitecto, grado que le fue concedido en la Junta Ordinaria del 9 de julio de 1837, a los 28 años de edad.

Dos años más tarde obtuvo el título de agrimensor sin previo examen, en vista de que la Reina  había acordado la concesión de dicho título a los arquitectos aprobados por cualquiera de las Academias de Nobles Artes en caso de que lo solicitasen y con sólo acreditar el haber obtenido previamente el grado de arquitecto, debiéndolo acompañar de «la certificacion competente á la instancia que deben presentar cada interesado al Gefe político respectivo, á fin de que pasandola á este Ministerio, previo el pago de los derechos establecidos, y rebajándose de ellos la parte correspondiente al examen de que se les dispensa».

Su nombre junto con los de Antonio de Goicoechea, Antonio de Armona, Juan Miguel de Inclán, Antonio Zabaleta, Matías Laviña y Manuel de Mesa aparecieron asociados con motivo del expediente de denuncia de la torre de la catedral de Santander, remitido a la Academia en 1846.  Respecto a este asunto, la Sección de Arquitectura celebrada el viernes 1 de julio de este mismo año examinó el expediente y los informes que sobre la obra habían ejecutado ocho profesores (siete arquitectos y un ingeniero), a los cuales se habían adherido el 19 de mayo anterior Antonio de Goicoechea, José Manuel Acebo y Antonio de Armona. Según estos informes, la mayoría de los profesores fueron de la opinión que el estado de la torre era bastante deplorable, su construcción mala y debilitada por la escalera de caracol levantada en uno de sus ángulos. Además, el desprendimiento de los sillarejos de su revestimiento exterior eran evidentes, el peligro de ruina de la obra inminente y su mérito tan escaso desde el punto de vista artístico como histórico que no merecía la pena su reparación o conservación. No obstante, vistos estos antecedentes, los vocales de la Sección de Arquitectura,  Inclán, Laviña, Zabaleta y Mesa, informaron el 3 de febrero de 1847 que «la torre no peligra, ni en manera alguna ofrece su estado el de inseguridad que se pretende, y a que infunde deducirse á primera vista, singularmente por la parte del Sur, cual los antedichos Profesores mencionan: Que es susceptible de las reparaciones y reposicion de sillarejos que proponen; teniendo por util y conveniente el pensamiento de solidez con buena fabrica y mezcla el cubo que ocupa la caja de escalera de caracol, que ya se propuso en dicho primer reconocimiento; Y finalmente, que de verificarse la demolicion de la torre, aun supuesta la prevencion de apeos, peligra la existencia de la Yglesia que se halla notablemente sobrecargada sobre ella, de cuyo interesante particular se hace asi mismo merito [...]».


Fuentes académicas:

Arquitectura. Torres de iglesias y de relojes, campanarios y espadañas, 1779-1860. Sig. 2-34-1; Comisión de Arquitectura. Agrimensores, 1791-1857. Sig. 2-20-8; Comisión de Arquitectura. Informes, 1829-1838. Sig. 1-30-3; Comisión de Arquitectura. Informes. Urbanismo. Monumentos conmemorativos, 1787-1876. Sig. 2-28-8; Libro de registro de maestros arquitectos aprobados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1816-1900. Sig. 3-154, nº 186; Secretario general. Enseñanza. Arquitectura. Maestros arquitectos, 1837. Sig. 2-4-7.


Silvia Arbaiza Blanco-Soler
Profesor TU de la UPM


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